Como en Bizancio

Para no llegar a eso habrá que comenzar por aclarar que presupuesto no es sino un cálculo anticipado de los ingresos y gastos de una actividad económica durante un período, por lo general un año. Es un plan de acción dirigido a cumplir una meta prevista, expresada en valores y términos...

Para no llegar a eso habrá que comenzar por aclarar que presupuesto no es sino un cálculo anticipado de los ingresos y gastos de una actividad económica durante un período, por lo general un año. Es un plan de acción dirigido a cumplir una meta prevista, expresada en valores y términos financieros, que debe cumplirse en determinado tiempo y bajo ciertas condiciones previstas.Esto es lo esencial. Entonces, tenemos que, primero, saber preparar presupuestos, porque ese es el meollo de cualquier organización, para establecer prioridades y evaluar la consecución de objetivos.Al ejecutar un presupuesto es posible que quede en déficit (que los gastos superen a los ingresos) o que, por el contrario, sea posible ahorrar, en cuyo caso el presupuesto presentará un superávit (los ingresos superan a los gastos).Aparentemente, tenemos superávits, que son los que han movido al gobierno central a decir que los utilizará porque una de dos, o las gobernaciones y municipios programaron ejecutar obras que en realidad no necesitaban o fueron muy ineficientes a la hora de convertir los proyectos presupuestados en obras concretas. Eso es todo y no hay donde perderse.Pero de ahí derivar a que los superávits son realmente “sobrantes” que se pueden destinar inclusive a destinos tan insólitos como dárselos en préstamo a la CAF, es una exageración. Una extravagancia. Tanta como la que el Banco Central de Bolivia presta los ahorros de los bolivianos (reservas, le llaman), al Tesoro norteamericano o a bancos alemanes o franceses.Eso es típico de mentalidades “rentistas”  con inocultables resabios feudales, que creen que el capital puede “rendir”. La propuesta, curiosamente, se da cuando dirigentes cívicos chaqueños, como Miguel Justiniano, proponen la creación de un banco petrolero y una empresa petrolera de Tarija (Inpetar) para destinar los saldos de caja y bancos a invertirlos en la industrialización del gas en sociedad con YPFB. Esto último es pensar industriosamente. Buscar generar riqueza con el trabajo propio, generando fuentes de empleo y valor agregado e incrementar, por esa vía, los ingresos departamentales y municipales, superando el rentismo que nos agobia, como agobió a la España feudal con el oro y la plata americanas que se le esfumaron entre las manos.Ningún municipio en Bolivia, cualquiera que sea, donde sea que esté, tiene todas sus necesidades básicas satisfechas. Bolivia y Tarija no son Noruega. Hay mucho por hacer y no se lo está haciendo bien. Es que creemos que ni siquiera se está definiendo bien cuáles son esas necesidades.Hace años que se habla de la planeación participativa, o sea de la elaboración de presupuestos para el gasto público incluyendo si se pudiera a toda la población.  Eso se dice, se enseña en las universidades, pero no se aplica.  En la práctica unos cuantos ciudadanos “deciden” que se va a hacer con los recursos que son de todos. Es decir, “presupuestan”.Un puñado de burócratas “ejecuta” esos presupuestos, con controles muy deficientes y con resabios autocráticos que no han desaparecido.¿Resultado? Unos supuestos superávits que podrían terminar en manos de la CAF en vez de financiar el desarrollo armónico del país y de Tarija utilizando nuestras propias fuerzas y ahorro. Insólito. Como para Ripley.

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