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Gobierno enTrumpado, Oposición Trumpeada y viceversa

Laclau lo advirtió, el populismo no es ni de derechas ni de izquierdas, pero cuando se da con la tecla es infalible, arrastra masas, suma voluntades colectivas diferentes pero con aspectos en común en una máquina electoral contundente.

La Mano del Moto
  • 20/11/2016 04:00
Gobierno enTrumpado, Oposición Trumpeada y viceversa
Gobierno enTrumpado, Oposición Trumpeada y viceversa
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Donald Trump ya es presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, la mayor potencia militar del mundo. Con absolutamente todos los poderes en contra y con su controvertida personalidad a cuestas ha logrado imponerse en una campaña sucia donde las haya y que ha subido un nuevo escalón en esto de la forma de hacer política en el panorama internacional.Después de semana y media de crónicas y análisis de lo más variopinto en todo el mundo sobre la victoria del magnate las emociones se han ido modulando, pasando de la decepción al autoflagelo. Los que anticipaban el fin del mundo y el caos nuclear y los que insultaban al norteamericano medio que no sabe situar Bolivia en un mapa han ido dejando paso a los que buscan motivos en una prensa colgada del algoritmo de Facebook y una sociedad apática guiada por la codicia que hay que reeducar.En general, quienes no creían en un Trump presidente siguen anclados en el “no puede ser” y presentando al magnate como un monstruo de siete cabezas, fascista y arrogante capaz de destruir el planeta si se despierta con un mal día. Insistiendo en que no fueron ellos los que se equivocaron sino los votantes, como ya pasó tras el Brexit o tras el referéndum por La Paz en Colombia.La cuestión es que Donald Trump es el nuevo presidente de los Estados Unidos, la primera potencia militar del mundo, y que en torno a él se debe articular el nuevo orden mundial, que también tendrá su impacto en Bolivia.Como aclaración previa, también su antecesor Barack Obama llegó en 2008 a cambiar el mundo con un discurso ilusionante y progresista. El mundo sigue en su sitio. Obama y sus fracasos son seguramente quienes más han contribuido a la victoria de Trump. Obama, dicen, no pudo cambiar nada porque no le dejó el sistema. Y el sistema es Trump y sus multimillonarios negocios, aunque en su campaña esa responsabilidad de ser se la traspasara de forma brillante a Hillary Clinton, que estuvo siempre.

Gobierno entrumpadoA priori, para el Gobierno boliviano de Evo Morales, el cambio en la Casa Blanca afecta poco o nada a sus intereses y prioridades. El intercambio comercial es mínimo, aunque EEUU haya pasado a ser el segundo destino en valor de los productos bolivianos. Las relaciones están demasiado rotas y no hubo acercamiento posible ni aún con Barak Obama.Donald Trump es un ultranacionalista, un conservador económico pero no es un neoliberal radical. O no tan radical. Tampoco es un halcón del pentágono. Trump no va a emprender ninguna aventura en la que no esté bien clara la ganancia de los Estados Unidos de América lo cual es un gesto de agradecer. Las sonrisas impostadas y las menciones a la paz y amistad mundial están muy desgastadas y sirven para poco.Sin embargo, hay aspectos de Donald Trump que van a poner en figurillas al actual Gobierno. Trump quiere devolver empresas deslocalizadas a suelo estadounidense y consumir lo propio con preferencia, cargando de aranceles la importación. Bolivia ha entrado en los últimos años en una deriva de deslocalización de ganancias, con la contratación de obras a empresas extranjeras por doquier, llegando al paroxismo en el caso de las alfombras persas del Ministerio de Economía y su “no podemos comprar cualquier cosa” en referencia al mercado local.A Trump se le presenta como un racista sin corazón porque quiere sacar del país a todo inmigrante ilegal, aunque tras el triunfo electoral se haya matizado con que serán “solo” los indocumentados con antecedentes penales.  Hace una semana, en plena crisis, el ministro de Gobierno Carlos Romero aprobó por decreto la creación de un censo de extranjeros cuyo objetivo no parece ser precisamente el de otorgar beneficios sociales. Trump habla de muros, en Bolivia el control migratorio y las trabas burocráticas no han parado de crecer. Incluso con impuestos al turista.Ahora bien, el Gobierno tiene además problema de concepto en su praxis política. Su ejercicio populista del poder está dejando de tener impacto. La toma del poder fue de manual, los primeros pasos que incluían la nacionalización de los hidrocarburos y la Constitución tuvieron el respaldo popular, pero desde que se quedó sin la oposición regional, sus avances siempre han tendido al centro sin cumplir algunas viejas aspiraciones populares como una mejor salud o educación; incluso impulsó torpemente un “gasolinazo” que le acabó pasando factura en sus bases sociales. En los últimos años ha demostrado más esfuerzos en acercarse a los empresarios y poderes económicos que en profundizar la “revolución populista que lo llevó al poder” y no pocos temen el efecto de la “restauración conservadora”.Además, con probabilidad el Gobierno tendrá que hacer maniobras para encajar su relación con Rusia y Vladimir Putin como socio preferente mientras este retoma la relación con los Estados Unidos de Donald Trump, que sin duda va a dar mucho que hablar en el futuro y con un agravante, Bolivia se sentará en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el próximo año, una de las instituciones que seguramente quedará peor parada con el nuevo eje Moscú – Washington.

Oposición TrumpeadaEl triunfo de Donald Trump en Estados Unidos no pudo ser posible si no hubiera logrado la nominación del Partido Republicano, o quizá sí, pero fue sin duda la batalla interna lo que le perfiló como mejor candidato a los ojos del gran público no afiliado a ningún partido y que al final, es quien le ha dado la victoria. Trump fue irreverente y desafiante con sus rivales de partido, menospreció a las vacas sagradas y cortó por lo sano cuando algunos orquestaron aquello de que el partido le negaría la nominación señalando que iría por su cuenta.En Bolivia, la oposición sigue fragmentada y sin renovación. Cada cinco años todas las puntas convocan a la unidad de la oposición, sea desde el neoliberalismo de Tuto, la democracia cristiana condescendiente de Samuel Doria Medina o la socialdemocracia high de Luis Revilla o desde la reivindicación confederal ultra de Rubén Costas, y tras el fracaso de la opción, cada uno hace la guerra por su cuenta.El ejemplo Trump: prepotente, agresivo e insolente con los teóricos aliados puede que se asiente entre quienes gustan de imitar y probar lo más “in” en política. Es lo que está de moda. La campaña del “Brexit” fue un espectáculo de payasos y mentiras; la campaña por el No a la paz en Colombia jugó con fuego y con medias verdades…¿Será posible un candidato boliviano en centrar su próxima campaña en un sector de la población decisiva, como por ejemplo el mestizo urbano, y atacar sin piedad a las otras? Es posible que solo el voto obligatorio, que evite la abstención que triunfó en el Reino Unido, en EEUU y en Colombia, nos libre de un show parecido.

¿Quién es el Trump de los Andes? La campaña estadounidense es teóricamente larga, por aquello de las primarias en los partidos, sin embargo en estas latitudes es permanente, algo que no favorece la aparición de un “fenómeno Trump” en el escenario. 

Lo más parecido a Donald Trump en este hemisferio es Mauricio Macri, el presidente argentino, también multimillonario, que hizo una campaña al sprint hablando de narcotráfico, inseguridad y criticando con todas las armas las políticas económicas de Cristina Fernández. Un año después la Argentina no está mejor, pero su triunfo en las urnas fue contundente.

Chile es otro de los países con un establishment bien asentado, de hecho la sucesión de Michelle Bachelet se prevé entre políticos de larga trayectoria entre los que se cuentan al propio Piñeira, pero también a Ricardo Lagos o a José Miguel Insulza entre otros, por lo que podría darse el fenómeno de la irrupción populista alejado del círculo de poder.En Perú el populismo de derechas no es novedad. Fujimori es el padre de todos ellos y sus ramificaciones familiares siguen intentando elección tras elección el asalto al poder. En las dos últimas elecciones se ha logrado frenar en segunda vuelta y por escaso margen a Keiko Fujimori dejando un país dividido en dos. El próximo asalto parece que lo protagonizará el otro vástago, Kenji Fujimori.En Ecuador Correa abandonará el poder el próximo año y no se prevé que su sucesor, menos carismático, consiga alzarse con el poder. La oposición, bastante cohesionada frente a Correa tampoco necesitará muchas luces de artificio trumpista para lograr su objetivo. En Brasil, no tan populista pero de izquierdas, aunque sea de concepto, el proceso ha sido aplastado por la corrupción.En Venezuela el populismo se llamaba Chávez, todo un ícono del siglo XXI en una potencia hidrocarburífera de primer orden y radicalmente desigual. Sus opositores, que eran muchos, se han agrupado en la Mesa de Unidad que ahora sí parece ha subido del 50 por ciento.En Colombia, un país en el que la izquierda brilla por su ausencia por el efecto FARC, tanto Santos, que no podrá ser reelecto, como Álvaro Uribe, que parece tener la intención de volver a postular a la presidencia, se han abonado al populismo con una ventaja añadida, en Colombia el voto no es obligatorio y por ende, la apatía y la abstención son las que triunfan en cada proceso.

¿Hay un Trump boliviano? Sobre el papel, el político más parecido a Donald Trump sería Samuel Doria Medina por aquello de la billetera, la capacidad económica de autofinanciarse sus campañas y el despliegue de seguridad que le acompaña. Hasta ahí serían las semejanzas formales, aunque posiblemente en materia económica se podrían encontrar algunas más en lo neoliberal y menos en lo conservador luego de su venta de Soboce a capitales peruanos. Doria Medina estuvo incluso en la Conferencia Demócrata que eligió a Hillary Clinton como candidata Demócrata. Tampoco en lo lenguaraz parece asemejarse.

Con la lengua, Jorge Quiroga es el político más dado a los titulares fáciles, a los pareados y a las bromas de doble sentido para atacar al Gobierno. Quiroga es también experto en atacar a los medios y robarse el show, muy al estilo Trump. Eso sí, después de dos décadas en política, su factor sorpresa no impactaría.

Rubén Costas lo negará, pero en casi cualquier mente se trazarán paralelismos entre él y Trump sobre las cuestiones raciales fruto de los viejos tiempos. Costas si es un duro, pero no parece que en la Bolivia de hoy se puedan volver a hacer jueguitos sobre asuntos centrales y delicados.¿Hay margen en Bolivia para que aparezca un outsider populista capaz de derribar un gobierno tan estructuralmente sólido como el de Evo Morales? No lo parece, sin embargo los asuntos de corrupción, de despotismo, las cifras megalómanas y el progresivo alejamiento de las bases con el fin de integrar a nuevos sectores, unido a la erosión de la década en el poder empieza a dejar flanco en el Gobierno de Evo Morales.Página Siete ya ha propuesto a su candidato, que tampoco es novedad, un Carlos Mesa que, asegura, ganaría en la segunda vuelta a Evo Morales.  Mesa conecta con la clase urbana media alta, que sigue siendo minoría en Bolivia y no parece que pueda abonarse a una teoría populista que sume nuevos sectores.Si algo ha quedado devaluado en los últimos procesos son precisamente las encuestas, cada vez más útiles para servir los intereses debidos.

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