El MAS y sus vacíos
El MAS va perdiendo por primera vez en su historia. En realidad viene perdiendo desde febrero de 2016, y ni siquiera hoy, sus asesores y personeros que sigue de pie, son capaces de articular un discurso autocrítico que les permita poner pie en pared y retomar el impulso. El Movimiento Al...



El MAS va perdiendo por primera vez en su historia. En realidad viene perdiendo desde febrero de 2016, y ni siquiera hoy, sus asesores y personeros que sigue de pie, son capaces de articular un discurso autocrítico que les permita poner pie en pared y retomar el impulso.
El Movimiento Al Socialismo es numeroso. Es el único partido con presencia real en todos los rincones del país. Con simpatizantes en todo el mundo. Pero su problema real es que no es un partido.
El Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) canalizó la agenda de octubre de 2003 y se articuló para tomar el poder. En el 97 participó, en el 2002 ya fue el gran triunfador, en 2005 sumó su primera mayoría absoluta. Por el medio derrocó a un Presidente, pero no sucumbió a las tentaciones de tomar el poder por otra vía que no fueran las ánforas. Lección no aprendida número 1.
Como llegó al Gobierno de la mano del discurso antipolítica, tan de moda en el mundo entero quince años después, entre lo primero que hizo fue destruir la institucionalidad partidaria – aunque en realidad lo hicieron los partidos ellos solitos – y negar cualquier sostén pública para la participación política. Medida contradictoria – solo pudieron hacer política los ricos y los subvencionados por terceros intereses – y que además impidió que el MAS se consolidara en sí mismo.
Y es que el MAS nunca fue partido, sino comunión de intereses. Varios de los protagonistas de entonces reconocen que lo que permitió la consolidación y subordinación de los movimientos al Gobierno fueron las duras jornadas de confrontación con la Media Luna autonomista. Los reclamos y demandas sindicales, todas urgentes, se postergaron en el entendido de que era necesario salvaguardar el Gobierno.
Otros señalan que en esa lucha se perdieron la mayoría de los impulsos originales. Las demandas que de verdad cohesionaban. La nacionalización, por ejemplo, tardó unas semanas, aunque se desvirtuara pronto.
¿Cómo hubiera sido el Gobierno del MAS en caso de derrumbe de precios? No lo sabemos. La cuestión es que luego de la reválida, la economía entró en un círculo virtuoso – se decía entonces – y los ingresos del país se multiplicaron. El aparato estatal se ensanchaba e igual, acababan las gestiones son superávit fiscal. Esa dinámica permitió atender las demandas sindicales más o menos urgentes, al mismo tiempo que se activaba el plan de la perpetuación, dejando de lado, sin embargo, el de la revolución.
A principios de 2014 el MAS era casi irreconocible desde fuera y desde dentro. Y eso que faltaba por estallar el caso del Fondo Indígena, ese programa de proyectos fantasmas y plata en cuentas de dirigentes, que curiosamente eran los mismos que organizaban los actos de partido y de Gobierno, siempre con mucha gente aplaudiendo, con sus coronas, sus empanadas y sus refrigerios.
Para entonces se habían impuesto las tesis “gramsci-lineristas” de la inclusión de sectores derrotados al proceso que todos veían con cierto desconcierto. Al final coparon muchas listas. La revolución social y cultural se había convertido en índices de IPC y desempeño del consumo interno. La plata fluía de tal manera que el MAS renovó mayoría de dos tercios y hasta ganó en Cercado.
La legislatura 2015 – 2020 solo tenía un objetivo: Evo 2025. La “revolución” fue de nuevo postergada entre dádivas y seducciones. Entre obras y festejos. En realidad, ya casi nadie se acordaba de la revolución. Más allá del fraude o no fraude, Morales y los suyos insisten en que ganaron en primera vuelta con 47% y no hacen ninguna mención a haber perdido 15 puntos en la legislatura que más esfuerzos hico por “integrar” a otros sectores.
El MAS – Gobierno hoy no existe; el MAS instrumento de los movimientos sociales, prácticamente tampoco. Evo Morales quiere mantener una fuerza discursiva y potencial de voto entre sus bases que cada vez le es más difícil de mantener desde Buenos Aires. Las demandas sindicales y sectoriales siguen ahí, y es otro gobierno el que las puede atender.
Los puñales han volado en esta etapa, donde algunos dirigentes han desaparecido y los ministros son ya recuerdos lejanos. Y con todo, el MAS sigue primero en intención de voto y no tan lejos del ansiado 40 por ciento, que puede dejar de piedra a más de uno.
El binomio Luis Arce Catacora – David Choquehuanca es el mejor que el MAS podría haber diseñado, básicamente porque Arce Catacora no da miedo como sí daba cualquier otra combinación con Andrónico Rodríguez, que no está para este momento. Claro que Arce Catacora hablando de números vacíos tampoco llegará tan lejos. El objetivo es recuperar a esa parte de la sociedad boliviana que no quería la perpetuación pero que le asustan los militares en la calle; un sheriff de ministro de Gobierno y los tentáculos de Brasil por todo lado. Ni Evo con sus milicias parece entenderlo demasiado.
Las elecciones están convocadas y el tiempo corre hacia el 3 de mayo. El MAS no ha logrado reinventarse y solo apela a lo que fue, en versión pacífica, pero ofrece un modelo de país. Al otro lado solo claman por la unidad. Como si bastara una cosa o la otra.