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Apostemos por la paz

Es un desafío mayúsculo el intentar resumir el conflicto de larga data que involucra a Israel y al pueblo palestino porque en la disputa por la tierra y los derechos en la región de Palestina —que comprende Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza—, hay profundas raíces históricas, religiosas, económicas y políticas que exceden los alcances de una columna periodística.

Lo que ha sido evidente en estos pasados días es un condenable acto de terrorismo ejecutado por Hamás —grupo islámico de resistencia militar, que no representa a la totalidad del pueblo palestino— en contra de una parte de la población civil israelí indefensa; y ahora, estamos asistiendo a la indiscriminada y cruel respuesta del ejército israelí contra la población civil de Gaza, donde se mimetizan quienes perpetraron las acciones del siniestro sábado 7 de octubre. No hay justificación posible para ninguno de estos dos brutales actos de violencia contra gente inocente.

En un reciente artículo, el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez, señalaba: “Justificamos la crueldad, o la olvidamos, cuando se ejecuta en nombre de la causa con la que nos identificamos, porque el dolor del que consideramos del lado enemigo, aunque sea un niño, deja de ser dolor. Es una manera atroz de compartimentar los sentimientos, y una manera, abierta o solapada, de odiar. Cuando llegamos al punto de escoger a las víctimas que merecen nuestra compasión, hemos quedado moralmente tuertos. Si el niño judío asesinado en el kibutz no nos conmueve igual que el niño palestino que agoniza en el hospital de Gaza, herido en los bombardeos indiscriminados, hemos quedado tuertos y pronto quedaremos moralmente ciegos”. Hoy, más que nunca, en medio de este sangriento conflicto —que podría involucrar a otros pueblos árabes de la zona—, es urgente y necesario apostar por la paz y la concordia entre palestinos y judíos.

Las cifras, datos y hechos, desde el fatídico sábado, van en aumento: En el ataque sorpresa de Hamás se produjeron 100 muertos y 908 heridos / Nadie sabe con precisión el número de secuestrados / El primer bombardeo del ejército israelí causó 198 muertos en pocas horas / Un hospital de Gaza, repleto de niños y ancianos, fue bombardeado / Hamás liberó algunos rehenes gracias a gestiones de terceros países / Israel golpeó posiciones de Hezbolá en Líbano / Las autoridades gazatíes aseguran que más de 5.000 personas han muerto en la Franja desde el inicio de los bombardeos, más de 2.000 de ellas, menores de edad / La ONU ha afirmado que 1,4 millones de gazatíes han sido desplazados de sus hogares. Se trata de más de la mitad de la población de la Franja, que antes de la guerra contaba con 2,3 millones de habitantes / En Líbano son ya más de 19.000 los desplazados / La ayuda humanitaria llega a Gaza a cuenta gotas.

Estamos saturados de noticias, opiniones y análisis que nos incitan a querer tomar posiciones maniqueas. Pero las guerras son ricas en atrocidades y pobres en certezas. Ya lo señaló Esquilo, un dramaturgo de la antigua Grecia: “la primera víctima de la guerra es la verdad”. Y en esta guerra, como en tantas otras, los medios hegemónicos de comunicación tienen una maquinaria de propaganda para manipular la información a través de la mentira, la desinformación o las verdades a medias.

Me temo que, como ocurrió con la invasión rusa a Ucrania, las primeras muertes son una tragedia, pero las cientos de miles por venir, serán solo una estadística y dejarán de ser titulares en los medios de comunicación. Los muertos de ambos bandos seguirán sembrando escenarios de odios y rencores que harán inviable cualquiera de las posiciones. La resolución del conflicto no pasa por la guerra. La definición de fronteras, el estatus de Jerusalén y la seguridad de todos los Estados de la región debe ser resuelto por la diplomacia. El político chino, Zhou Enlai, lo dice con propiedad: “Toda diplomacia es una guerra continua por otros medios”. La única salida histórica pasa por la existencia de un Estado palestino digno y viable que pueda convivir en paz y armonía con Israel.


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