Carlos Castañón Barrientos
Uno de los escritores mejor informados sobre la literatura nacional de todos los tiempos, acaba de fallecer a la edad de 87 años en la ciudad de La Paz, centro metropolitano en el que este chuquisaqueño singular pasó la mayor parte de su existencia, ya en ejercicio de la docencia en cuatro...
Uno de los escritores mejor informados sobre la literatura nacional de todos los tiempos, acaba de fallecer a la edad de 87 años en la ciudad de La Paz, centro metropolitano en el que este chuquisaqueño singular pasó la mayor parte de su existencia, ya en ejercicio de la docencia en cuatro casas universitarias en su doble papel de abogado-escritor, el desempeño de la abogacía en bufete particular, ya como miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua, secretario, vice director y director por más de cuarenta años consecutivos en la misma entidad colegiada, ya en el desempeño de funciones públicas, de modo específico en la Superintendencia de Seguros y Reaseguros, repartición en la que se jubiló.
Desde muy joven ampliamente conocido en los medios culturales de la ciudad de Sucre, luego de ingresar a la Facultad de Derecho de San Francisco Xavier trabajó en la oficina de publicaciones junto a Jaime Urcullu Reyes y, con posterioridad, ocupó las funciones de secretario de la Biblioteca de la mencionada Facultad, dirigida por Agar Peñaranda, hija del poeta Claudio Peñaranda. A este respecto, en son de confidencia en una entrevista que le hicimos y que figura en el libro de nuestra autoría Mis personajes de fin de siglo, expresó: “Agar era una persona muy culta e inteligente. Nunca he conocido otra con tanta capacidad mental”. De aquel tiempo recordaba que “me dediqué a preparar el Boletín de la Biblioteca, que conmigo llegó a las treinta entregas. Yo preparaba casi todo el material, lo copiaba a máquina, picaba los esténciles, cosía los ejemplares y los distribuía”.
Conversar, entablar diálogo con él y, sobre todo, escucharlo, daba gusto y llenaba las expectativas en torno a su vida y obra, que ahora debido a su alejamiento físico nos deja una impronta de dedicación a las letras, juicio sereno y mucha caballerosidad en su trato diario.
A partir de sus crónicas en revistas y periódicos, amén de la edición de su primer libro Estudios bolivianos (1964), este ilustre escritor, como queda dicho, tuvo auspiciosos inicios en la capital republicana. Sin embargo, alcanzó su consagración plena en la ciudad sede de gobierno. Obtuvo prestigio mediante artículos publicados en los suplementos culturales de Presencia y El Diario de los que fue asiduo colaborador. Otro tanto sucedió en la revista SIGNO de la que llegó a ser subdirector.
En su nueva residencia citadina vivió con los ojos puestos en el mundo literario que supo cobijar sus inquietudes, habiendo publicado numerosos libros de ensayo, estimación y crítica literaria. En particular nos gustaría citar dos obritas Prosas breves. Diálogos (1971) y Palabras aladas (1980); ambas de simpático contenido bajo la modalidad de diálogos, pensamientos y escorzos literarios, fusionados por Editorial y Librería Juventud en un solo volumen (2011). José Roberto Arze elaboró una Bibliografía Preliminar de su extensa obra en literatura y derecho, e hizo entrega del folleto respectivo en el acto de donación de sus libros efectuado en la Academia Boliviana de la Lengua, que de esta manera en la actualidad posee el cúmulo de impresos que acompañaron y fascinaron al escritor desaparecido.
En la faceta de crítico literario Carlos Castañón se destacó por realizar análisis desapasionados y de alta ponderación, sin incurrir en situaciones acomodaticias o de simple afán figurativo. Fue, sin duda, un ávido lector y un verdadero cultor de las letras, volcando sus inquietudes a este campo. Admiraba la crítica basada en sólidos conocimientos técnicos y el gusto personal del crítico, que a su modo de ver debe estar bien dotado en información general y especial, con excelente percepción estética. En cuanto a los exponentes sudamericanos apreciaba la obra del chileno Alone, del argentino Anderson Imbert, del peruano Vargas Llosa y del uruguayo Emir Rodríguez Monegal.
En lo concerniente a nuestro país sostuvo que cada época produce sus propios críticos. Así en el siglo XIX, el nombre sobresaliente es el de Gabriel René Moreno; en la primera mitad del siglo XX destaca nítidamente Carlos Medinaceli; después del 50 el primer crítico es Juan Quirós. Luego de él corresponde el turno a Carlos Castañón Barrientos y Oscar Rivera Rodas, pero lamentablemente este último emigró del país y poco o casi nada se conoce de él. Nuevos escritores se perfilan como críticos en los años recientes, por lo que tendrán que dar pruebas de constancia y suma de esfuerzos que el arte reclama para hacer perdurable una obra.
Las nuevas generaciones debieran consultar los libros de Carlos Castañón Barrientos, a efecto de informarse acerca del movimiento cultural de nuestro país y tomar conocimiento del valioso aporte de escritores que nos antecedieron en su tránsito terrenal, sembrando estrellas en el horizonte. Nada tan gratificante como aproximarse a las fontanas donde nace el arte, en cuya arista superior hoy pende un negro crespón por la partida del crítico y destacado hombre de letras.
Desde muy joven ampliamente conocido en los medios culturales de la ciudad de Sucre, luego de ingresar a la Facultad de Derecho de San Francisco Xavier trabajó en la oficina de publicaciones junto a Jaime Urcullu Reyes y, con posterioridad, ocupó las funciones de secretario de la Biblioteca de la mencionada Facultad, dirigida por Agar Peñaranda, hija del poeta Claudio Peñaranda. A este respecto, en son de confidencia en una entrevista que le hicimos y que figura en el libro de nuestra autoría Mis personajes de fin de siglo, expresó: “Agar era una persona muy culta e inteligente. Nunca he conocido otra con tanta capacidad mental”. De aquel tiempo recordaba que “me dediqué a preparar el Boletín de la Biblioteca, que conmigo llegó a las treinta entregas. Yo preparaba casi todo el material, lo copiaba a máquina, picaba los esténciles, cosía los ejemplares y los distribuía”.
Conversar, entablar diálogo con él y, sobre todo, escucharlo, daba gusto y llenaba las expectativas en torno a su vida y obra, que ahora debido a su alejamiento físico nos deja una impronta de dedicación a las letras, juicio sereno y mucha caballerosidad en su trato diario.
A partir de sus crónicas en revistas y periódicos, amén de la edición de su primer libro Estudios bolivianos (1964), este ilustre escritor, como queda dicho, tuvo auspiciosos inicios en la capital republicana. Sin embargo, alcanzó su consagración plena en la ciudad sede de gobierno. Obtuvo prestigio mediante artículos publicados en los suplementos culturales de Presencia y El Diario de los que fue asiduo colaborador. Otro tanto sucedió en la revista SIGNO de la que llegó a ser subdirector.
En su nueva residencia citadina vivió con los ojos puestos en el mundo literario que supo cobijar sus inquietudes, habiendo publicado numerosos libros de ensayo, estimación y crítica literaria. En particular nos gustaría citar dos obritas Prosas breves. Diálogos (1971) y Palabras aladas (1980); ambas de simpático contenido bajo la modalidad de diálogos, pensamientos y escorzos literarios, fusionados por Editorial y Librería Juventud en un solo volumen (2011). José Roberto Arze elaboró una Bibliografía Preliminar de su extensa obra en literatura y derecho, e hizo entrega del folleto respectivo en el acto de donación de sus libros efectuado en la Academia Boliviana de la Lengua, que de esta manera en la actualidad posee el cúmulo de impresos que acompañaron y fascinaron al escritor desaparecido.
En la faceta de crítico literario Carlos Castañón se destacó por realizar análisis desapasionados y de alta ponderación, sin incurrir en situaciones acomodaticias o de simple afán figurativo. Fue, sin duda, un ávido lector y un verdadero cultor de las letras, volcando sus inquietudes a este campo. Admiraba la crítica basada en sólidos conocimientos técnicos y el gusto personal del crítico, que a su modo de ver debe estar bien dotado en información general y especial, con excelente percepción estética. En cuanto a los exponentes sudamericanos apreciaba la obra del chileno Alone, del argentino Anderson Imbert, del peruano Vargas Llosa y del uruguayo Emir Rodríguez Monegal.
En lo concerniente a nuestro país sostuvo que cada época produce sus propios críticos. Así en el siglo XIX, el nombre sobresaliente es el de Gabriel René Moreno; en la primera mitad del siglo XX destaca nítidamente Carlos Medinaceli; después del 50 el primer crítico es Juan Quirós. Luego de él corresponde el turno a Carlos Castañón Barrientos y Oscar Rivera Rodas, pero lamentablemente este último emigró del país y poco o casi nada se conoce de él. Nuevos escritores se perfilan como críticos en los años recientes, por lo que tendrán que dar pruebas de constancia y suma de esfuerzos que el arte reclama para hacer perdurable una obra.
Las nuevas generaciones debieran consultar los libros de Carlos Castañón Barrientos, a efecto de informarse acerca del movimiento cultural de nuestro país y tomar conocimiento del valioso aporte de escritores que nos antecedieron en su tránsito terrenal, sembrando estrellas en el horizonte. Nada tan gratificante como aproximarse a las fontanas donde nace el arte, en cuya arista superior hoy pende un negro crespón por la partida del crítico y destacado hombre de letras.