Gobierno es clave para urgente innovación tecnológica contra el cambio climático
Anthony Patt, profesor de Política Climática en la universidad ETH Zurich, explica cómo cambiando su modelo económico se convirtió en un “optimista del cambio climático”. A través del lente neoclásico, “yo solía pensar que el cambio climático era un típico caso de falla de...
Anthony Patt, profesor de Política Climática en la universidad ETH Zurich, explica cómo cambiando su modelo económico se convirtió en un “optimista del cambio climático”.
A través del lente neoclásico, “yo solía pensar que el cambio climático era un típico caso de falla de mercado debido a una externalidad negativa”, indica el experto. “Los contaminadores se beneficiaban económicamente de las energías fósiles sin tener que pagar por el costo social, por lo que abusaban de su explotación”.
Arreglar la falla requeriría entonces que “los contaminadores carguen con el costo social del CO2, un precio a las emisiones de carbono. Para que los países no se aprovechen, necesitaríamos entonces un tratado global con compromisos nacionales vinculantes y legalmente ejecutables”.
El problema, para Patt, eran y son los políticos: “Internacionalmente, el Protocolo de Kyoto tenía la estructura correcta, creíamos, pero tan pronto llegaba el momento de negociar compromisos que vayan más allá de lo habitual, las cosas se estancaban. En su lugar conseguimos el Acuerdo de París, con compromisos meramente voluntarios y ningún mecanismo para su aplicación efectiva. Todos dijimos que era por una falta de ‘voluntad política’. Pero nadie tenía una respuesta sobre cómo cambiar eso”.
El lente neoclásico y la realidad
El académico observa que los instrumentos del mercado, de los que depende el modelo neoclásico, no son de utilidad cuando el problema a resolver es el medio ambiente.
“Imaginen un restaurante lleno de fumadores. Pagar una cuota por cada cigarrillo podría ayudar a aclarar el aire un poquito. Pero para que el lugar esté realmente libre de humo, la prohibición de fumar es una mejor idea”.
Pero actualmente no es posible prohibir los combustibles fósiles hasta consolidar otras fuentes, ya que durante los últimos dos siglos la humanidad ha orientado sus sistemas de energía alrededor de los combustibles fósiles, y estos sistemas son los que alimentan, visten y emplean a la población planetaria.
“Necesitamos una ruptura en el sector de energía. La economía neoclásica no ofrece ideas útiles para la ruptura, solamente supuestos sobre incentivos de mercado repetidos como loro”, sentencia el experto.
En ese contexto, Patt ve necesario “abrir la caja negra” de la innovación tecnológica. Como primer ejercicio propone pensar por qué Suiza o Suecia tienen los números más altos de innovación per-cápita si es que supuestamente sus fuertes redes de seguridad social desincentivan la innovación.
Los expertos observan que los subsidios y otras políticas estatales son clave para promover las transiciones tecnológicas. Algo con lo que el propio Patt está de acuerdo.
El Estado en la innovación
George Blackford, conocido académico y excatedrático del Departamento de Economía de la Universidad de Michigan-Flint, observa que entre los críticos del papel del gobierno “muy pocos parecen darse cuenta de que fue el gobierno el que creó la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF, por su sigla en inglés), que promueve la investigación científica, así como incontables otras instituciones y agencias regulatorias que promueven el bienestar general, tal como manda la Constitución”.
En efecto, la NSF es una agencia federal independiente creada por el Congreso estadounidense en 1950 “para promover la ciencia, para mejorar la salud nacional, prosperidad y bienestar; para asegurar la defensa nacional (…)”.
Según información publicada en su sitio web, dicha agencia se considera como “vital porque apoya la investigación básica y a la gente que crea conocimiento que transforma el futuro. Este tipo de apoyo es uno de los impulsores principales de la economía de EEUU, mejora la seguridad de la nación y adelanta el conocimiento para sostener el liderazgo global”.
Queda evidenciado que el protagonismo estadounidense en el mundo no se debe al libre mercado ni al reducido tamaño del gobierno, sino a su directa intervención, pero que se centra en el apoyo a investigadores individuales, programas, universidades y otras agencias especializadas en investigación y desarrollo.
La propia NSF tiene claro su objetivo: “Estamos encargados de mantener a EEUU en la vanguardia de los descubrimientos en áreas desde astronomía hasta la geología o la zoología”.
Pero quizá lo más importante es que “además de financiar investigación en las áreas académicas tradicionales, la agencia también apoya ‘ideas de alto riesgo y alto beneficio’, colaboraciones originales y numerosos proyectos que parecen ciencia ficción hoy en día, pero que el público dará por sentados mañana. Y en todos los casos, nos aseguramos de que la investigación está plenamente integrada con la educación, para que el trabajo revolucionario de hoy también sea el entrenamiento de los próximos científicos e ingenieros”.
El presupuesto de la NSF para el año 2017 fue de alrededor de 7,5 mil millones de dólares, con lo que financia aproximadamente el 24% de la investigación de las universidades estadounidenses con apoyo federal.
Con proyectos de tan variadas disciplinas como astronomía, nanotecnología, geología, zoología, energía oscura, la ciencia del aprendizaje, librerías digitales y el apoyo a diferentes niveles educativos, esta agencia es efectivamente uno de los pilares del poderío y el liderazgo de EEUU a nivel mundial, junto con varias otras.
Es por estas razones que expertos como Anthony Patt manifiestan un “optimismo cauteloso” sobre la transición energética para evitar el desastre ambiental, siempre y cuando los gobiernos sigan haciendo “muchas de las cosas correctas” para lograrlo.
Cambios y políticas
En la década de 1990, Dinamarca comenzó a subvencionar la construcción de molinos de viento para la generación de energía eólica. Alemania siguió los mismos pasos poco tiempo después pero para la energía solar.
Según explica Patt, “las subvenciones han logrado impulsar ambas tecnologías hacia un camino de crecimiento y los costos han caído en picada. Ambas políticas partieron del deseo de desarrollar una industria exportadora y de apoyar a los agricultores y las cooperativas locales de energía”.
Mientras tanto, los expertos remarcan algo que para nadie es desconocido: la revolución de los teléfonos inteligentes dio el puntapié inicial a una oleada de innovación en tecnologías de baterías, a tal punto que hoy en día la forma más barata de obtener energía confiable-estable a cualquier escala, al menos en algunos lugares, es mediante una combinación de energía eólica o solar con almacenamiento en baterías.
Transiciones tecnológicas
Y es que hace un par de décadas, los científicos comenzaron a estudiar las dinámicas de las transiciones tecnológicas, o sea el salto de un sistema tecnológico a otro, mientras se continúa proveyendo el mismo servicio a la sociedad, como el transporte y las comunicaciones. Sus observaciones se basaron en ideas y conocimientos multidisciplinarios, desde la economía evolutiva a la antropología cultural.
Siendo Patt uno de ellos, el experto afirma que las recomendaciones de políticas de estos científicos “contradicen totalmente a la economía neoclásica. En vez de necesitar un precio de mercado de largo plazo para el carbono, lo que necesitamos es una secuencia de políticas para cada sector, enfocadas en hitos específicos”.
El primer hito es inventar un conjunto de tecnologías que no tendrán valor comercial inmediato. Esto requiere de financiamiento público estratégico para la investigación y desarrollo.
El segundo hito es la comercialización. Las nuevas tecnologías, por ser nuevas, suelen ser “torpes” y caras. Patt observa que esto cambia cuando estas crecen dentro de nichos de mercado.
“Apoyo tecnológico específico, creando cierta presión competitiva pero también asegurando suficientes ganancias para ser reinvertidas en innovación, conllevan las más rápidas mejoras en tecnología y su desempeño”, afirma.
El tercer hito es moverse de los nichos de mercado a la saturación del mercado. “Por ejemplo, tan pronto como los aviones jet se expandieron hacia la aviación comercial, empezaron a chocarse en el cielo. Los gobiernos solucionaron esto con un sistema de control de tráfico aéreo, o sea un conjunto de instituciones que conectan una red de estaciones de radar. El sector privado puede hacer mucho, pero sigue necesitando de gobiernos para establecer los mapas de ruta, reduciendo el riesgo del inversionista”.
Optimismo cauteloso
Dos razones tiene Anthony Patt para mantener lo que llama un “optimismo cauteloso”. La primera, afirma, es que “los gobiernos han estado haciendo muchas de las cosas correctas todo este tiempo”.
O sea que el apoyo a la investigación ha permitido la invención de tecnologías necesarias, desde que la NASA creó las células fotovoltaicas. Y para muchos de estos inventos, el apoyo directo ha permitido superar las barreras para la comercialización. Para algunos pocos, las políticas en algunos lugares “nos están moviendo hacia la saturación del mercado y la prohibición de los combustibles fósiles”.
La propia Unión Europea ha estado trabajando para implementar sistemas de calefacción neutros en carbono, y desde el año 2021 este será el estándar para todas las nuevas construcciones.
Por otro lado, Noruega lidera un grupo que incluye a China, India, el Reino Unido y Francia para saturar el mercado con autos eléctricos, y se ha pre-anunciado futuras prohibiciones a la venta de motores a gasolina y diésel.
La otra razón de optimismo es histórica. “Virtualmente todas las transiciones tecnológicas que se han estudiado han pasado por una larga fase preparatoria, donde los nuevos sistemas apenas hacían mella de los antiguos, hacia otra fase de crecimiento exponencial que se auto-reforzaba. Creo que la energía renovable está llegando a este punto”.
La clave para los siguientes años está en cómo se enfoca el problema y la realidad. Un ejemplo: en Europa, las energías renovables apenas proveían el 0,3% de la demanda el año 2000, y el 2017 llegó a proveer el 4%. Bajo un lente neoclásico, sus defensores ven que los combustibles fósiles siguen significando el 96% de la energía, y piden mayores impuestos al carbono para cambiarlo.
Pero bajo el lento de las transiciones, de científicos como Patt, se ve tasas de crecimiento que llevarán a las renovables a proveer el 100% de la energía dentro de 25 años. “Mantendremos el planeta habitable para nuestros hijos no necesariamente cambiando de rumbo, sino construyendo las políticas que han funcionado hasta ahora y que están funcionando ahora”, sentencia.
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A través del lente neoclásico, “yo solía pensar que el cambio climático era un típico caso de falla de mercado debido a una externalidad negativa”, indica el experto. “Los contaminadores se beneficiaban económicamente de las energías fósiles sin tener que pagar por el costo social, por lo que abusaban de su explotación”.
Arreglar la falla requeriría entonces que “los contaminadores carguen con el costo social del CO2, un precio a las emisiones de carbono. Para que los países no se aprovechen, necesitaríamos entonces un tratado global con compromisos nacionales vinculantes y legalmente ejecutables”.
El problema, para Patt, eran y son los políticos: “Internacionalmente, el Protocolo de Kyoto tenía la estructura correcta, creíamos, pero tan pronto llegaba el momento de negociar compromisos que vayan más allá de lo habitual, las cosas se estancaban. En su lugar conseguimos el Acuerdo de París, con compromisos meramente voluntarios y ningún mecanismo para su aplicación efectiva. Todos dijimos que era por una falta de ‘voluntad política’. Pero nadie tenía una respuesta sobre cómo cambiar eso”.
El lente neoclásico y la realidad
El académico observa que los instrumentos del mercado, de los que depende el modelo neoclásico, no son de utilidad cuando el problema a resolver es el medio ambiente.
“Imaginen un restaurante lleno de fumadores. Pagar una cuota por cada cigarrillo podría ayudar a aclarar el aire un poquito. Pero para que el lugar esté realmente libre de humo, la prohibición de fumar es una mejor idea”.
Pero actualmente no es posible prohibir los combustibles fósiles hasta consolidar otras fuentes, ya que durante los últimos dos siglos la humanidad ha orientado sus sistemas de energía alrededor de los combustibles fósiles, y estos sistemas son los que alimentan, visten y emplean a la población planetaria.
“Necesitamos una ruptura en el sector de energía. La economía neoclásica no ofrece ideas útiles para la ruptura, solamente supuestos sobre incentivos de mercado repetidos como loro”, sentencia el experto.
En ese contexto, Patt ve necesario “abrir la caja negra” de la innovación tecnológica. Como primer ejercicio propone pensar por qué Suiza o Suecia tienen los números más altos de innovación per-cápita si es que supuestamente sus fuertes redes de seguridad social desincentivan la innovación.
Los expertos observan que los subsidios y otras políticas estatales son clave para promover las transiciones tecnológicas. Algo con lo que el propio Patt está de acuerdo.
El Estado en la innovación
George Blackford, conocido académico y excatedrático del Departamento de Economía de la Universidad de Michigan-Flint, observa que entre los críticos del papel del gobierno “muy pocos parecen darse cuenta de que fue el gobierno el que creó la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF, por su sigla en inglés), que promueve la investigación científica, así como incontables otras instituciones y agencias regulatorias que promueven el bienestar general, tal como manda la Constitución”.
En efecto, la NSF es una agencia federal independiente creada por el Congreso estadounidense en 1950 “para promover la ciencia, para mejorar la salud nacional, prosperidad y bienestar; para asegurar la defensa nacional (…)”.
Según información publicada en su sitio web, dicha agencia se considera como “vital porque apoya la investigación básica y a la gente que crea conocimiento que transforma el futuro. Este tipo de apoyo es uno de los impulsores principales de la economía de EEUU, mejora la seguridad de la nación y adelanta el conocimiento para sostener el liderazgo global”.
Queda evidenciado que el protagonismo estadounidense en el mundo no se debe al libre mercado ni al reducido tamaño del gobierno, sino a su directa intervención, pero que se centra en el apoyo a investigadores individuales, programas, universidades y otras agencias especializadas en investigación y desarrollo.
La propia NSF tiene claro su objetivo: “Estamos encargados de mantener a EEUU en la vanguardia de los descubrimientos en áreas desde astronomía hasta la geología o la zoología”.
Pero quizá lo más importante es que “además de financiar investigación en las áreas académicas tradicionales, la agencia también apoya ‘ideas de alto riesgo y alto beneficio’, colaboraciones originales y numerosos proyectos que parecen ciencia ficción hoy en día, pero que el público dará por sentados mañana. Y en todos los casos, nos aseguramos de que la investigación está plenamente integrada con la educación, para que el trabajo revolucionario de hoy también sea el entrenamiento de los próximos científicos e ingenieros”.
El presupuesto de la NSF para el año 2017 fue de alrededor de 7,5 mil millones de dólares, con lo que financia aproximadamente el 24% de la investigación de las universidades estadounidenses con apoyo federal.
Con proyectos de tan variadas disciplinas como astronomía, nanotecnología, geología, zoología, energía oscura, la ciencia del aprendizaje, librerías digitales y el apoyo a diferentes niveles educativos, esta agencia es efectivamente uno de los pilares del poderío y el liderazgo de EEUU a nivel mundial, junto con varias otras.
Es por estas razones que expertos como Anthony Patt manifiestan un “optimismo cauteloso” sobre la transición energética para evitar el desastre ambiental, siempre y cuando los gobiernos sigan haciendo “muchas de las cosas correctas” para lograrlo.
Cambios y políticas
En la década de 1990, Dinamarca comenzó a subvencionar la construcción de molinos de viento para la generación de energía eólica. Alemania siguió los mismos pasos poco tiempo después pero para la energía solar.
Según explica Patt, “las subvenciones han logrado impulsar ambas tecnologías hacia un camino de crecimiento y los costos han caído en picada. Ambas políticas partieron del deseo de desarrollar una industria exportadora y de apoyar a los agricultores y las cooperativas locales de energía”.
Mientras tanto, los expertos remarcan algo que para nadie es desconocido: la revolución de los teléfonos inteligentes dio el puntapié inicial a una oleada de innovación en tecnologías de baterías, a tal punto que hoy en día la forma más barata de obtener energía confiable-estable a cualquier escala, al menos en algunos lugares, es mediante una combinación de energía eólica o solar con almacenamiento en baterías.
Transiciones tecnológicas
Y es que hace un par de décadas, los científicos comenzaron a estudiar las dinámicas de las transiciones tecnológicas, o sea el salto de un sistema tecnológico a otro, mientras se continúa proveyendo el mismo servicio a la sociedad, como el transporte y las comunicaciones. Sus observaciones se basaron en ideas y conocimientos multidisciplinarios, desde la economía evolutiva a la antropología cultural.
Siendo Patt uno de ellos, el experto afirma que las recomendaciones de políticas de estos científicos “contradicen totalmente a la economía neoclásica. En vez de necesitar un precio de mercado de largo plazo para el carbono, lo que necesitamos es una secuencia de políticas para cada sector, enfocadas en hitos específicos”.
El primer hito es inventar un conjunto de tecnologías que no tendrán valor comercial inmediato. Esto requiere de financiamiento público estratégico para la investigación y desarrollo.
El segundo hito es la comercialización. Las nuevas tecnologías, por ser nuevas, suelen ser “torpes” y caras. Patt observa que esto cambia cuando estas crecen dentro de nichos de mercado.
“Apoyo tecnológico específico, creando cierta presión competitiva pero también asegurando suficientes ganancias para ser reinvertidas en innovación, conllevan las más rápidas mejoras en tecnología y su desempeño”, afirma.
El tercer hito es moverse de los nichos de mercado a la saturación del mercado. “Por ejemplo, tan pronto como los aviones jet se expandieron hacia la aviación comercial, empezaron a chocarse en el cielo. Los gobiernos solucionaron esto con un sistema de control de tráfico aéreo, o sea un conjunto de instituciones que conectan una red de estaciones de radar. El sector privado puede hacer mucho, pero sigue necesitando de gobiernos para establecer los mapas de ruta, reduciendo el riesgo del inversionista”.
Optimismo cauteloso
Dos razones tiene Anthony Patt para mantener lo que llama un “optimismo cauteloso”. La primera, afirma, es que “los gobiernos han estado haciendo muchas de las cosas correctas todo este tiempo”.
O sea que el apoyo a la investigación ha permitido la invención de tecnologías necesarias, desde que la NASA creó las células fotovoltaicas. Y para muchos de estos inventos, el apoyo directo ha permitido superar las barreras para la comercialización. Para algunos pocos, las políticas en algunos lugares “nos están moviendo hacia la saturación del mercado y la prohibición de los combustibles fósiles”.
La propia Unión Europea ha estado trabajando para implementar sistemas de calefacción neutros en carbono, y desde el año 2021 este será el estándar para todas las nuevas construcciones.
Por otro lado, Noruega lidera un grupo que incluye a China, India, el Reino Unido y Francia para saturar el mercado con autos eléctricos, y se ha pre-anunciado futuras prohibiciones a la venta de motores a gasolina y diésel.
La otra razón de optimismo es histórica. “Virtualmente todas las transiciones tecnológicas que se han estudiado han pasado por una larga fase preparatoria, donde los nuevos sistemas apenas hacían mella de los antiguos, hacia otra fase de crecimiento exponencial que se auto-reforzaba. Creo que la energía renovable está llegando a este punto”.
La clave para los siguientes años está en cómo se enfoca el problema y la realidad. Un ejemplo: en Europa, las energías renovables apenas proveían el 0,3% de la demanda el año 2000, y el 2017 llegó a proveer el 4%. Bajo un lente neoclásico, sus defensores ven que los combustibles fósiles siguen significando el 96% de la energía, y piden mayores impuestos al carbono para cambiarlo.
Pero bajo el lento de las transiciones, de científicos como Patt, se ve tasas de crecimiento que llevarán a las renovables a proveer el 100% de la energía dentro de 25 años. “Mantendremos el planeta habitable para nuestros hijos no necesariamente cambiando de rumbo, sino construyendo las políticas que han funcionado hasta ahora y que están funcionando ahora”, sentencia.
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