La autoridad política y los riesgos de la nueva ola de la pandemia en Tarija
En plena campaña no conviene especular con la adquisición de vacunas ni basta con anunciar intercambios de banderas por barbijos, sino hacer lo que se supo hacer, y, sobre todo, tener autoridad para hacer cumplir las normas
Tarija es, hasta el momento, el tercer departamento con más casos acumulados de Covid-19 en el país. La pandemia empezó en marzo con dos casos identificados el mismo día, uno en Santa Cruz, otro en Oruro, aunque considerar que esos dos casos “cero” fueron el origen de la cadena que se expandió a lo largo y ancho del país sería una ingenuidad.
Como todo se hizo de aquellas maneras, más pensando en la elección que en la salud o en la economía, en Tarija nos metieron en cuarentena en marzo y nos “libraron” en mayo, justo cuando el 4 de ese mes se registró el primer deceso, que además era el primer caso registrado en Yacuiba: tasa de letalidad del 100%.
La pandemia llegó tarde, sin ironías chapacas, y faltaron demasiadas cosas: camas UTI, laboratorios, pruebas PCR, médicos y muchas cosas más. Con todo, la autonomía tuvo algún efecto en esta crisis, y se pudo entrar en la dinámica del rastreo masivo. En ese sentido hubo un mérito colectivo de gobernación y municipios que lograron un mínimo de coordinación con el COED.
Nadie ha logrado explicar qué es lo que pasó con el virus en Bolivia, pues llegó al pico cuando el Gobierno en campaña dijo que debía llegar
El método fue eficiente, pero entre tanta ignorancia y susceptibilidad, el Gobierno de Jeanine Áñez acabó por exigir que se dejara de contabilizar esos casos positivos, porque causaba alarma social. Es decir, que solo se podían reportar los positivos PCR, de cien dólares cada una, y lamentablemente desde el nivel departamental no hubo la fuerza o voluntad suficientes, para mantener un sistema de información que había demostrado ser efectivo.
Nadie ha logrado explicar qué es lo que pasó con el virus en Bolivia, pues llegó al pico cuando el Gobierno en campaña dijo que debía llegar – en mayo dijo septiembre – y después llegó a mínimos justamente entre la elección de octubre y la salida del poder de Áñez, como ella misma recuerda por twitter a cada ocasión que tiene. Y ahí es donde se pudo percibir la letalidad de esa mezcla antinatura que significó ser candidata a la vez que gestor frente a una pandemia de dimensiones devastadoras.
Como se fue ha vuelto, y varias iniciativas que en su momento parecían pertinentes, como los testeos masivos brillan por su ausencia mientras los responsables políticos aplican el mismo manual que Áñez, salvo que esta vez no están en campaña nacional, sino subnacional. Y ahí es donde pincha Tarija. Avances científicos, como el de las pruebas lamp que se anunciaron con bombos y platillos se han esfumado al parecer sin rastro, y los comités científicos que se formaron con calificativos altisonantes, parecen escondidos por las inauguraciones de casas de campaña.
El virus no había pasado cuando el conjunto social pareció levantar las manos, pero el relajo se hizo generalizado empezando por las autoridades departamentales, que hablaron de un registro de casos propio y otros asuntos que en realidad nunca se implementaron. El virus desapareció de la misma manera que lo hizo a nivel nacional, y de la misma manera, no se tomaron los recaudos adecuados para prever el personal o los insumos médicos necesarios. Y los laboratorios…
En plena campaña no conviene especular con la adquisición de vacunas ni basta con anunciar intercambios de banderas por barbijos. Lo urgente es volver a hacer bueno que se supo hacer el anterior año, adaptando a las nuevas técnicas y avances tecnológicos – ivermectina, pruebas de antígenos, etc., - que han dado resultados locales, pero lo imprescindible, además, es tener la autoridad suficiente para dar las instrucciones precisas y hacerlas cumplir. La autoridad es la autoridad. Nunca vale ponerse de perfil, menos aún si se está en campaña.
