Caída del precio del petróleo preocupa en el departamento
A la preocupación por la incertidumbre en la producción de volúmenes de gas y las decrecientes nominaciones de gas por parte de Brasil y Argentina, los dos únicos mercados habilitados y cuyos contratos se acercan a su fin, se suma ahora la caída del precio del petróleo en la bolsa de Nueva...
A la preocupación por la incertidumbre en la producción de volúmenes de gas y las decrecientes nominaciones de gas por parte de Brasil y Argentina, los dos únicos mercados habilitados y cuyos contratos se acercan a su fin, se suma ahora la caída del precio del petróleo en la bolsa de Nueva York, donde cotiza el West Texas Intermediate (WTI), de referencia para Sudamérica y con el que se calculan los precios del gas exportado y por ende, de las regalías liquidadas en los departamentos productores.
Las últimas semanas el barril ha operado por debajo de la barrera de los 50 dólares, la cifra considerada tanto psicológica como de riesgo. Los mercados están descontando los acuerdos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre la contención de la producción: Donald Trump quiere petróleo barato para la recta final de su legislatura y no dudará en poner a toda máquina la producción no convencional, lo que unido a otros proyectos exitosos en otros países, incluido, por ejemplo, Argentina, está rememorando la caída de precios que ya se vivió a mediados de 2014, cuando el barril cotizaba por encima de los 100 dólares, y concluyó la caída en enero de 2016 perdiendo incluso la barrera de los 30 dólares.
Tarija es quien más ha sufrido los efectos de aquella caída, por su dependencia del sector público para la dinamización de la economía, sin embargo el resto del país también ha sentido los efectos. El entonces ministro de Economía Luis Arce Catacora, que empezó considerando coyuntural un desplome que acabó durando año y medio – y que todavía no ha recuperado los niveles anteriores – confesó en septiembre de 2016 – cuando reconoció que Tarija estaba en riesgo de recesión – que todas las fuentes de financiación multilateral estaban copadas por proyectos en ejecución o en cartera. La situación no parece haber mejorado y puede tener mayores riesgos tal como advierte la Fundación Milenio en su informe basado en el análisis reciente del Fondo Monetario Internacional.
El Presupuesto General del Estado para 2019 tiene previsto un precio del barril de 50,25 dólares, cinco dólares más que con el que se han venido calculando los presupuestos desde el derrumbe de 2014. Actualmente está dos dólares por encima de la cotización, pero es cierto que los principales analistas mantienen previsiones de que el petróleo estará sobre los 60 – 65 en el año 2019, electoral para Bolivia.
Los volúmenes
Mayor es la preocupación por los volúmenes de exportación previstos en el Presupuesto General del Estado y que el viceministro Jaime Durán no quiso desvelar pero señaló como “de continuidad” con el desempeño de los últimos años, lo que significaría unos 24 millones de metros cúbicos de ventas a Brasil y unos 18 a Argentina, situaciones que sin embargo han sido observadas en las últimas semanas por los responsables del sector de ambos países.
El próximo presidente de Petrobras nombrado por Jair Bolsonaro, Roberto Castello Branco, ya advirtió que comprará “la mitad” del gas a Bolivia de lo que viene haciendo. El contrato con Brasil permite hasta 30 millones de metros cúbicos diarios, pero solo tiene la obligación de comprar 24, que es lo que ha venido haciendo en este 2018. El ministro boliviano Luis Alberto Sánchez ha asegurado que el contrato con Brasil que debía acabar en 2019 se alargará porque aún no se enviaron todos los volúmenes – aunque no aclaró nada sobre los pagos -. Castello sin embargo negó esta posibilidad y habló de un cierre en 2019. Brasil ha desarrollado su proyecto de hidrocarburos en aguas profundas conocido como Presal, que le garantiza estabilidad.
En los últimos meses también el secretario de Energía argentino Javier Iguacel ha presionado para reducir los volúmenes que compra a Bolivia alegando que ya es autosuficiente con su producción no convencional. El contrato actual permite comprar hasta 20 millones de metros cúbicos diarios en verano, sin embargo Argentina no está nominando ni el 50 por ciento en las últimas semanas. Iguacel ha argumentado que Bolivia no puede cumplir con el contrato y Sanchez – que lo niega – llegó a reconocer una negociación abierta para enviar menos gas cada año, aunque después dejó abierta esa posibilidad.
La caída de volúmenes afecta particularmente a Tarija, puesto que todavía se honran los contratos de exportación fundamentalmente desde los campos del departamento; desde Margarita se exporta a Argentina y San Antonio y San Alberto se exportan hasta Brasil.
Un modelo basado en el extractivismo
El informe de la Fundación Milenio insiste en que más allá de los efectos de la volatilidad de los precios de exportación, la economía boliviana ha empezado a evidenciar problemas estructurales de oferta en renglones productivos claves, como minería e hidrocarburos. “Incluso en un escenario de recuperación de los precios de exportación, no se puede subestimar la gravitación de factores estructurales que limitan sus efectos benéficos. Así, la falta de inversiones en minería e hidrocarburos –un verdadero cuello de botella- conlleva el agotamiento de reservas mineras y de yacimientos hidrocarburíferos, determinando una severa restricción para la capacidad productiva de dichos sectores, cruciales por su contribución al crecimiento global de la economía”, señala.
Las últimas semanas el barril ha operado por debajo de la barrera de los 50 dólares, la cifra considerada tanto psicológica como de riesgo. Los mercados están descontando los acuerdos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre la contención de la producción: Donald Trump quiere petróleo barato para la recta final de su legislatura y no dudará en poner a toda máquina la producción no convencional, lo que unido a otros proyectos exitosos en otros países, incluido, por ejemplo, Argentina, está rememorando la caída de precios que ya se vivió a mediados de 2014, cuando el barril cotizaba por encima de los 100 dólares, y concluyó la caída en enero de 2016 perdiendo incluso la barrera de los 30 dólares.
Tarija es quien más ha sufrido los efectos de aquella caída, por su dependencia del sector público para la dinamización de la economía, sin embargo el resto del país también ha sentido los efectos. El entonces ministro de Economía Luis Arce Catacora, que empezó considerando coyuntural un desplome que acabó durando año y medio – y que todavía no ha recuperado los niveles anteriores – confesó en septiembre de 2016 – cuando reconoció que Tarija estaba en riesgo de recesión – que todas las fuentes de financiación multilateral estaban copadas por proyectos en ejecución o en cartera. La situación no parece haber mejorado y puede tener mayores riesgos tal como advierte la Fundación Milenio en su informe basado en el análisis reciente del Fondo Monetario Internacional.
El Presupuesto General del Estado para 2019 tiene previsto un precio del barril de 50,25 dólares, cinco dólares más que con el que se han venido calculando los presupuestos desde el derrumbe de 2014. Actualmente está dos dólares por encima de la cotización, pero es cierto que los principales analistas mantienen previsiones de que el petróleo estará sobre los 60 – 65 en el año 2019, electoral para Bolivia.
Los volúmenes
Mayor es la preocupación por los volúmenes de exportación previstos en el Presupuesto General del Estado y que el viceministro Jaime Durán no quiso desvelar pero señaló como “de continuidad” con el desempeño de los últimos años, lo que significaría unos 24 millones de metros cúbicos de ventas a Brasil y unos 18 a Argentina, situaciones que sin embargo han sido observadas en las últimas semanas por los responsables del sector de ambos países.
El próximo presidente de Petrobras nombrado por Jair Bolsonaro, Roberto Castello Branco, ya advirtió que comprará “la mitad” del gas a Bolivia de lo que viene haciendo. El contrato con Brasil permite hasta 30 millones de metros cúbicos diarios, pero solo tiene la obligación de comprar 24, que es lo que ha venido haciendo en este 2018. El ministro boliviano Luis Alberto Sánchez ha asegurado que el contrato con Brasil que debía acabar en 2019 se alargará porque aún no se enviaron todos los volúmenes – aunque no aclaró nada sobre los pagos -. Castello sin embargo negó esta posibilidad y habló de un cierre en 2019. Brasil ha desarrollado su proyecto de hidrocarburos en aguas profundas conocido como Presal, que le garantiza estabilidad.
En los últimos meses también el secretario de Energía argentino Javier Iguacel ha presionado para reducir los volúmenes que compra a Bolivia alegando que ya es autosuficiente con su producción no convencional. El contrato actual permite comprar hasta 20 millones de metros cúbicos diarios en verano, sin embargo Argentina no está nominando ni el 50 por ciento en las últimas semanas. Iguacel ha argumentado que Bolivia no puede cumplir con el contrato y Sanchez – que lo niega – llegó a reconocer una negociación abierta para enviar menos gas cada año, aunque después dejó abierta esa posibilidad.
La caída de volúmenes afecta particularmente a Tarija, puesto que todavía se honran los contratos de exportación fundamentalmente desde los campos del departamento; desde Margarita se exporta a Argentina y San Antonio y San Alberto se exportan hasta Brasil.
Un modelo basado en el extractivismo
El informe de la Fundación Milenio insiste en que más allá de los efectos de la volatilidad de los precios de exportación, la economía boliviana ha empezado a evidenciar problemas estructurales de oferta en renglones productivos claves, como minería e hidrocarburos. “Incluso en un escenario de recuperación de los precios de exportación, no se puede subestimar la gravitación de factores estructurales que limitan sus efectos benéficos. Así, la falta de inversiones en minería e hidrocarburos –un verdadero cuello de botella- conlleva el agotamiento de reservas mineras y de yacimientos hidrocarburíferos, determinando una severa restricción para la capacidad productiva de dichos sectores, cruciales por su contribución al crecimiento global de la economía”, señala.