Extraído del libro “Tarija. Las Raíces de lo Nuestro” de Edwin Rivera Miranda
El cementerio general de la ciudad de Tarija
Fue en el siglo XIX que surgieron los primeros cementerios públicos




Fue en el siglo XIX que surgieron los primeros cementerios públicos, pues en la América Latina no se diferenciaba la iglesia del cementerio. Era común sepultar a los cadáveres en el espacio sagrado de las Iglesias o a su alrededor. La palabra “cementerio” era utilizada sólo para designar la parte externa de las Iglesias, el patio.
A principios de siglo XIX surgió una inquietud político - sanitaria, un sentimiento de angustia traído por la noción de salubridad del desarrollo urbano. En este período, una amplia literatura médica comenzó a divulgar que los entierros en las iglesias ofrecían riesgos de infecciones y enfermedades contagiosas. Así, surgieron las quejas ante los entierros dentro de las iglesias basadas en dos aspectos: de higiene pública (amenaza de epidemias) y moral religioso (vergüenza de enterrar a los humanos dentro de las iglesias de esa forma, amontonados unos sobre otros), contribuyendo al surgimiento de una nueva cultura fúnebre donde los muertos eran inhumados en su propia sepultura.
Con la fundación de la República de Bolivia, y con el Presidente Antonio José de Sucre (destacado masón), se prohibieron los entierros en las Iglesias. Con esos criterios, los cementerios debían ser localizados fuera de las ciudades; es por esta razón que el irlandés Francisco Burdett O’Connor (militar de entera confianza del Presidente Sucre, y uno de los impulsores de que Tarija pertenezca a Bolivia) fundó el actual Cementerio público de Tarija en 1827.
¿Cómo era el Cementerio o los Cementerios, que había en Tarija?
En la Colonia
En estos años, la preocupación por el destino del cuerpo no era tan significativa, había una mayor preocupación por el reposo del alma. Así, la elección del lugar de sepultura obedecía a una devoción religiosa. Los más ricos insistían en ser sepultados en el interior de las Iglesias y podían pagar por eso, los que tenían menos dinero eran sepultados en el atrio de las iglesias y los más pobres eran enterrados en fosas comunes unos sobre otros.
No había en aquella época panteón, y los cadáveres se sepultaban en las iglesias y sus cementerios. El panteón que hoy existe, fue mandado a construir en 1827 por el General O’Connor (“El buen Almanaque de ‘El Trabajo’ para 1893”).
· El andaluz Luis de Fuentes en 1574, fundó oficialmente la villa de Tarija, secundado del P. Francisco Sedeño, de la Orden de Santo Domingo (dominicos); ocupando esta Orden los predios entre las actuales calles: Gral. Trigo - Madrid - Marqués Campero y 15 de abril.
· En 1588 llegan los Padres de la Orden de San Agustín (agustinos), ocupando el actual espacio entre las calles: Sucre - Domingo Paz - Gral. Trigo y Bolívar (la actual calle Sucre, antes, se llamaba San Agustín).
· En 1606 llegó la Orden Franciscana (franciscanos), ocupando el predio entre las calles: Colón – Bolívar - Daniel Campos y La Madrid.
· En 1632 llegan los Padres de la Orden de San Juan de Dios (sanjuandenianos), ocupando el solar entre las calles: Marqués Campero - Alejandro Corrado- Juan Misael Saracho y Bolívar.
· En 1690 llegan los Padres de la Orden de la Compañía de Jesús (jesuitas), ocupando los predios entre las calles: Marqués Campero - Ingavi - Juan Misael Saracho y La Madrid.
Estas cinco órdenes religiosas, tenían sus Conventos y Cementerios en los predios que ocupaban. Es decir, que los únicos cementerios que tenía la villa de Tarija eran los de las órdenes religiosas. No existía un cementerio público (esto era una generalidad en la colonia española).
En la República
El segundo Presidente de la República de Bolivia, el Mariscal Antonio José de Sucre1, consecuente con sus ideas liberales, redujo el número de conventos y monasterios, permitiendo la exclaustración de religiosos y monjas, abolió los diezmos y primicias, y procuró en todo: depurar de vicios el elemento eclesiástico. Todo de acuerdo y con aprobación del Papa a quien consultó esas medidas. Así también, prohibió el enterramiento de cadáveres en las Iglesias, prescribiendo que aquél se hiciese en cementerios especiales; justificando estas medidas, en la higiene y salubridad pública.
El encargado de dar cumplimiento a la orden del Presidente Sucre en Tarija, fue el irlandés Francisco Burdett O’Connor, que, como primera medida, en 1827, instruyó construir un Cementerio General en la parte norte más alejada; y como segunda medida, expulsó (enmanillados y despachados a pie, hasta Oruro), a los religiosos dominicos, agustinos y a los sanjuandenianos. Transfiriendo los inmuebles de las órdenes religiosas expulsadas, al Estado y otras, a particulares.
La única orden religiosa que se quedó en Tarija fue la franciscana. Los jesuitas habían sido expulsados de las colonias españolas en 1767.
De esta manera, la ciudad de Tarija tuvo su Cementerio General o Público recién en 1827. Pero si bien se tenía el Cementerio en la ciudad, no era atendido por las autoridades, como se refleja en las noticias de esa época. El periódico “El Trabajo” en su edición del 6 de marzo de 1882, informaba:
Se parte el corazón al visitar nuestro cementerio público. Allí yacen botados los restos humanos, no hay un osario; en uno que en otro sepulcro existe una cruz que hace saber a los dolientes que allí descansan las cenizas de un ser querido.
Con frecuencia se cava un sepulcro sobre otro y se saca de la tierra cráneos cubiertos aún con pelo. Esto es triste: lo hijos no saben donde se hallan depositados los restos queridos del padre. En todas partes, las familias, construyen sus nichos para estar reunidos aún en la última morada del hombre; el hijo, la esposa, la madre pueden ir allí a rezar con su llanto las yertas cenizas de los padres, del esposo, de los hijos, pueden depositar una guirnalda de flores, pueden postrarse y besar ese pedazo de tierra bendita que contiene a seres queridos, que trae a la memoria recuerdos tan tristes como necesarios en la vida.
¿No podría la autoridad eclesiástica, de acuerdo con la municipal hacer algún arreglo al respecto? ¿No podrán venderse lotes de tierras a las familias que quieren construir sus nichos?
El 16 de junio de 1891, Tomás O’Connor d’Arlach, indicaba: El Cementerio que hoy tenemos se halla en un estado ruinoso, que es una protesta contra nuestra ilustración; pues desde sus inicios, ninguna reparación formal se ha hecho en aquel edificio.
El 5 de noviembre de 1902 en la ciudad de Tarija, se suscribió un acta de adhesión a la carta pastoral del Obispo de La Paz, Mons. Nicolás Armentía, en la que se impugnaba al proyecto de ley sobre la abolición del fuero eclesiástico y laicalización de los cementerios. El acta estaba encabezada por los Padres franciscanos (la única orden religiosa existente en Tarija).
En 1918, el Cementerio era administrado por Delfín Pino; el administrador del carro fúnebre, Onofre Soruco; cuatro eran los sepultureros (“Tarija su progreso y Provenir”. Julio Pinilla. p.92). En este año, la prensa señalaba:
El Cementerio de la ciudad de Tarija se encuentra en un estado ruinoso, sus muros completamente bajos, permiten el ingreso de animales, los cuales caminan por sobre las tumbas consumiendo hierbas y pastos, los perros van a roer los restos que contienen las sepulturas descubiertas, las cuales se abren de por sí, a consecuencia del terreno tan removido y falto de desnivel para el escurrimiento del agua de las lluvias, lo que permite formarse charcos de agua ocasionando el hundimiento de las sepulturas y mausoleos.
En febrero de 1919, el ingeniero municipal Guido de Voltaire y su ayudante Nils Cleming, realizan un Plano del cementerio, para proceder a la construcción del “Cementerio Nuevo”; lastimosamente, la Revolución Republicana de 1920, impidió el mejoramiento del campo santo.
El 2 de noviembre de 1992, J. Rodolfo Ávila publica un poema: En el Día de los Difuntos, en una de partes señala:
En el día de difuntos
…
Huesos en gran confusión.
Ruinas y desolación
aquí tan solo se ve;
por todas partes miramos
y siempre, siempre, encontramos
vestigios de lo que fue.
….
El Presidente del H. Concejo Municipal, Rodolfo López, en su Informe de Gestión (1926), señalaba:
El Cementerio General, requiere se lo mire con más interés, a fin de conseguir se lo coloque siquiera medianamente a la altura de otros que en regulares condiciones existen en los demás departamentos de la República. Como punto principal para su embellecimiento, precisamos medidas urgentes que tiendan a su arborización tan indispensable hasta para la purificación de una atmósfera, algunas veces pestilentes y malsanos, que se respira en la mansión de los muertos. En cuanto a esto hemos dado el primer paso, y esperamos que las municipalidades venideras continúen con esta obra difícil pero provechosa.
Sería conveniente también que, en este año, se trabajara un Angelorum, como se tenía proyectado y era el vivo deseo del Ayuntamiento; lo cual daría resultados satisfactorios.
La Comisión aludida, ha estado a cargo del señor Pedro Montellano, quien se ha preocupado en realizar serias reparaciones en la capilla y murallas del mismo local (“Informe del Presidente del H. Concejo Municipal”. 1926. Imprenta “La Comercial” de J. Mauro López).
Si bien se realizaron algunas mejoras y ampliaciones con la “Sociedad de Obras Públicas”, recién a partir de 1929 en la gestión municipal de Deterlino Caso, y con el principal impulsor, Isáac S. Attié, se realizó mejoras considerables. A partir de 1932, cuando Attié presidía la alcaldía, se realizó una refacción y ampliación total al Cementerio.
En su informe de gestión de 1939, Isáac S. Attié, señalaba:
Hoy el Cementerio de Tarija puede ostentar con orgullo su mole, se han construido muchos cuarteles de nichos, todos ellos de piedra y cal. La portada, administración, morgue, pavimento, avenidas, cripta, aceras, representan una obra imperecedera y grandiosa. Cemento, cal y piedra cantada es el material de construcción.
Cuenta con seis avenidas de 300 metros de largo y con árboles debidamente delineados. Tiene agua en abundancia de un pozo, con bomba especial. La venta de nichos da un ingreso de Bs. 40.000.
Ha durado su construcción 12 años. Tiene en la actualidad 1250 nichos, últimamente se han construido algunos mausoleos particulares y de instituciones locales. Se ha expropiado 40.000 metros cuadrados, a la gentileza del patricio tarijeño, don Carlos Blacud se debe aún más su ensanche, pues cedió gratuitamente, 10.000 metros de terreno.
Las aceras del Cementerio tienen 260 metros de largo de piedra canteada. Esta obra representa el esfuerzo máximo, días íntegros de afán a pleno sol, algunas veces sin llevar un bocado a los labios y renunciando todo bullicio, ha sido la misión impuesta, pero debidamente consagrada. Como un aporte de este noble pueblo a la Patria, se ha construido, aquí en Tarija, en su cementerio, el primer recordatorio a los caídos en la campaña del Chaco. Es la primera obra hecha en Bolivia, comenzó el año 1936 y se terminó en 1939. Esta cripta es un hermoso recuerdo a los oficiales y soldados muertos en Tarija durante la guerra, sin distingo alguno de su procedencia. Tiene 17 metros de alto con un basamento de nueve metros de circunferencia y tres metros de alto. Tiene varias placas recordatorias y a su alrededor las cruces de fierro donde están enterrados los muertos a consecuencia de la guerra. Cuesta su construcción la suma de 160.000 Bs., se va a poner una verja de fierro que, con portada y cruces, está avaluado en 80.000 Bs. Es una obra moral que hace honor a Tarija, a este pueblo, que con singular sentido patriótico no ha escatimado sacrificio alguno para honrar a sus héroes. Están enterrados en este cementerio 40 oficiales y 7500 soldados, todos recogidos en un solo lugar, vigilados con centinela y como una guardia de honor, por todo un pueblo, culto y sentimental.
Al acabar este capítulo, y para presentar los anhelos que guarda mi corazón para esta obra, que ha sido mi mayor rendimiento, quiero dejar constancia que 4 años de mis ingresos personales como Alcalde de esta Municipalidad, en un valor de algunos miles, están cedidos al Cementerio de Tarija.
Tal vez por ser de religión judía, Isáac S. Attié no colocó imágenes cristianas en el Cementerio General, que ratificarían con su presencia la profunda fe cristiana de los tarijeños.
1 Quizás uno de los capítulos más controversiales de la presidencia del Mariscal Sucre, fue su enfrentamiento con la Iglesia Católica, a la que confiscó casi todos sus bienes inmuebles y terrenos, que pasaron a manos del Estado y se convirtieron en colegios y cuarteles. La Orden de los Franciscanos fue una de las pocas que no fue afectada del todo, mientras que los monasterios y conventos casi desaparecieron en su totalidad.