Las fiestas de disfraces se apoderan de Tarija
El sábado de disfraces es un día con mucho correteo en Tarija, pues desde hace más de siete años la fiestade disfraces ha tomado fuerza.
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Para un día como éste los jóvenes buscan el mejor atuendo con el objetivo de sorprender a sus amigos en medio de organizadas fiestas, que premian al mejor disfraz.
La juguetería Kanelú y toda la calle Domingo Paz están entre los lugares más concurridos. Ahí los disfraces se encuentran desde Bs.100 hasta Bs. 300, dependiendo del material y el diseño. Pero también se pueden encontrar pequeños accesorios como sombreros, pañoletas, bigotes, gafas, pelucas, entre otros.
Un lugar que ha tomado fuerza en estos últimos años es la feria de ropa usada de Villa Fátima, donde se ofertan centenares de trajes de todo tipo y tamaño a precios mucho más económicos.
De acuerdo a una de las organizadoras de este tipo de fiestas, Vanesa Flores, la fiesta de disfraces es un evento que ya es conocido en la región. “Hace seis años atrás que se viene realizando esta fiesta. Los primeros en organizar también eran de una productora y ahora cada sábado de Carnaval se la realiza para quienes quieran disfrazarse y asistir a un evento que busca salir de lo común”, explica.
Para Flores, el hecho de que se realice esta fiesta en esta época pasa por la diversión del Carnaval. “En estas fechas todo el mundo quiere algo diferente y lo que queremos hacer es un espectáculo para que se divierta la gente”, añade.
También refirió que los disfraces que se utilizan para este tipo de eventos son más de fantasía y no los que se usan generalmente en las fiestas de Halloween.
Explicó que como es carnaval, durante este tipo de fiestas se organizan también diferentes concursos y juegos, tal es el caso del “mea culpa”, que consiste en dar cerveza gratis a todos hasta que una persona ingresa al baño.
Concurso de disfraces
Karen tiene 28 años y cada año participa de esta fiesta, para la cual prepara su disfraz un mes antes. “Es muy divertido asistir a este evento, me encanta disfrazarme, salir a la plaza y finalmente llegar a la fiesta”, cuenta.
Revela que en dos ocasiones ha ganado el concurso de disfraces. La primera vez que ganó fue cuando se disfrazó de espantapájaros y la segunda cuando se disfrazó de “Doña Florinda”.
Durante este tipo de eventos, los organizadores escogen los disfraces más originales o mejor diseñados, de hombre y mujer, y posteriormente son puestos a consideración de los asistentes para premiarlos con bebidas u otros incentivos.
“Entre los premios que se dan en la fiesta a la persona, pareja o grupo que tenga el mejor disfraz son: bebidas, antifaces, coronas y cotillón”, detalla Flores.
La inversión
Si una persona es atraída por alguna de las variedades de ofertas de fiestas de disfraces, el monto de dinero que deben pensar en invertir está entre los 100 y 200 bolivianos, en promedio, pues los costos varían de acuerdo al material y el diseño del traje.
Entre los modelos que se puede encontrar en algunas tiendas de la ciudad están: los de superhéroes, bella genio, Aladino, ángel, brujas, piratas, entre otros.
Fiestas sin disfraz
Sin embargo, no todos pueden disfrazarse ese día, por lo que al caer la fecha en sábado, muchas de las discotecas ofrecen sus fiestas regulares, donde disfrazarse no es un requisito. Empero, al igual que en las fiestas de disfraces, se premia al mejor disfrazado entre las personas que optan por llevar un atuendo original.
Una de las opciones que toman las personas para disfrazarse es alquilarse un traje o ir a un salón de belleza para hacerse maquillar con diseños de fantasía.
Un punto de
vista sociológico
De acuerdo a los sociólogos, salir de lo cotidiano detrás de una máscara o de un disfraz, ofrece una opción de empoderamiento, ya que la persona representa un rol y actúa un personaje sólo porque puede y quiere hacerlo.
La costumbre o afición al disfraz data de muchos años atrás. Los romanos ya se disfrazaban en las “Saturnales”, fiestas en las que durante tres días consecutivos se olvidaban del orden establecido y se entregaban a las fiestas.
Por lo tanto fue Italia la cuna del disfraz en Carnaval y donde alcanzó mayor importancia y aún hoy podemos observarlo en ese país.
Sin embargo, una cosa es el disfraz y otra el arte de disfrazarse. Es aquí donde entra el sentido mágico de la fiesta. La disimulación, el engaño, la burla, el no ser de cada uno o, si abundamos un poco más profundamente, el ser auténtico.
En principio, el disfraz representa el alma de los malos espíritus. Las máscaras del Carnaval, originalmente, tienen un carácter religioso-espiritual, o sea, el de derivar del culto de los muertos, creyendo que el mejor modo de conseguir su amistad era antropomorfizarlos. Él que personificaba al muerto vestía de blanco y se cubría la cara con una máscara. Este disfraz era un antepasado de los nuestros.
En Alemania aparecieron las máscaras en Carnaval más que para ocultarse, para representar piezas burlescas y pretenciosas, mofándose del orden establecido, tanto civil como religioso.
Durante el reinado del Carlos III se introdujeron en España, con cierto relieve, los bailes de máscaras. Fernando VII no los permitió por las calles, y la reina María Cristina los volvió a autorizar durante su regencia.
Por el anonimato y el misterioso aire que rodea al enmascarado, miles de personas buscan todos los años esta transformación como válvula de escape a sus más escondidos deseos. Así el uso temporal de las máscaras permite un espectacular espejismo social; el pueblo descubre como un bello vestido puede convertir al esclavo en señor, y engañado por esta circunstancia, piensa que no tiene patrón cuando tiene puesta una máscara.
También con la máscara se da rienda suelta a la creatividad y fantasía de cada uno. Cambiar esa máscara que llevamos puesta todo el año, por una más acorde con nosotros mismos es una buena opción para muchos.
Nada más percatarse de que la máscara no es reconocida, se lanza a una serie de bromas y desvergüenzas que en circunstancias normales una persona sería incapaz de realizar.
Dentro del disfraz carnavalesco no existe un orden establecido en el modo y en la forma de disfrazarse, pero sí surgen, con el paso del tiempo, una serie de figuras y personajes que en cada lugar adquieren personalidad propia.