Extraído del libro TARIJA LAS RAÍCES DE LO NUESTRO de Edwin Rivera Miranda
La festividad de la Pascua Florida en el barrio la Pampa
A principios del Siglo XX
A principios del Siglo XX, las diferencias entre los barrios de la ciudad eran notorias; teniendo un contraste hasta en sus fiestas religiosas.
El Molino celebraba a La Virgen del Rosario (fiesta de la aristocracia)
Las Panosas, a San Plácido (festividad de los letrados);
San Roque con su santo homónimo (festividad de los artesanos y chapacos).
Pero, el barrio La Pampa no celebraba a ningún Santo o a la Virgen María; sino, a una actividad religiosa: La Feria de la Pascua de Resurrección o “Florida” (celebrada en sus principios por chapacos que llegaban a este sector de la ciudad).
Francisco Ustarez Huanca “el arrebato”; con su violín, era el gran amenizador de esta “Feria”.
Nuestra gente campesina, conocida como chapacos, de emociones eminentemente cristianas y ferviente fe, se preparaba con tiempo a festejar la Pascua, con devoción y alegría, previniéndose para ello de estrenos de ropa, rivalizando el lujo en su vestimenta, particularmente las mujeres. Los hombres acomodaban y afinaban sus violines, instrumento típico de la época, fabricados rústicamente por ellos mismos, para pulsarlos con entusiasmo al comenzar el Sábado de Gloria, después del canto de Aleluya por la Iglesia.
En el lugar anteriormente denominado “Pampa de las Carreras”, hoy “Prado Bolívar”, se instalaban tupidos toldos de lona a cargo de los puebleños, en cuyo interior se acomodaban bancos, mesas y se proveía de tazas de porcelana, listas para servir a los parroquianos los tradicionales “canelaos”, “dianas” y “calientes”. La gente que no tenía dinero para colocar toldos, encendían sus fogatas en el suelo, a la intemperie, alrededor de cuyas lumbres los clientes se sentaban en cuclillas para tomar las cálidas bebidas que eran servidas en vajillas de barro cocido, fabricados por la cerámica de los campesinos. Al calor de los tragos sonaba melodiosamente el violín con arpegios especiales interpretados rítmicamente por la clase campesina, con el acostumbrado zapateo, intermediando con cantares y versos vernaculares.
“La Feria”, como se llamaba a estas concentraciones, duraba hasta las cuatro de la mañana del domingo, hora en que las campanas del templo Matriz invitaban a asistir a la misma que era celebrada con pompa en la Catedral y de donde salía la procesión (“Folklorismo Calendario…).
Lastimosamente, en 1948 se desarrollan hechos lamentables en la “La Feria” de la Pascua Florida. El periódico “Crónica” en su edición del 25 de marzo de 1949, señalaba:
Feria de Pascua
En Tarija se ha venido por llamar Feria de Pascua, al teatro de perdición que se efectúa en La Pampa, sin consultar motivo benéfico alguno, pues, antes bien, no se hace allí sino que amparar al alcoholisto y proteger la inmoralidad. Si en otros años, imprimía en los concurrentes campesinos una expresión folklórica, desde hace poco lapso, ha tomado la tal “feria” otro rumbo. Allí se pelea a discreción, se emborrachan menores y, a discreción, se comete todo género de inmoralidades ante la expectativa de los niños, aparte de que las expendedoras de licores especulan a su antojo con sus canelados y “néctares”, sin control de naturaleza alguna.
La vieja Pascua tarijeña, ha dejado de ser. El poblano ha sustituido al campestre con sus victrolas, guitarras y mandolines. La mundanal orquesta ha ocupado su trono, despojando al tradicional violín. Ya no se zapatea allí “a la chapaca”. El zapateo es otro. Tiene el paso de vals o de tango, por veces, esto si de conga. No hay nada singular. Todo es ficticio. Las imillas se han desprovisto de sus coloridas polleras para sustituirlas con faldas a la europea, o a la “gaucha”. Lo pintoresco y propiamente nuestro, se los ha robado el tiempo y las “modernas” costumbres. No sería raro que este año en vez de una “partidita” de taba, se presenten varias de loba o de bridge. En consecuencia, nada mejor, ni nada más oportuno que suprimir este ángulo de perdición. Si la Municipalidad ha de perder rentas al restarse entradas por concepto de impuestos; en cambio, ganará mucho al tronchar lo que no está en buenas costumbres ni al tono ganado ya por nuestra ciudad y población.
Si es que ha de persistir por su continuidad, entendemos que se le dará el verdadero valor de feria con premios y estímulo a los concursantes, impulsando así nuestras industrias y riquezas naturales. Esto sería hacer bien por el bien del “pago”.
A pesar de los reclamos, se siguió celebrando esta fiesta en el barrio La Pampa.
En 1950, el Concejo Municipal de Tarija, organiza un Concurso Literario Histórico, para conocer los orígenes de la Pascua en Tarija (con un premio de 1.000 Bs.) El jurado calificador estaba compuesto por Octavio Campero Echazú, Octavio O’Connor d’Arlach Velasco y Pablo Colodro Robles. Se presentan tres ensayos, suscritos bajo seudónimos:
1. La Mañana de Pascua en Tarija, de Nicodemo (Luis Echazú Suárez)
2. La Fiesta de Pascua en Tarija, de Molineño (Alberto Sánchez Rossel)
3. Fiesta de Pascua en Tarija, de Don Juan del Guadalquivir (Alberto Rodo Pantoja)
Después de un atento estudio de los trabajos, el 27 de abril de 1950, el Jurado Calificador resuelve:
Dejar sin efecto la adjudicación del premio de mil bolivianos establecido en la Convocatoria, por que las composiciones fueron publicadas con anterioridad al siguiente fallo. Tal es el caso de La Mañana de Pascua en Tarija que aparece en el Suplemento Literario de “La Razón” de 9 de abril del presente año firmada por el señor Luis Echazú Suárez y el de La Fiesta de Pascua en Tarija que se encuentra publicada parcialmente en el conocido libro “Tierruca Chapaca” de Alberto Sánchez Rossel. Sugerir al Concejo Municipal, que la suma de mil bolivianos sea invertida en la publicación de un opúsculo integrado por las tres composiciones citadas
A principios de marzo de 1969, el alcalde, Ariel Coca Aguirre, mediante Ordenanza Municipal, institucionaliza la “Pascua Florida” en dicho barrio.
POEMA
LA PASCUA FLORIDA
De José Raña Peláez
Ya no es la misma
florida y risueña
la bella campesina
que en mi infancia
entusiasta miraba,
como llegaban
con bellos “estrenos”
trayendo la ofrenda
que desde los cerros
recogían alegres
adornando los arcos
el día de la pascua
con flores y “payos”…
Ya no es la misma
Pascua inocente
sin alcohol ni malicia
ni deshonestos actos
Las calles desiertas
ausentes de arcos
causan tanta tristeza
a nuestros chapacos…
La feria en la noche
de tiempos felices
era todo derroche
de coplas y violines
que llenaban el aire
de ecos plañideros
zapateos y bailes…
El arte folklórico
en su sana expresión
es filón histórico
de nuestra tradición
¿Porqué matarlo?
Bendigo al hombre
que estimule
algo nuestro folklore.
La gente del campo
fiel conservadora
está amargada
porque la aplanadora
“tortando” va las calles,
y no hay agujeros
para plantar los arcos…
Con criterio ingenuo
nuestros chapacos
extrañan el derecho
que la tierra amada
les da en sus “pagos”.
No tengan pena;
que sus ofrendas
serán las prendas
que mejor tengan
para plantarlas
en sus corazones
y luego cantarlas
con música de flores…
Tarija, abril de 1950.