Camacho, Jerjes y la unidad imposible
Ni bien se publicaron las encuestas de Ciesmori, el exlíder cívico, o líder excívico, y actual candidato presidencial por Creemos, Luis Fernando Camacho, hizo algunos aspavientos para proponer por enésima vez “la unidad de la oposición”. Camacho habló incluso de poner “su candidatura...



Ni bien se publicaron las encuestas de Ciesmori, el exlíder cívico, o líder excívico, y actual candidato presidencial por Creemos, Luis Fernando Camacho, hizo algunos aspavientos para proponer por enésima vez “la unidad de la oposición”. Camacho habló incluso de poner “su candidatura en blanco”, una expresión que los medios interpretaron como un paso atrás en su candidatura, pero nada más lejos de la realidad.
La candidatura de Camacho tiene básicamente tres muletas. La primera es el Comité Cívico de Santa Cruz, que se erige en articulador de los cívicos del país luego de la efervescencia de octubre, pero que poco a poco camina de nuevo hacia la insignificancia anterior.
La segunda es Jerjes Justiniano, el ultraconservador abogado y primer ministro de la Presidencia de Jeanine Áñez, que fue cesado de sus funciones en apenas 30 días, luego de ser un actor principal en la “pacificación”. Hoy por hoy, Justiniano hace de intérprete del propio Camacho, muy atribulado en sus aseveraciones y con poca visión estratégica. Justiniano es el que dice lo que en realidad querían que dijera Camacho, pero no se le entendió. Justiniano es quien dijo que de bajarse “nada”.
El tiempo le ha dado la razón a Justiniano. Su cese coincidió con el momento en el que el entorno de Áñez la convenció para ser candidata presidencial, lo que provocó un choque de criterios de primera magnitud. Justiniano, por ejemplo, es el que quería elecciones rapidísimas – incluyendo, por ejemplo, la segunda vuelta dentro de los 120 días dispuestos por ley – porque le convenía sobre todo a Camacho, cuya estrella tenía fecha de caducidad.
La salida de Justiniano del gabinete fue muy poco amistosa, casi tan poco amistosa como la salida de Roxana Lizárraga del Ministerio de Comunicación, que renunció con portazo nada más que Áñez anunció su candidatura, para luego señalar ella misma que cruzada la línea de la política era difícil volver al periodismo, y finalmente, aparecer en las listas de Creemos.
La tercera es Branko Marinkovic, el cívico de ascendencia croata recién retornado del exilio en Brasil y cuya misión en la vida parece ser sacudir al Gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas. Costas y Marinkovic no fueron amigos, pero si conformaron una comunión de intereses en los tiempos de la autonomía. Uno dicen que es el jefe de los “Caballeros del Oriente”, el otro de los “Toborochis”. Cosas cruceñas. La cuestión es que como Marinkovic se fue en medio de la crisis del Hotel Las Américas y Costas se quedó a co-gobernar durante otra década, acabó por llevar las cosas a los límites. Marinkovic, por ejemplo, fue quien a doble página en El Deber simplificó el cabildo de octubre post-incendio en Santa Cruz, arengando el voto útil contra el candidato de Costas: Óscar Ortiz; y es el que recientemente ha calificado de desastrosa la gestión de Costas, hablando de espaldas y caricias.
¿Hay punto de unión?
Algunos operadores interpretaron rápidamente que el paso al costado de Camacho suponía un respaldo a la candidatura de Jeanine Áñez. Nadie supo nunca dar un argumento por el que eso pasaría, pero lo repitieron insistentemente durante los dos días posteriores hasta la “interpretación” de Justiniano.
Si por Justiniano, Marinkovic y Lizárraga fuera, no pasaría nunca. Los choques han sido constantes en los últimos meses, siendo el más evidente el que se produjo en el Comité Cívico de Santa Cruz, terreno Camacho, precisamente en la misma reunión convocada para forjar algún tipo de unidad y que salió rana.
Camacho acusó abiertamente a Murillo de presionar a los exiliados retornados en detrimento de su candidatura. Presentes estaban Mario Cossío y Manfred Reyes Villa, que guardaron relativo silencio cuando el Ministro les inquirió directamente a que confirmaran o negaran. Lo probable es que Marinkovic tenía algo.
Según la encuesta de Ciesmori, Camacho gana en Santa Cruz, pero es cuarto a nivel nacional por debajo del diez por ciento. Evidentemente, el lobby camba apostó por la fusión Camacho – Áñez como si uno más uno fuera dos, pero nada parece tan sencillo.
La fuerza de Camacho son los 21 días de paro cívico que lideró casi en solitario desde el quinto día, justo desde el momento en el que fracasó la Coordinadora que Carlos Mesa quiso articular para buscar una salida pactada a la crisis que la sospecha de fraude ya había generado desde la misma noche del 20 de octubre.
Mesa fue el articulador del frente que se disparó hasta el 37% de la votación (lo que no logró ni Convergencia en 2009 ni Doria Medina – Costas en 2014) forzando así al MAS a buscar otras soluciones para evitar la segunda vuelta. En esas, Mesa y Camacho comparten a su manera el “logro” de haber forzado la renuncia de Morales, de la que finalmente ha salido beneficiaria Jeanine Áñez y el conjunto de Demócratas.
Ni Mesa ni Camacho lo dicen, pero si en Santa Cruz no se hubiera volcado la intención hacia el voto útil, que era el de Mesa, y el Bolivia Dice No de Óscar Ortiz hubiera logrado su tercio en el departamento oriental, el MAS hubiera pasado holgadamente del margen de diez puntos que necesitaba para ganar en primera vuelta y nada de eso hubiera pasado.
El relato de Áñez, sin embargo, pasa por el 21F. Por insistir en que ellos ya estaban en la oposición mientras que Camacho no existía (y sus apoyos se fugaban) y Mesa compartía funciones públicas con Morales, aunque se tratara de un asunto de Estado como el mar.