Bajar, para no caer

Hay muchas formas de manifestar la soberbia, una, que estamos sintiendo últimamente por parte del gobierno departamental, es ignorar los requerimientos de los periodistas (quizás no de todos los “periodistas” pero selectivamente sí, los de El País. Es absurdo. Porque informar a la...

Hay muchas formas de manifestar la soberbia, una, que estamos sintiendo últimamente por parte del gobierno departamental, es ignorar los requerimientos de los periodistas (quizás no de todos los “periodistas” pero selectivamente sí, los de El País.

Es absurdo. Porque informar a la ciudadanía es una de las funciones por las que la sociedad les paga (y les paga muy bien) a lo gobernadores, alcaldes y a sus burócratas subalternos. Si no la cumplen pueden y deberían ser demandados. Por cierto, al momento de posesionarse como “servidores públicos” juraron que cumplirían sus obligaciones so pena de que se los demande.

Soberbia y servicio público son, conceptualmente, recíprocamente excluyentes. Deberían serlo. Pero en Tarija no es así. Aquí, el gobernador y sus secretarios (con muy pocas, poquísimas excepciones), están actuando con soberbia, arrogancia, vanidad y prepotencia (son sinónimos, por cierto)

Ya alguna vez, en estas mismas páginas, habíamos criticado la soberbia –en aquella oportunidad la del presidente Morales- y hoy, bajando mucho de nivel, debemos criticar la del secretario Ardaya, quien tuvo el tupé de decirle a un periodista “atiendo sólo en horas de oficina”, cuando todos sabemos que en horas de oficina es cuando la burocracia de entidades públicas menos trabaja.

El silencio nunca ha sido una estrategia de comunicación, porque si bien hay que saber cuándo callar, es mucho más importante saber cuándo hablar. Eso, tan elemental, es oscurecido por la soberbia. Por eso el genial Francisco de Quevedo y Miranda decía que “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió."

Esa prepotencia, o sea la opinión de uno mismo exaltada a un nivel crítico y desmesurado, como decíamos, causa grandes daños, en primer lugar a la persona ensoberbecida, pero cuando esa persona es un funcionario pagado con dineros públicos, le está haciendo daño a sus mandantes, es decir a quienes le otorgaron un coyuntural mandato, para que administre lo nuestro. Lo de todos.

Como es ingenuo imaginar que todos hayan leído las obras de Santo Tomas de Aquino, ni las de Francisco de Quevedo, para concluir apelaremos a algo mucho más sencillo y accesible que los aforismos de Salomón, quien decía que  "Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría."

Apelaremos al cine: En la película “El abogado del Diablo” Al Pacino, con su magistral capacidad de actor, en las últimas escenas, frotándose las manos con fruición diabólica dice: “!Ah, la soberbia! Es mi pecado favorito”.

Por algo será que lo dice.


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