Trastornos de aprendizaje
Elías Vidaurre Médico En cierto modo, la infancia configura buena parte de nuestro margen de maniobra a la hora de desarrollarnos personal y profesionalmente. Está claro que todos podemos cambiar hasta cierto punto a cualquier edad (por algo nuestro cerebro es capaz de adaptarse a muchos...
Elías Vidaurre Médico
En cierto modo, la infancia configura buena parte de nuestro margen de maniobra a la hora de desarrollarnos personal y profesionalmente. Está claro que todos podemos cambiar hasta cierto punto a cualquier edad (por algo nuestro cerebro es capaz de adaptarse a muchos de los retos del entorno durante toda la vida), pero somos especialmente sensibles a lo que nos ocurre durante los primeros años de vida, para bien y para mal.
Conociendo más
Por ello, pasarse los años de escolarización teniendo que vivir sin ayuda los efectos de un trastorno de aprendizaje es una experiencia muy frustrante, que por un lado mantiene al niño o niña sin la oportunidad de aprender muchos contenidos que le servirán de mayor, y por el otro genera una sensación de frustración y hastío durante las horas de clase y de estudio, lo cual alimenta los efectos negativos del trastorno.
El problema es que esta clase de trastornos puede adoptar muchas formas, y la mayoría son difíciles de reconocer a la primera por quienes no tienen experiencia en el ámbito de la psicología. Es más, en ocasiones se critica y se culpabiliza al niño o niña por la falta de progreso en la escuela, algo que agrava la situación. Pero incluso en el mejor de los casos, un trastorno de aprendizaje no tratado profesionalmente no evitará que la persona se convierta en un adulto con una buena calidad de vida, pero contribuirá a que llegue mucho menos lejos de lo que habría podido llegar en caso de detectar el problema a tiempo.
La mejor manera de asegurarnos de que no hay ninguna alteración psicológica que entorpece la capacidad de un niño o niña a la hora de aprender es acudir a los profesionales de la psicoterapia cuando se detectan las señales de que algo va mal. En algunos casos, puede que se trata de una falsa alarma y no exista un trastorno de aprendizaje, pero en otros casos, sí existirá un trastorno del aprendizaje basado parcialmente en predisposiciones biológicas (no necesariamente genéticas) que, con trabajo en las sesiones de terapia infanto-juvenil, pueden dar muchos menos problemas.
La clave en estos casos está en saber identificar exactamente qué pasa
Los trastornos pueden hacer que una persona joven crea que su límite es real
Con trabajo en las sesiones de terapia infanto -juvenil se puede mejorar
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En cierto modo, la infancia configura buena parte de nuestro margen de maniobra a la hora de desarrollarnos personal y profesionalmente. Está claro que todos podemos cambiar hasta cierto punto a cualquier edad (por algo nuestro cerebro es capaz de adaptarse a muchos de los retos del entorno durante toda la vida), pero somos especialmente sensibles a lo que nos ocurre durante los primeros años de vida, para bien y para mal.
Conociendo más
Por ello, pasarse los años de escolarización teniendo que vivir sin ayuda los efectos de un trastorno de aprendizaje es una experiencia muy frustrante, que por un lado mantiene al niño o niña sin la oportunidad de aprender muchos contenidos que le servirán de mayor, y por el otro genera una sensación de frustración y hastío durante las horas de clase y de estudio, lo cual alimenta los efectos negativos del trastorno.
El problema es que esta clase de trastornos puede adoptar muchas formas, y la mayoría son difíciles de reconocer a la primera por quienes no tienen experiencia en el ámbito de la psicología. Es más, en ocasiones se critica y se culpabiliza al niño o niña por la falta de progreso en la escuela, algo que agrava la situación. Pero incluso en el mejor de los casos, un trastorno de aprendizaje no tratado profesionalmente no evitará que la persona se convierta en un adulto con una buena calidad de vida, pero contribuirá a que llegue mucho menos lejos de lo que habría podido llegar en caso de detectar el problema a tiempo.
La mejor manera de asegurarnos de que no hay ninguna alteración psicológica que entorpece la capacidad de un niño o niña a la hora de aprender es acudir a los profesionales de la psicoterapia cuando se detectan las señales de que algo va mal. En algunos casos, puede que se trata de una falsa alarma y no exista un trastorno de aprendizaje, pero en otros casos, sí existirá un trastorno del aprendizaje basado parcialmente en predisposiciones biológicas (no necesariamente genéticas) que, con trabajo en las sesiones de terapia infanto-juvenil, pueden dar muchos menos problemas.
La clave en estos casos está en saber identificar exactamente qué pasa
Los trastornos pueden hacer que una persona joven crea que su límite es real
Con trabajo en las sesiones de terapia infanto -juvenil se puede mejorar
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