Inspección al Tipnis

de interculturalidad, de reconocimiento plurinacional que antes eran sólo ideas aventuradas. Pero una vez más se comprueba que no se puede hablar de memoria sobre los problemas sociales, y que es necesario ver, conocer, auscultar problemas y víctimas in situ, justamente para no hablar de...

de interculturalidad, de reconocimiento plurinacional que antes eran sólo ideas aventuradas. Pero una vez más se comprueba que no se puede hablar de memoria sobre los problemas sociales, y que es necesario ver, conocer, auscultar problemas y víctimas in situ, justamente para no hablar de memoria. Esto ha ocurrido con la caravana de inspección al Tipnis para conocer dicho territorio y hablar con sus habitantes, porque ha puesto de manifiesto esa vieja causa por la cual murieron nuestros abuelos, padres y hermanos: la justicia social antes que cualquier otro concepto.Hemos luchado durante décadas por incluir a los pueblos olvidados a los beneficios de la vinculación caminera, de la cual dependen la salud, la atención médica y farmacológica oportuna, la nutrición, la salubridad, la mejora en la calidad de vida, pero hay que ver a ese sector, el más vulnerable, el de las madres y los niños. Hay que escuchar a esa mujer que tuvo 11 hijos y varios de ellos murieron “cagando”, vomitando y llenos de gases. Hay que escuchar a ese dirigente viejo que admite que las hierbas y los cocimientos no son suficientes para controlar las enfermedades, que muchos enfermos mueren porque hay que trasladarlos durante horas, vadeando ocho ríos, hasta la población más próxima que tiene servicios médicos, pero que no siempre tiene profesionales ni medicinas. Y entonces sólo cabe resignarse.Otro dirigente dice que en época de lluvias, esas comunidades permanecen aisladas tres o más meses porque es imposible vadear los ríos, incluso los arroyos, que se convierten en torrenteras e impiden la navegación. Y que una larga época del año los árboles de ochoó botan sus hojas al agua de los ríos y los envenenan. Esas comunidades no tienen servicios públicos.Es pues cómodo y bonito amar la naturaleza, la armonía planetaria, la lucha contra el calentamiento global desde un departamento confortable de un barrio residencial, donde uno puede derrochar el agua caliente de la ducha o dejar encendidas las luces, la computadora y los aparatos eléctricos porque, ay, nos habíamos olvidado. ¿Qué tal simpáticos? Es cómodo y bonito retratarse guitarra en mano y con un cartel que dice Tipnis, usando una cámara cyber shot, que registrará nuestra sonrisa de dientes completos y disciplinados por la ortodoncia. Es cómodo y bonito beber refrescos diet, agua esterilizada y en garrafas, alimentos dietéticos y refrigerados que cocinamos accionando un botoncito de nuestras hermosas cocinas, que pone en marcha la chispa y el gas domiciliario. Y luego salir a protestar porque se está atentando-invadiendo-interviniendo las comunidades indígenas. ¿Cómo se atreven si es mejor y más estético seguir alimentando el mito del buen salvaje, de ese ser feliz que vive en el paraíso terrenal, en contacto diario con la naturaleza, con los mosquitos, los boros, las larvas de mosca, los parásitos de los ríos, los tigres que se cuelan en sus chozas, las serpientes, las arañas, los chulupis, las hormigas y otras criaturitas de Dios?Pero siempre hay aguafiestas, esos periodistas e investigadores que visitan el lugar, que escuchan a los pobladores del Tipnis, que comprueban las condiciones de vida de la gente y luego arruinan nuestras ilusiones tan cómodas y bonitas. Nosotros no queremos carreteras, no queremos corredor biocéanico, defendemos el Neolítico y la vida silvestre siempre que no pase por nuestros barrios residenciales.

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