Hace mucho tiempo, La sombra del miedo
Las fuerzas más grandes que impulsan la narrativa en general nacen
Las fuerzas más grandes que impulsan la narrativa en general nacen, de la íntima infancia, de la tierra donde se ha nacido, del amor y de la muerte. La sabiduría de un escritor o el tino, radica tal vez en detenerse a esos ámbitos humanos. René ha escogido tres de ellos: Los recuerdos de infancia que deslumbraron el interior el interior de su alma, la tierra que penetró con sus historias tremendamente locales y la muerte, como espacio sobrecogedor, tétrico y misterioso.
Sin embargo estos temas no serían suficientes en sí mismos, si no se cruzara el artista, el hombre letrado y dueño de un lenguaje exquisito, con mucho recorrido entre libros, como es René Rivera Miranda, escritor, poeta, editor, docente universitario, director del proyecto televisivo de entrevistas a escritores, “Fe de Erratas”, estudioso y analista literario, director de la carrera de Lingüística Aplicada a la Enseñanza de Lenguas, Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UMSS, que da singulares niveles a lo narrado. Y estamos frente a un libro cuidadosamente elaborado.
Todo fue oído, sentido, pensado hace mucho tiempo, en la infancia en que había crecido el miedo. Muchos años después, el miedo, recuperado por el hombre trabajado por las letras, y ahora, en total correspondencia con esa dimensión inmensamente visual que vivimos como humanidad le da a la edición un nivel donde los mensajes visuales macabros, tumbas, cruces, muertos, rostros feroces, acrecientan el miedo ya dicho en el texto, y esto debido gracias a la sensibilidad de otro artista como es Ramiro Ortega.
Y algo más que da singularidad al libro, es una edición de lujo: tapa dura, elementos sugerentes de entrada: un cadáver colgado de un árbol, una mariposa de la muerte, un cofre o tapado con joyas y monedas, cruces en tumbas, y una oscuridad casi total en la portada. Las contraportadas interiores, pensadas también, todo en sepia y las ilustraciones interiores también en sepia, comunican el mundo tenebroso de espanto y escalofrío. Estamos pues, ante un libro singular.
De principio percibimos una atmósfera chapaca, lugares, expresiones, costumbres que son exclusivas de esa región boliviana y que se mantiene a lo largo de la obra. Protagonistas varones de mucha hombría, donde se juega la fuerza, la valentía, la resistencia, lo temerario. Las mujeres, están casi ausentes. Con excepción del cuento titulado “Dos de noviembre”, donde el cadáver colgado de un árbol, al que Don Polonio azota, en un acto de desafío, es en realidad de una mujer que después, vestida de zagala tentadora lleva al protagonista hasta la cama donde se produce la metamorfosis de zagala en cadáver vengador. Las demás mujeres que aparecen son impresionantemente cadavéricas, desdentadas, silenciosas, compañeras de los temerarios varones de las historias.
Algunos de los cuentos se acercan mas bien a novelas breves, como el “Tapado de la Loma Seca” donde las historias interiores se enlazan unas con otras y con otras, donde está la muerte de los buscadores del tapado, la persecución de lo maligno a los que osan buscar el tapado, prolongando así la tensión narrativa hasta el fin, sin rebelarlo, sin destaparlo, sin encontrarlo, solo sugerirlo, por las monedas que queman la mano del último poseedor del secreto, del mapa completo del lugar donde se encuentra el tapado, el signo de muerte para los nuevos buscadores.
Ese final sugerido simplemente, viene a ser otra estrategia muy bien manejada por el autor que incita al lector a entender, intuir el futuro de la historia. Lo no dicho, el misterio escondido es también otro elemento del terror, hábilmente incluido. Se da también en los cuentos “La tumba vacía” y “Las campanas de Canasmoro”.
Otro elemento constante en los cuentos es la atmósfera, o entorno, que rodea los sucesos y personas: lluvia constante, niebla, noche, frío, oscuridad, truenos, ríos, aguas, cauces, torrentes, que confunden o impiden a los personajes llegar a su destino.
Igualmente, peleas, sangre, putrefacción, podredumbre, componentes nauseabundos, mal olientes, cuerpos en descomposición, situaciones torvas golpean al lector. El autor consigue que los sentidos, la vista, el oído, el olfato, la piel, reciban esas sensaciones para causar estremecimiento y horror justamente. Afortunadas estrategias que se vinculen con el título del libro La sombra del miedo.
Para alcanzar estos logros el escritor ha analizado y sopesado estos aspectos. Nada es casual, en el arte todo tiene su razón de ser, su impulso, su origen, su vibración.
Felicitamos al autor que ha sabido transformar los miedos de la infancia en excelentes relatos sin edad, -de miedo para los niños, de miedo para los adultos que todavía tememos a la oscuridad, a los sonidos en el silencio de la noche, a la sangre, a las tumbas, a las mariposas nocturnas.
Es un libro que circulará por las mochilas de los estudiantes que aman los escalofríos y las historias de seres valientes. Felicidades al ilustrador, Ramiro Ortega, que ha secundado al autor, posiblemente con las mismas emociones.
Felicidades al amigo y colega que no permitió que las historias que escuchó en labios de su padre y sus mayores, que no permitió -decíamos- se pierdan en los caminos de los pueblos o entre los muertos que las contaron. Gracias, René.