Las caras más duras del MAS
Los analistas menos involucrados en el proceso lo advirtieron pronto: El MAS necesitaba dejar de dar miedo, reconstruirse y sentarse en un rincón a ver a sus adversarios despellejarse. Así puede esperar la fecha de la elección, o si lo ve muy arriesgado, recuperar el poder a través de la Ley...



Los analistas menos involucrados en el proceso lo advirtieron pronto: El MAS necesitaba dejar de dar miedo, reconstruirse y sentarse en un rincón a ver a sus adversarios despellejarse. Así puede esperar la fecha de la elección, o si lo ve muy arriesgado, recuperar el poder a través de la Ley necesaria para ampliar los mandatos más allá del periodo Constitucional que está a punto de espirar.
Con todo, no es tarea fácil recomponer un partido que llegó joven al poder y que se ha soportado desde ahí, con la habitual verticalidad sindical producto de mil aprendizajes en combate. Dice Focault y Bob Patiño que “el poder no se detenta, sino que se ejerce”, y ahora mismo quedan muy pocas personas en el partido con capacidad de ejercer un poder real sobre sus bases. Esas nuevas situaciones han generado un nuevo escenario.
Los ministros, incluso los más duros, han perdido sus poderes elementales – pegas, información., recursos -, y más allá de las voluntades y preferencias, la cúpula gubernamental que tomó por rehén al partido territorialmente más poderoso del continente carecen ya de influencia y convicción.
Por el contrario, los movimientos sociales – sindicales cuentan con su impulso original, lo que les une: su reclamo, su reivindicación, su lucha. Lucha que suma a todos y que, precisamente esa unión, es la que le da su poder original: el peso demográfico que cuenta en el voto.
En esa coyuntura que delinean los expertos, Evo Morales supone una excepción entre los suyos. Morales perdió el poder del Gobierno, pero sigue contando con el ascendente necesario para participar de las decisiones clave. Morales, por su propia biografía, sigue inspirando al menos respeto entre sus bases, que siempre lo admiraron. Hay analistas que dicen que Morales preferiría que le tuvieran miedo más que respeto.
Morales puede tener la última palabra, pero los movimientos sociales que están en el territorio son los que tienen el poder. Ahora más que antes. Esto no refiere una ruptura de bancada o de instrumento como sugieren los medios más volcados a la Presidenta Áñez y que requieren de bandos para sobrevivir.
Candidatos
El MAS debate estos días en Cochabamba no tanto los nombres, que también, sino si es mejor tener pronto candidatos nuevos o no. En principio se iban a decidir ahí, pero es más complejo que eso y esta edición se cierra temprano.
Elegir candidatos ya supone reordenar las vocerías, muy débiles en estos días de máxima tensión y que han contribuido a crear un microclima de opinión entre los propios asambleístas y autoridades del MAS en todo el país que han perdido sus referentes y que parecerían estar de salida de todo, cuando no es cierto.
Por otro lado, supone arrinconar más a Evo Morales, ya lejos del país y con pocas certezas de lo que realmente pasa. Ofrecerle ser el jefe de campaña “si vuelve”, en un país como Bolivia y en un partido como el MAS es prácticamente un epitafio.
Por lo demás, sí hay nombres. Luis Arce Catacora – que abandonó el viernes el país - y David Choquehuanca de entre los viejos viejos, aunque el uno siempre estuvo subordinado y el otro jugó a ser verso suelto; del gabinete también suena Diego Pary, el canciller de los últimos meses que es mucho menos conocido que los anteriores, es formado y leal hasta el final con Evo. También suena Alberto Gonzáles, el gringo, y suena, como no, Andrónico Rodríguez, heredero de las Federaciones del Trópico y de todo lo demás, pese a su edad. También Adriana Salvatierra, aunque su doble nacionalidad renunciada genera dudas.
Queda tiempo y quedan sin duda sorpresas. Nada está escrito, salvo que el MAS necesita de alguien que lo dirija. Aunque no quiera.