Aquella Guerra del Gas

El gas se nacionalizó en 2006, hasta hoy la industrialización sigue siendo testimonial

Han pasado 20 años desde uno de los momentos decisivos de nuestra historia. Conocida como la Guerra del Gas, aquello fue de alguna forma el colofón a un proceso de resistencia, una suerte de liberación ante un progresivo deterioro del Estado que quién sabe cómo hubiera terminado y que dos décadas después, vuelve a analizarse y reinterpretarse.

La mecha del estallido definitivo la prendió el proyecto GNL Pacific que tenía por epicentro el megacampo Margarita entonces recién descubierto en Tarija. Los números entonces eran grandiosos: las certificadoras hablaban de hasta 60 TCF de gas en el país y cantidades exorbitadas en regalías e impuestos. Huelga decir que en Tarija el consenso aprobatorio era prácticamente total.

Por entonces Gonzalo Sánchez de Lozada había vuelto al poder con la intención clara de profundizar los cambios y la privatización del país iniciada en los 80 y 90 por él mismo, pero por entonces también ya habían sonado las alarmas en todo el mundo ante el inminente fracaso del modelo neoliberal. Argentina, por ejemplo, había quebrado por completo y más allá de la crisis de las tecnológicas, el sur global advertía que aquel modelo de capitalizaciones y venta de sectores estratégicos no estaba favoreciendo para nada a sus intereses particulares.

Sánchez de Lozada había aguantado mal que bien la crisis de febrero desatada por la pretensión de introducir un impuesto al salario, vigente en casi todos los países del mundo y defendido mayoritariamente por las izquierdas en tanto garantiza la progresividad y la redistribución de riquezas. Sin embargo, aquella iniciativa en aquel contexto de capitalizaciones fue entendido como una pretensión de que fueran los trabajadores – se imponía impuesto incluso al salario mínimo – los que pagaran la crisis mientras los más ricos se quedaban con el patrimonio estatal.

La caída de Goni fue la consecuencia del progresivo deterioro de la vida en Bolivia, aunque el detonante fuera la intención de exportar el gas por Chile

El proyecto GNL era uno de esos ejemplos. Los datos y la evolución del mercado del gas evidenciaban que el proyecto que estaba proponiendo Repsol no era un buen negocio, pero tuvo que ser el perfil nacionalista el que detonara la situación: el proyecto pretendía instalar puertos en el archienemigo Chile para llevar el gas en barcos metaneros hasta California y el norte de México.

Es verdad que luego entraron en juego otros detonantes, la propia actitud de un gobierno clasista y con dejes totalitario – aunque ahora sus protagonistas se las den de libertarios -, los muertos, la represión, etc., que hicieron que la movilización nunca se detuviera mutando el significante a uno de esos vacíos que explicaba el maestro del populismo Ernesto Laclau: “Fuera Goni”.

Aquella movilización ha marcado el signo de nuestro tiempo sea cual sea el punto de vista del que se lo contempla. Ahora, cabe la reflexión sobre qué sucedió con aquella agenda en todo este tiempo, pues si bien es verdad que el gas se nacionalizó en 2006, hasta hoy la industrialización sigue siendo testimonial: solo la planta de amoniaco y urea pueden considerarse así mientras las Separadoras se constituyen en grandes elefantes blancos.

Las fechas redondas suelen servir para ponerle más ahínco no solo al homenaje, sino a la reflexión. Capaz esta vez cabe incluso un poco de autocrítica sobre lo que pasó después con aquel gas de la guerra.


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