Indígenas y represas
Ayer nomás, en Santa Cruz, se inició un “coloquio entre expertos” para ocuparse del tema, aderezándolo con ponencias sobre la necesidad urgente de industrializar el gas natural boliviano. Allí –en el coloquio- Christian Inchauti, nombrado el año pasado gerente de GTB, la estatal...
Ayer nomás, en Santa Cruz, se inició un “coloquio entre expertos” para ocuparse del tema, aderezándolo con ponencias sobre la necesidad urgente de industrializar el gas natural boliviano.
Allí –en el coloquio- Christian Inchauti, nombrado el año pasado gerente de GTB, la estatal transportadora de gas, dijo, entre otras cosas, que Bolivia podría producir 1.000 megavatios de energía hidroeléctrica y otros 1.000 de energía termoeléctrica, a partir del gas, con lo que se convertiría realmente en el polo energético del cono sur.
Lo planteado no es nuevo y produce, como es obvio, desmesurado entusiasmo en muchos. Porque el discurso es un recurso relativamente sencillo para entusiasmar y exaltar, pero muy a menudo los hechos, los simples hechos, desbaratan magníficos discursos.
En estos días, Survival Internacional, una entidad que estudia la situación de los pueblos indígenas en todo el mundo, ha publicado un nuevo informe acerca del impacto devastador que provoca la construcción de presas hidroeléctricas.
Los pueblos indígenas han sufrido de manera desproporcionada los impactos negativos de las presas hidroeléctricas construidas en su territorio, mientras que rara vez participan en el reparto de beneficios.
El informe de Survival, se ocupa de casos reales en el Africa, en el Asia y en América Latina, principalmente en la región amazónica, sobre la cual tenemos derechos que justifican plenamente nuestro interés.
Survival alude a la Comisión Mundial de Presas, la cual reconociera que los proyectos de grandes presas "han conducido al empobrecimiento y al sufrimiento de millones de personas". Sin embargo, seguimos asistiendo a un rápido incremento global en la construcción de las mismas, liderado por un grupo de presión internacional de esta industria que trabaja intensamente para presentar las presas hidroeléctricas como la panacea en la lucha contra el cambio climático. No es tal y en otro momento lo explicaremos.
Sólo el Banco Mundial –agrega- destinará once mil millones de dólares a la construcción de 211 proyectos hidroeléctricos en todo el mundo.
Los indígenas amazónicos enawene nawe viven en una zona de sabana y pluviselva tropical en el estado de Mato Grosso, al oeste de Brasil, donde las autoridades del país proyectan construir 29 presas en sus ríos. A lo largo y ancho de la Amazonia, los territorios de cinco pueblos indígenas no contactados se verán afectados. Nosotros no olvidamos que parte del Mato Grosso perteneció a Bolivia.
Estaba anunciado que cientos de indígenas brasileños se reunirían esta semana para mostrar su oposición a la polémica presa de Belo Monte, la tercera más grande del mundo, pues amenaza el territorio de varios pueblos indígenas y sus vitales fuentes de alimentos.
No queremos ser aguafiestas de consultores entusiastas como el señor Inchauti, pero en este caso de las mega represas que afecten territorio boliviano, no perderemos de vista los derechos de los pueblos indígenas. Alguien tiene que hacerlo.