La resaca del 7M
De la renovación fallida a la deriva separatista
Los resultados de las subnacionales han movido poco el mapa del poder, donde el MAS sigue sin controlar las principales urbes; Sol.bo y Demócratas han “desaparecido” técnicamente y las siglas han dejado de ser importantes
A falta de una segunda vuelta por la Gobernación que puede ser de infarto, o no, el ciclo electoral más largo de la historia de Bolivia, que empezó allá a finales de 2018, ha terminado.
Los resultados son los que son en un contexto de crisis pandémica que va más allá de lo económico y lo sanitario y que se sitúa en el campo de lo filosófico, en el ser o no ser y hasta dónde llegar. Incertidumbre se queda corto para describir el proceso vivido, y la pauta ha sido similar en todas las regiones y países. El votante ha castigado al gestor de la crisis y ha huido hacia “valores refugio” de una forma muy determinante, bien sea al cobijo del Gobierno Nacional, bien sean figuras del pasado que ya demostraron gestión.
Los resultados de las elecciones de este 2021 dejan una serie de conclusiones a todos los niveles en las que coinciden la mayor parte de analistas y que conviene apuntar:
1.- No hay renovación.- La conclusión más evidente es que, por lo general, los ciudadanos mienten cuando se les pregunta por qué tipo de candidato prefieren y responden que “alguien nuevo”. Que no se haya optado por los ejecutivos en vigencia no quiere decir que se haya optado por gente nueva y Tarija es un buen ejemplo de ello, con Johnny Torres, Carlos Brú y Óscar Montes en las alcaldías de Cercado, Yacuiba y pendiente de una segunda vuelta para la Gobernación. En cualquier caso, el paradigma de la no renovación es Manfred Reyes Villa en Cochabamba y Johnny Fernández en Santa Cruz. Esto también evidencia que los opositores que han cohabitado con Evo Morales – responsables en buena medida del Gobierno Áñez – han perdido toda credibilidad.
Dentro de este acápite cabe señalar a los “outsider”, que en realidad representan el oportunismo político y una buena lectura del momento. Es el caso de Gary Áñez en Santa Cruz e Iván Arias en La Paz, que se ha aprovechado como nadie de la falta de un candidato ruidoso y bien apoyado.
2.- Al MAS no le basta con la sigla.- El MAS es el partido más grande del país, con presencia en todo el territorio nacional, etc., pero eso ya no significa que sean capaces de ganar sólo con la sigla y el respaldo del Gobierno nacional, sino que están obligados a escuchar a los movimientos y a sudar la camiseta.
De todas las apuestas personales de Evo Morales para estas elecciones subnacionales, apenas la de Álvaro Ruíz en Tarija le ha salido relativamente bien, aunque su votación se asemeje demasiado a la de Pablo Canedo en 2015. Adriana Salvatierra en Santa Cruz no ha llegado al 20%, ha habido debacles en Beni, Pando y otras ciudades capitales e intermedias, así como victorias mucho menos holgadas que en otras ocasiones en refugios clave como Oruro, Cochabamba o Potosí.
El candidato pesa también dentro del MAS, es el caso de Eva Copa, ya demasiado trillado, que se suma al de Damián Condori en Chuquisaca, donde se ha impuesto con claridad. El proyecto nacional – popular está volviendo a ser de las bases y no de los sectores corporativos, que sí son capaces de rebelarse.
3.- No hay concepto de oposición.- Por enésima vez, quedó al descubierto la incapacidad de las fuerzas políticas de ponerse de acuerdo en un proyecto político. Comunidad Ciudadana, que prometió liderar la oposición, ha sido incapaz de organizar mínimamente una estructura de poder subnacional y no cuentan ninguna victoria más allá del ruido de Gary Áñez. A partir de aquí y visto el desempeño de Carlos Mesa como líder de oposición, la bancada probablemente entre en la misma dinámica que todas las anteriores que enfrentaron al MAS.
En cualquier caso, las elecciones subnacional certifican el deceso de dos fuerzas políticas que cohabitaron con el evismo: Demócratas en Santa Cruz y Sol.bo/MSM en La Paz, dejando enseñanzas diferentes.
La más simple es la de Sol.bo, Revilla creía que iba a vivir para siempre y nunca toleró el más mínimo de protagonismo paralelo, pero a la hora de la verdad se quedó sin argumento alguno, y sin sucesor.
Lo de demócratas merece acápite aparte
4.- La deriva del proyecto camba.- Luis Fernando Camacho parece haber logrado su objetivo: ser electo gobernador de Santa Cruz, aunque para ello “arruinó” una elección nacional y algunos otros proyectos personales.
La hegemonía del camachismo - que no tiene una base sólida partidaria, ni ideológica, ni filosófica, sino que se aboca a la coyuntura y al calor de las decisiones de su cúpula, y donde cada uno puede sentirse identificado (algo así como en el MAS, pero en la otra vereda) – se ha construido en un periodo rapidísimo. Los Demócratas se equivocaron al apostar por Áñez, que renunció, y dejó al camachismo toda la representación parlamentaria frustrando así su última oportunidad de ser partido nacional. Con ese déficit y muerto de miedo, decidió no disputar la Gobernación y colocó a un candidato del aparato para la Alcaldía, que finalmente no cuajó.
En seis meses Demócratas ha sido borrado del mapa, reducido a un puñado de concejales, mientras que Creemos acumula un poder importante sin que aclare hacia dónde quiere llevar a Santa Cruz. El separatismo vuelve a recuperar enteros.