La obviedad matemática de que el MAS no está muerto
Muy sueltos de cuerpo, un nutrido grupo de analistas y periodistas “influyentes” andan asegurando que el MAS apenas superará el 30 por ciento de la votación en las elecciones del 3 de mayo. En la acera de enfrente se aplaude la audacia discursiva y lo arriesgado de la apuesta, pues sobre...



Muy sueltos de cuerpo, un nutrido grupo de analistas y periodistas “influyentes” andan asegurando que el MAS apenas superará el 30 por ciento de la votación en las elecciones del 3 de mayo. En la acera de enfrente se aplaude la audacia discursiva y lo arriesgado de la apuesta, pues sobre todo sirve para elevar las aspiraciones de los cuatro frentes con algunas posibilidades en carrera.
A estas alturas se presupone que todos los bolivianos han leído al menos el informe preliminar de la Organización de Estados Americanos (OEA) en el que no habla ni mucho menos de un “fraude monumental” - idea muy bien posicionada por Carlos Mesa que ahora utilizan todos los demás a su conveniencia -, sino de irregularidades mínimas supuestamente forzadas para evitar la segunda vuelta. Concretamente esos votos que iban del 9,3% de diferencia con el que nos fuimos a dormir el domingo 20 de octubre y el 10,45% con el que retornó el TREP tras 24 horas de inactividad.
El MAS, aquella aciaga noche para la credibilidad de nuestras instituciones, había alcanzado el 47%, que es un montón de gente aunque no sea el 50%. Las interrogantes son casi inmediatas:
1.- ¿Queda voto castigo? Aunque hoy nadie quiera acordarse, en 2009 y 2014 el MAS arrasó en las ánforas. No había contrincante y las cosas iban razonablemente bien. También fue económicamente bien en el periodo de 2015 a 2020, pero el desafío al voto popular levantó ampollas.
El MAS bajó del 61% de octubre de 2014 al 47% de octubre de 2019. Una caída de más del 25% que tiene un origen: la burla al resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016. El correctivo es de primer orden, y el propio Carlos Mesa ha reconocido que muchos votos fueron a su fórmula sin quererle a él como Presidente, sino como forma de limitar el poder de Evo Morales.
Es pertinente, por tanto, preguntarse si en ese 47% que votó por Evo aún en octubre de 2019 queda gente que se haya podido decepcionar más después como para retirarle el voto: El fraude fue a plena luz del día, saltándose mediante resolución constitucional el voto del referéndum del 21 de febrero, lo de octubre son ópticas divergentes.
2.- ¿Qué harán los decepcionados de Evo? Es evidente que entre 2014 y 2019, muchos decepcionados le retiraron el voto a Evo Morales. Y es real que los decepcionados se reafirmaron en su voto luego de ver a Evo Morales argumentar sobre el racismo como motivo principal de la revuelta popular, o luego de escucharle mofándose de la propia protesta. Ni qué decir de cuando amenazó con cercar ciudades, o cuando meses después se planteó organizar milicias tan pronto se retorne a Bolivia.
El binomio Arce Catacora – Choquehuanca está especialmente diseñado para tratar de seducir a los decepcionados, para que vuelvan al redil, para que den otra oportunidad al proceso de cambio… aunque todo choca de nuevo con el empeño de Morales de volver por la ventana, aunque sea eligiéndose senador. Apuesta arriesgada que contradice la justificación de la huida: salvar el proceso.
3.- ¿Dónde iría el voto duro? Suponiendo que ninguno de los decepcionados vuelva a votar por el MAS… ¿Qué hará el 47% que sí votó por el MAS en octubre? Una cosa es que los ex funcionarios no vayan a aguantar la granizada en El Alto y otra que vayan a votar por el que más vean en televisión.
El candidato que podía haber arañado voto masista, Félix Patzi, se retiró. El otro que de hecho arrancó, como evidencian los mapas de voto de 2019, Chi Hyun Chung, está al borde de la inhabilitación.
Todo esto sin hablar del voto rural, que sigue siendo el 40% aunque los mismos analistas del principio digan ahora que es apenas un 25. ¿Puede haber algún estratega que crea que se puede pasar de votar a Evo a votar a Camacho, Áñez o Tuto así de repente?
4.- Y la gestión. Las elecciones son el 3 de mayo, el año acaba de comenzar en serio y el petróleo está en mínimos. No parece probable que el impacto económico se sienta hasta entonces, pero sí habrá momentos críticos de gestión en el corto plazo. De momento ya ha habido una serie de decisiones con marcado sesgo: recortar horas de educación pública para contener el déficit, bajar la energía eléctrica a grandes consumidores, facilitar la exportación del grano, etc., probablemente quedan sorpresas.
En tantos años, la concepción de “Gobierno de derecha” ha quedado diluida en discursos belicosos y bravuconería, que al final ha acabado por crear una suerte de mito al que ya nadie le tiene miedo, sino todo lo contrario.
Pronto llegarán las primeras encuestas de intención de voto, y cada cual, como siempre, las leerá a su favor.