El herido andante
Eran las 8 de la tarde, hora de que los miembros del club de esquí regresasen a casa. Todos entraron a la furgoneta y se dirigieron a la escuela. En el momento en que pasaban junto al pequeño cementerio, un ciervo saltó del bosque y se puso en medio de la trayectoria de la furgoneta. Tom...



Eran las 8 de la tarde, hora de que los miembros del club de esquí regresasen a casa. Todos entraron a la furgoneta y se dirigieron a la escuela.
En el momento en que pasaban junto al pequeño cementerio, un ciervo saltó del bosque y se puso en medio de la trayectoria de la furgoneta. Tom dio un frenazo, pero no pudo evitar golpear la cabeza del animal. El impacto arrojó al gamo a la cuneta. El animal se debatía por ponerse en pie. Pero se había roto la espalda y todo cuanto podía hacer era mover la cabeza adelante y atrás.
¿Qué hicieron? Todos estaban llorando a causa de que no podíamos aliviarle el dolor o calmar su miedo. Habrían hecho cualquier cosa que hubiese servido de algo.
En todos los barrios, en todas las escuelas, en todas las iglesias, hay estudiantes que, como el ciervo, están heridos. Quizá su dolor no sea físico, pero saben qué es ser rechazado y no encajar. Quizá no sean tan atractivos como los demás, o les cueste mucho aprender, o no son nada populares. Sea cual sea su problema, la vida para ellos es dolorosa.
Por lo tanto, debemos revestirnos de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Colosenses 3: 12, NVI.
En lugar de infligir más dolor a los que sufren, ¿por qué no buscamos maneras de darles aliento? Podrías sonreír, hablar con ellos, sentarte con ellos, invitarlos a tu casa y animar a tus amigos a que hagan lo mismo.
El ciervo no tenía esperanza, pero los niños que sufren a tu alrededor sí tienen esperanza, ¿Harás lo que puedas para hacer que sus vidas sean distintas?
En el momento en que pasaban junto al pequeño cementerio, un ciervo saltó del bosque y se puso en medio de la trayectoria de la furgoneta. Tom dio un frenazo, pero no pudo evitar golpear la cabeza del animal. El impacto arrojó al gamo a la cuneta. El animal se debatía por ponerse en pie. Pero se había roto la espalda y todo cuanto podía hacer era mover la cabeza adelante y atrás.
¿Qué hicieron? Todos estaban llorando a causa de que no podíamos aliviarle el dolor o calmar su miedo. Habrían hecho cualquier cosa que hubiese servido de algo.
En todos los barrios, en todas las escuelas, en todas las iglesias, hay estudiantes que, como el ciervo, están heridos. Quizá su dolor no sea físico, pero saben qué es ser rechazado y no encajar. Quizá no sean tan atractivos como los demás, o les cueste mucho aprender, o no son nada populares. Sea cual sea su problema, la vida para ellos es dolorosa.
Por lo tanto, debemos revestirnos de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Colosenses 3: 12, NVI.
En lugar de infligir más dolor a los que sufren, ¿por qué no buscamos maneras de darles aliento? Podrías sonreír, hablar con ellos, sentarte con ellos, invitarlos a tu casa y animar a tus amigos a que hagan lo mismo.
El ciervo no tenía esperanza, pero los niños que sufren a tu alrededor sí tienen esperanza, ¿Harás lo que puedas para hacer que sus vidas sean distintas?