¡Anestesia para todos!

Después de la liberación de los nazis, todo el mundo estaba en la resistencia. En Libia nunca hubo partidarios de Gadafi y, después del fracaso moral del neoliberalismo, resulta que todos los burgueses lo habían aborrecido desde siempre (la procesión iba por dentro).Lo que sucede actualmente...

Después de la liberación de los nazis, todo el mundo estaba en la resistencia. En Libia nunca hubo partidarios de Gadafi y, después del fracaso moral del neoliberalismo, resulta que todos los burgueses lo habían aborrecido desde siempre (la procesión iba por dentro).Lo que sucede actualmente en los principales medios conservadores es un movimiento clásico de recomposición: el impaciente distanciamiento de la “burguesía buena” de los chicos malos, ésos que tienen al mundo y a las bolsas con el corazón en un puño ahí afuera. Mientras la izquierda, magra y cubierta de cicatrices, se regocija y se muestra agradecida de que el adversario político por fin se dé cuenta ahora de que toda la vida había creído en algo falso, para los conservadores se trata más bien de la adquisición de la necesitada prueba de la inmaculada concepción poco antes de que estalle el temido escándalo. Así, se desvinculan de su propia responsabilidad haciendo creer a los demás y a sí mismos que no eran conscientes de lo que sucedía. Y que ahora, 30 años después de Thatcher y Reagan, se dan cuenta de cuán codicioso y obsceno es el capitalismo.Así juzgan fríamente los duros de corazón (como yo) este cambio en el pensamiento conservador. Otros dan más crédito al cambio y le dan un voto de confianza que los honra: el Süddeutsche Zeitung, el taz y también el Freitag creen que la cosmovisión conservadora del mundo ha cambiado en lo fundamental. Como referencia, toman que el cambio ha experimentado un sorprendente avance casi a diario: en el Frankfurter Allgemeine Zeitung (“el crecimiento de los últimos treinta años ha beneficiado únicamente a los ricos”), en el Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung (“hemos distribuido de los pobres a los ricos”), en el Spiegel (“el poder destructor de los mercados financieros”), en el Zeit y en el Tagesspiegel (“el mundo está fuera de quicio”) y prácticamente en todos los medios de comunicación liberales de importancia.Narcosis social y el plesiosaurio izquierdista¿Pero qué han aprendido los conservadores de la izquierda? La estrategia y la campaña. Bien dosificada, sostenida y, de manera asombrosa, ejecutada a la luz pública. En los próximos meses (hasta el congreso de la CDU) nos maravillaremos de la de y re-construcción de la burguesía conservadora en todas sus facetas. No sólo en forma impresa. También nos lloverán a partir de septiembre los talk-shows de Jauch, Will, Plasberg, Illner y Panzer. Puede pronosticarse que, con toda seguridad, la redefinición de la “burguesía buena”, junto con la purificación de su pasado neoliberal será el megatema del otoño (mediático) en Alemania. Las confesiones alcanzarán una magnitud agustina: sí, soy conservador, he pecado, he estado ciego, pero entonces conocí a la izquierda y cambió mi vida. Se citará hasta la náusea la frase del príncipe Salina en la película de Luchino Viscontin, El gatopardo: “todo tiene que cambiar, para que todo siga igual.”¿Y la izquierda? Bueno, la izquierda podría lisa y llanamente desaparecer arrinconada detrás de este debate que tan precipitadamente ha saludado y que viene a ser algo así como la Fata Morgana para un náufrago. Puede que se le brinden un par de frases nostálgicas –como Arno Widmann en el Berliner Zeitung (“cuando los de abajo ya no aguantan más”)–. Se apreciará su capacidad de diagnóstico y de análisis para luego afirmar con vigor que los conservadores se han vuelto tan abiertos y sociales que podemos olvidarnos confiadamente del dinosaurio de la izquierda. Sí, eso mismo es lo que podría ocurrir: la burguesía abierta al debate podría tomar el asiento de la izquierda, abrir la espita de la bombona de óxido de nitrógeno y aspirar el narcótico moral a grandes bocanadas.*Wolfgang Michal es periodista

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