Una antigua rivalidad

  En Potosí nació la minería internacional, aliada con la coca paceña. La coca convirtió a los mitayos potosinos en el primer proletariado anoréxico del mundo. La hoja fue cómplice de los conquistadores, una especie de “malinche” vegetal. Pronto la suerte de los dos productos...

 

En Potosí nació la minería internacional, aliada con la coca paceña. La coca convirtió a los mitayos potosinos en el primer proletariado anoréxico del mundo.

La hoja fue cómplice de los conquistadores, una especie de “malinche” vegetal. Pronto la suerte de los dos productos comenzaría a distanciarse.

La demanda de la coca yungueña siguió el ritmo de la producción del argento. Los cocaleros tendrían que estar agradecidos con Potosí.

Después, es cierto, la suerte de la plata entró en desgracia. Pero, a cambio, la coca se convirtió en la nueva estrella de la economía. Y la causante de todas las guerras de la droga que se libran ahora en el continente.

Al caer la estrella de la plata, el poder político del país fue trasladado, dice la historia oficial, al territorio del estaño, pero en realidad fue llevado a la ciudad más cercana a los cocales de los Yungas. La estrella de la coca había eclipsado a la estrella de la plata.

Después de nacer juntas en Potosí, y de haberse conocido en los socavones, la plata y la coca llegaron a rivalizar. Pero la hoja mostró que tenía más fuerza y más futuro. Los barones de la coca se han convertido en los señores de la nueva realidad boliviana, cuando los barones de la plata y del estaño son sólo un viejo recuerdo.

La plata de Potosí nos puso en contacto con la economía internacional, como territorio proveedor de materias primas. Y la coca nos pone ahora en contacto con los pecados del mundo.

La coca comenzó reemplazando a la comida y el agua de los mineros, además de sustituir su descanso y su sueño. Ahora la coca se propone también cambiar la pobreza de los bolivianos por una riqueza para la cual sólo se necesita adormecer a la conciencia.

Los cocaleros hablan ahora a los potosinos con la soberbia del nuevo rico. El líder de los cocaleros bolivianos se niega a visitar la ciudad de Potosí.

Hay una deuda que tiene Bolivia con Potosí. No es la deuda económica, de la plata que esa ciudad dio al país. Es la deuda moral. Los miles de mineros que siguen viviendo de trabajar en los socavones descartando las tentaciones de la nueva estrella de la economía, son el ejemplo de la dignidad.

Cuando el destino de Bolivia encara esta bifurcación entre el sendero de las actividades legales y las actividades ilegales, Potosí es un símbolo, es una señalización que muestra el camino correcto.

La otra señal, la que marca la coca, lleva a las guerras, a la destrucción, aunque tenga la capacidad de encandilar a quienes buscan las vías rápidas, los atajos.

La plata y la coca están dando una nueva batalla en el país. La plata lleva las de perder.


Más del autor