El Consejo de (in)Seguridad de la ONU
La guerra en Siria o en Libia, el proceso de paz en Colombia o las paranoias armamentísticas de Corea del Norte estarán en la agenda del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en enero de 2017,



cuando el representante del gobierno de Bolivia ocupe uno de los diez asientos no permanentes que lo conforman. Sin duda una oportunidad para ejercer la diplomacia al más alto nivel en el marco de ese organismo desigual.El gobierno de Bolivia, a través de su embajador plenipotenciario en la ONU, Sacha Llorenti, ya ha dicho que sus prioridades serán el reconocimiento pleno de Palestina como Estado y la verificación de la paz en Colombia.El tema palestino está muy avanzado en las Naciones Unidas, su bandera ya ondea en Nueva York, pero mientras el Estado Islámico o cualquier otro grupo armado en la región del Oriente Próximo sigan amenazando la integridad de Israel (aunque en el caso concreto del ISIS no es la principal prioridad) no habrá posibilidad de seguir avanzando hacia la paz.El tema de la verificación de la paz en Colombia si estará caliente. En enero de 2017 se acabarán de cumplir los 180 días pactados entre las FARC y el Gobierno colombiano para entregar las armas, algo que debe ser avalado por las Naciones Unidas entre otros organismos. En ese entonces empezará la campaña para que, mediante un referéndum, la población apoye las medidas. O puede que no. Una parte de la sociedad colombiana con el ex presidente Álvaro Uribe, ahora senador, como referente está en contra del proceso de paz negociado por Juan Manuel Santos y los líderes de la guerrilla. No van a faltar palos en la rueda y pugnas internas y externas que salpicarán y pondrán en solfa la misión de las Naciones Unidas. En ese contexto, la voz de Bolivia como referente de la región puede ser importante.
El efecto TrumpPero en cualquier caso, el verdadero terremoto que espera el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no viene de fuera, sino de dentro. El magnate Donald Trump ya es el candidato del partido republicano a presidir los Estados Unidos y las encuestas le dan un empate técnico con la candidata demócrata Hillary Clinton. Casi la totalidad de la prensa internacional se mofó de que un ultra como Trump, racista, xenófobo y proteccionista al tiempo que ultraliberal confeso se hiciera con la nominación, y lo hizo, por lo que no es difícil de prever un triunfo del populista, que encarna a la vez el rechazo al sistema político tradicional y las antípodas de Barack Obama, que en general ha gobernado ocho años decepcionantes.Si Trump aterriza en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el multilateralismo se habrá acabado. Y no es que el concepto haya sido especialmente utilizado. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se basa en la inequidad en la que cinco países (Rusia, EEUU, China, Reino Unido y Francia) tienen derecho de veto sobre las demás. Lo único que importa es el voto de esas cinco naciones. Y cada una, evidentemente, solo piensa en sus propios intereses. Una administración Trump acentuará estos conceptos, a ratos disimulados en la partida geostratégica. Defender la triple a (AAA) del Tesoro de los Estados Unidos e imponerlo sobre el resto es la verdadera misión. Donald Trump ha defendido el unilateralismo con el que la administración Bush arrasó Afganistán, pero también el derecho a no participar en operaciones que no le garanticen éxitos inmediatos. Lo que parece evidente es que, si la era Obama no ha sido de paz, menos parece que lo vaya a ser, si consigue la victoria, la era Trump.Bolivia asistirá además a un choque de trenes con admiración mutua confesa, Vladimir Putin y Donald Trump, dos ególatras demasiado parecidos en sus planteamientos globales y con similares aspiraciones personales más que políticas. A Putin se le acaba el tiempo, pero lleva demasiado esperando.En ese escenario Bolivia se sentará en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a ver en primera línea como cambia el mundo. O quizá a algo más.