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Paisajes y personalidades inolvidables de Entre Ríos

Allá por el año 1958 cuando contaba con escasos cuatro años comienza una etapa de vivencias valiosa,

Cántaro
  • Prof. Cira Flores Villarroel
  • 23/08/2020 00:00
Paisajes y personalidades inolvidables de Entre Ríos
Adhemar D’arlach Narvaez Foto: Edwin Rivera Miranda
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Allá por el año 1958 cuando contaba con escasos cuatro años comienza una etapa de vivencias valiosa, espontaneas, libres, rodeada de cariño no solo familiar sino de personalidades que marcaron parte de mi formación, a quienes guardare por siempre en mi memoria y corazón.

Entre Ríos, población rodeada de montañas y praderas; resguardaba por dos caudalosos ríos cada uno con características propias.

El río Pajonal de aguas cristalinas atemperadas que no solo servían para el riego, en su trayectoria contaba con balnearios naturales donde familias enteras se deleitaban calmando el calor del verano, entre las que recuerdo la Poza del Desecho, la Poza del Puente por su estructura metal y madera permitía a los nadadores hicieran gala de sus proezas atléticas, sus playas naturales de arena y las hojas del Tártago, eran utilizadas  como sombrillas para protegerse de los rayos solares, brindaban un encanto natural a propios o extraños que se apostaban en las tardes para el disfrute de sus aguas, unos nadaban, otros pescaban con cañas y anzuelos y amas de casa lavando la ropa, acompañadas de tertulias.

El río Santa Ana, más apacible de aguas cristalinas y frías, en su recorrido tenía una Poza llamada La del Diablo por la profundidad que tenía, en ese lugar se trabajó las Cajas y Toma del agua que llegaba por las cañerías hasta el pueblo.

Los bosques y praderas que rodean al pueblo de Norte a Sud, de Este a Oeste son de un valor natural incalculable para la población por su riqueza que guardan en sus extrañas y sirven para la agricultura, ganadería, vetas de sal, bosques para extracción de madera, sus caminos rurales invitando a un turismo rural.

La Cuesta de Castellón que inspiró a poetas y canta autores, lugar desde donde se divisaba toda la población famosa por su producción silvestre de zarzamora y sancha que en la festividad de la Virgen de Guadalupe los matacos forraban sus ponchos.

La Banda, propiedad de la Sra. Justa Vaca lugar de poseo donde se cosechaban un fruto exquisito llamado “Chilto” o las guayavillas y papayas. 

La Pampa y la Loma cuando llegaban las primeras lluvias se cubrían como un manto de flores de Alantuyas dando una característica única, su perfume y belleza inspiraban a los poetas y enamorados.

La variedad de colores del empedrado de sus calles resaltaban al culminar las lluvias tomando un brillo natural, la Plaza Principal fue siempre el lugar de encuentro de la población especialmente de los niños y jóvenes, sus palmeras, ligustres y el  centenario Reloj del pozo de agua su din don daba a conocer la hora a todo el pueblo.

El alumnado al salir de la escuela “Burdett O’Connor” se quedaban a deleitarse con los juegos tradicionales entre ellos, recuerdo las pepitas, la tuncuna, la zorra con guaguas, las pilladitas, ocultaditas, chorro morro y a manera de descanso los famosos cuentos, unos para reír, otros sentimentales y por último los de miedo, que nos enseñaba a retornar a casa temprano.

En la Festividad de la Virgen de Guadalupe el pueblo se llenaba de gente que venían de todos los cantones y desde otros lugares, llegaba la mayoría en hermosos caballos especialmente desde Chiquiaca, la Cueva y Salinas; del Chaco llegaban los matacos y cuñitas con una gran producción de cedazos de tejido con palma, lo más bonito la despedida a la Virgen en la Pampa, donde matacos, cuñitas, chiriguanos y la población de rodillas llegaban hasta la Virgen para hacerse pisar y bendecir; en este mismo lugar para el 25 de agosto, festividad del pueblo se desarrollaban las carreras de caballos, doma de potros y juegos tradicionales como el palo encebrado y la sortija.

Su población valiosa, donde casi la mayoría se conocían, recuerdo con mucho  cariño a mis maestros el Prof. Agustín Cardozo Director de la escuela, la Prof. Lucila Lema, Marina de Iturricha, Ernestina Mendieta, Marina Urquiza, Yola León, Otolina de Moreno, Luis Parra, Joaquín de la Quintana, Padre Rafael Romac que dio vida no solo a los estudiantes sino a toda la población, su obra de orgullo fue la construcción de la nueva Iglesia que es de puro bloques de piedra de colores.

Para que los estudiantes no interrumpen sus estudios, notables entrerrianos fundaron el Colegio Franz Tamayo prestando sus servicios gratuitamente durante dos años.

Familias migrantes destacadas en el comercio al Sr. Gabrun Amas y Flia, Mussi Obed y Flia, Fidel Exeni y Flia, Abrahán Baracatt y Flia, Clodomiro Ibáñez y Flia.

Los Guardianes del Orden llamados Carabineros el Sr: Julio Polilla y el Sr. Abel Ortiz.

Boticarios el Sr: Ángel  Moreno y Abrahán Rabaj junto a sus familias, un personaje a quienes los niños temían, el enfermero a domicilio, llamado con cariño “Don Colita” porque el colocaba las inyecciones, y como él, otro personaje que recorría las calles ofreciendo no solo verduras y flores, sino su sonrisa amiga de todas las amas de casa, la Sra. Alcira Vilca, el de los mejores refrescos dueño de la única fábrica de soda, el Sr. Guido Vera junto a su familia y que decir Entre Ríos la tierra de los mejores panes, de las Sras. Arminda Ortiz, Francisca de Velásquez y doña Prudencia Velázquez.

La población se destacaba por su amabilidad, cooperadora y siempre buscando mejores días para sus habitantes es así como en el trascurso de los años brindo importantes personalidades no solo a nivel local, Departamental, nacional e internacional. Dentro de su calendario cívico, cultural, Religioso y Folklórico, se destacan: el 15 de abril, 6 de agosto, 25 de agosto, La pascua Florida, La Cruz, San Juan, San Pedro, San Santiago, San Roque, Virgen de Guadalupe y la Navidad, que es el reencuentro de familias.

 

Entre Ríos, Tierra De Promisión

Prof. Marcia Sivila Arenas

Entre Ríos es una tierra de promisión y de porvenir, porque en su entorno geográfico, posee una fantástica y sorprendente potencialidad hídrica piscícola (río Pilcomayo, río Pilaya y Salinas). Recursos Forestales (Vallecito, Acheral, Chiquiacá, Machigua y otros).

Recursos hidrocarburíferos (Yumbia, Puerto Margarita, Ivoca, Ipaguazu, Santa Clara, Castellón). Recursos agrícola ganadera (Chimeo, Ivoca, Tarupayo, Timboy, Valle del medio, Salinas, Narváez, Tentaguazu). Recursos Mineros (sal, piedra, yeso) en San Simón, Taquillos, Sereré, Canaletas. 

A la fecha en la provincia no se ha podido desarrollar su potencial agrícola, pecuario, forestal, minero, piscícola, petrolero y otros, debido a las limitaciones económicas de sus instituciones que tienen que ver con el desarrollo de la Provincia, como también por la falta de una política decisiva de apoyo de autoridades Departamentales y Nacionales para ejecutar proyectos de impacto social que sean sostenibles para elevar el nivel de vida de sus habitantes que hemos tenido el privilegio. Divino de nacer en esta tierra, pero sin lugar a equivocarnos se avizora un futuro promisorio para la provincia, cuando por equidad y justicia al igual que el Chaco, comencemos a percibir nuestras regalías por habernos convertido en provincia productora de hidrocarburos desde nuestros ricos campos de yacimientos de Puerto Margarita, Ivoca, y Dios mediante de los pozos de Santa Clara y Castellón, para así poder ejecutar proyectos electrificación rural, aprovechamiento de recursos hídricos, riego, micro riegos, Saneamiento Básicos, Educación, Salud y otros.    

 

ADHEMAR d’ARLACH NARVAEZ

Edwin Rivera Miranda

Nació en la Ciudad de Tarija, el 18 de enero de 1931. Sus padres, Hugo O’Connor d’Arlach y Julia Narváez. Realizó sus estudios primarios en la escuela “Burdett O’Connor” de Entre Ríos y el bachillerato en el Colegio Nacional “San Luis”. Casado con doña Maruca Amás Amás, de cuya unión son: Mirtha, Adhemar y  Jorge.

Sus cursos académicos, los realizó en la Universidad “Juan Misael Saracho”. Se graduó de abogado el año 1961. Se desempeñó como Juez de Partido, en Entre Ríos, hasta su jubilación.

Fue Presidente del Comité Pro Construcción del Colegio “Franz Tamayo” de Entre Ríos. Principal gestor y Presidente del Comité Pro Templo de la Iglesia San Luis en el año 1965.

Sus esfuerzos de mejorar las condiciones de vida de la provincia, y reflexionando sobre la poca ayuda departamental y gubernamental de entonces, lo llevaron a incursionar en las lides políticas, con la convicción de que este sería el medio y herramienta para ayudar a todos los sectores de la provincia, a los diversos problemas de la región y principalmente acortar la brecha de abandono en el que se encontraba su gente, por lo que fue electo Alcalde de Entre Ríos en el año 1994 a 1995. Desde allí ejecutó diferentes proyectos para la mejora común de todos los habitantes de la provincia.

En su gestión edil se emite la Ordenanza Municipal N°5/94, que declara como fecha de fundación de Entre Ríos el 25 de agosto. Dio un gran impulso a la Cultura y al Turismo, construyendo el Mirador “Corazón de Jesús”, en septiembre de 1995.

Fue Consejero Departamental por la Provincia O’Connor en el año 2000.

Por sus relevantes dotes intelectuales y su activa participación en la vida pública, tanto en el quehacer de su provincia, como del departamento, hicieron que se le confieran muchas distinciones, entre ellas el “Mérito Profesional”, otorgado por el Colegio de Abogados, el 13 de octubre de 1998.

“Hijo Predilecto de la provincia O’Connor”, el 25 de agosto de 2006, a través de la Ordenanza Municipal N° 18/2006. Diploma entregado por el alcalde Teodoro Suruguay.

Falleció en la ciudad de Tarija el 22 de septiembre de 2014. Sus restos mortales descansan en el Cementerio General de Entre Ríos.

 

Tradición

Edwin Rivera Miranda

Hay una herencia latente

en cada entrerriano

cuando resguarda la gente

lo más genuino y provinciano.

 

Y así eslabonan los dones

que una edad a la otra le cede.

Y nacen las emociones

en todo lo que sucede.

 

Tradición es lo de ayer

un pasado revivido.

Y en el hoy es renacer

un tiempo que ya se ha ido.

 

Se vivencian expresiones

ritos, costumbres y danzas.

Victorias, guerras, canciones.

Juegos, penas y esperanzas.

 

Es la memoria perenne

que abraza y jamás olvida.

Lo de ayer que sigue indemne

mientras transcurre la vida.

 

Es un eco en vibraciones

que regresa siempre al nido.

Es despertar sensaciones

que sólo se habían dormido.

 

Como el Ave Fénix vuelve

el pasado que se evoca.

Y en cultura se resuelve

lo que va de boca en boca.

 

Tradición es un destino

-raíz del árbol frondoso-.

Y también es un camino

y es río fértil y anchuroso.

 

Es el arca que atesora

lo que un pueblo manifiesta.

Y de antaño rememora

lo que vivió en cada gesta.

 

Es por fin la tradición

voz de alerta y de consuelo.

Y es fecunda exhortación:

A amar los hombres su suelo

 

JULIÁN DE LIZARDI

Edwin Rivera Miranda

Jesuita español,

portador de La Cruz

en nombre del Señor

supo en las tierras de las Salinas

conquistar del indígena

su mente y corazón.

 

Mártir de la fe,

perpetuado con amor,

solicitamos tu bendición

y demandamos tu beatificación.

 

Verde Pajonal

Lorenzo Sergio Tárraga

Verde pajonal

a tus campos quiero volver

para bañarme en tu río

en los brazos de mi querer.

 

Las costumbres de mi pago

siempre salen a relucir

para el veinticinco de  julio

venga amigo, vamos a compartir.

 

Si del paraíso quieres gozar

ven para el Pajonal

aquí se amanece bailando

el lunes de carnaval.

 

Dale Patrono Santiago

derrama tu bendición

para que todos tus feligreses

que te recen con emoción

 

Un Cerro Jardín  (A Entre Ríos)
Martha Arana Campero

 En un cerrito verdoso

Alguien plantó unas rosas,

Vamos niños lo subamos,

Con el paisaje nos deleitemos.

 

Si llegan hasta la cima

De este jardín de ensueño,

El cielo les dará un beso

Y la brisa su cariño.

 

Sus ojos podrán mirar

Mil de sosas coloridas,

Y en la campiña del entorno

Maravillas de sorpresas

 

O’Connor

Amado Pardo Vaca

De entre cerros y breñales

vengo a estrecharte la mano,

yo soy el pueblo entrerriano

con cimiento de salares.

 

Mis bosques son un tesoro

que guardan mucha riqueza,

más tarde serán grandeza

de Entre Ríos, el emporio.

 

De la campiña lozana

recogí flores hermosas,

clavelines y bellas rosas

para ti, ¡oh soberana!

 

EL TUMPARENTA

Antonio Paredes Candia

Ocurrió en una época tan remota que aún los ancianos chiriguanos decían: era en principio de la existencia del hombre sobre la tierra.

Un chiriguano, amante de su hogar, perdió en poco tiempo a su adorada hija y a su esposa. No cabía de dolor y el desconsuelo iba carcomiéndole el espíritu. Nadie ni nada le sustituiría la perdida. Los amigos y familiares, por distraer su dolor, lo llevaban en largas cacerías, instándole, a que participara en justas de varones, pescando en los ríos cercanos, buscando exóticas flores y hierbas medicinales en los bosques; el infeliz viudo, cuando había pasado el tráfago del quehacer, más desconsolado que nunca se echaba a llorar, martirizando su cuerpo con el ayuno, o el látigo.

Tumpa, su dios, compadecido del sufrimiento de aquel hombre y transformándose en un viejecillo, de palabra mansa y tierna mirada, descendió a la tierra y se acercó al chiriguano angustiado:

-        ¿Cuál es la causa de tu inconsolable llanto? - le preguntó.

El chiriguano, fijando su mirada en la figura del anciano respondió:

 - ¡Oh! Dulce anciano, lloro porque nadie en la tierra ha debido perder en tan poco  tiempo a dos seres queridos, mi bondadosa esposa y mi alegre hija, cuya risa llenaba de contento mis días, han muerto. Dime si mi llanto es insulso.

-No - habló el anciano-, nunca el llanto de un hombre es en vano, pero seguramente tu ignoras donde se encuentran tus seres amados, a los que das por perdidos. Es necesario que “sepas que ellas están gozando, están en un lugar de delicias, donde todo se bebe a diario y siempre es fiesta, donde no hay pobreza ni frio, ni calor, ni enfermedad”.

- Tus palabras llenan de consuelo mi corazón, pero dime, bondadoso anciano, ¿dónde está ese lugar maravilloso? ¿Acaso pudiera visitarlo para calmar mi pena?

- Sí, respondió el extraño visitante- he venido para guiarte, verás la felicidad de ellas y comprenderás que son más felices que en la tierra, “mas, te advierto que, antes de llegar, como todos los mortales, deberás tu pasar por cuatro pruebas que superarás fácilmente en mi compañía”.

El chiriguano aceptó y se dispuso a caminar. El anciano hizo una seña como diciéndole:

-   No te apures que debemos preparar el viaje.

Luego habló:

- Debes vestir tus mejores galas y conseguir dos caballos veloces y vigorosos que la caminata será larga.

“El afligido chiriguano deseoso de ver nuevamente a su llorada esposa, se vistió prontamente de la ropa mejor que tenía, adornó su persona, pintó su rostro con el  Urucú, colocó en la garganta el Itogüi, collanas, asió su lanza y partió en pos del extraño y misterioso conductor”.

Partieron una madrugada montados en sendos caballos, blanco sin mancha alguna en el pelaje era el del anciano, negro chilo en el que iba cabalgando el joven.

Habían cabalgado hasta que el sol estuvo vertical sobre la tierra, cruzando paisajes extraños: bosques de musgos color ceniza que entenebrecían el alma, lugares rocosos con innúmeras cascadas, cuyas aguas al caer formaban raras y subyugantes melodías. Así “hicieron la primera jornada sin incidente alguno y dispusieron su alojamiento primero en una verde y hermosa llanura, donde crecían perfumadas flores y arboles gigantescos que con sus frondosas copas daban abrigo a una infinidad de aves. Allí durmieron muy tranquilos sin que su sueño fuese turbado por las alimañas de la vecina floresta, y al día siguiente, bien de madrugada”, continuaron el fabuloso viaje.

Al finalizar la extendida llanura en la que se habían cobijado, el anciano habló:

- Disponte a salvar la primera prueba ya nos acercamos.

El ámbito se llenó de olor a acre y una ligera llovizna de ceniza se arremolinó alrededor de los viajeros. Al fin se presentó el obstáculo, “era una formidable hoguera que se levantaba hasta las nubes y bajaba nuevamente con precipitación; cada vez que se levantaba, formaba un arco que permitía dar un paso precipitado”.

Ambos jinetes sofrenaron sus cabalgaduras, esperando el instante oportuno y cuando nuevamente caía la hoguera y formaba el círculo, clavaron los talones a los ijares y los caballos cruzaron el  obstáculo a galope tendido, cual vertiginosas saetas. Y siguieron galopando por entre matorrales carbonizados y fina lluvia de ceniza.

Cuando el aire se raleo iba a terminar la jornada, el sol declinaba en occidente.

-       Apuremos que hoy mismo debes salvar la segunda prueba - ordenó el anciano.

El chiriguano, silencioso, apremió el trote a su caballo. A poco estuvieron frente a dos rocas elevadas, en medio de las cuales, una laguna mantenía sus aguas en ebullición. Rojizo era el color y espeso el líquido. Las burbujas que levantaba al hervir salpicaban de lava candente alrededor.

El anciano habló a los caballos, les rogó que dieran un salto gigantesco capaz de cruzar por encima de la laguna incandescente. Las bestias entendieron el pedido y retrocedieron un kilómetro y partieron a galope, logrando un salto tan elevado que, desde la altura, las dos rocas parecían diminutas.

Y así terminaron la jornada de las dos pruebas primeras, pasando la noche en un boscaje silencioso, en  que descansaron de la dura faena, caballos y jinetes.

Despertaron a  “a clara aurora y la brisa fresca matutina que anunciaba un hermoso día, las avecillas de los bosques con sus dulces y suaves trinos amenizaban aquellas soledades, el jaguar en lontananza mostraba su desagrado por haber sido turbado”.

- La jornada será dura – habló el anciano – de hoy depende que tú mañana puedas visitar a tus dos seres queridos. Si salvas las dos pruebas la alborada próxima pisaremos Tumparenta, que es el cielo donde moran por toda la eternidad los chiriguanos que en la tierra fueron generosos y tuvieron límpido el corazón.

El chiriguano se llenó de maravilla y musitó:

-  Partamos, dulce anciano, que siento apremio por abrazar a mis seres queridos. Ningún tesoro ni bien terreno podrá recompensarte el bien que haces a este pobre mortal.

Sin decir más palabras, ambos montaron en sus cabalgaduras y partieron presurosos.

Al atardecer escucharon un terrible estruendo intermitente, y después de un recodo pararon frente a dos ciclópeos peñascos que “en continuo movimiento, se abrían y cerraban”, produciendo un sonido tan fuerte y aterrador como si estuviera hundiéndose la tierra.

El chiriguano se armó de entereza e interrogante, miró al anciano. Este le aconsejó que intentara pasar el instante en que se abrían las rocas, dejando un angosto desfiladero.           Dos veces intentó, pero el caballo dio vuelta. En la tercera intentona, apretó tanto los ijares que la bestia parecía que volaba ganando el otro lado del desfiladero. Hizo lo mismo el anciano.

Y luego llegaron a la cuarta prueba, la más difícil de pasar. Muchos habían muerto en el intento.

De lejos parecía un bosque en movimiento y cuando fueron acercándose vieron que eran “enormes tijeras con las puntas hacia abajo que se abrían y cerraban y hubieran partido por mitad sin remedio  a cualquier descuidado”. Por el suelo, restos humanos evidenciaban que allí habían quedado muchos audaces. El anciano fue por delante mostrando el sendero de las tijeras que no se cerraban y permanecían abiertas. Era un declaro imposible de descubrir sin ayuda; el chiriguano lo pudo salvar gracias al anciano.

Galoparon toda la noche. Y al siguiente día llegaron a Tumparenta. El anciano, con las primeras luces del alba, había desaparecido por arte de maravilla.

Tumparenta era una extensa pradera, de inimaginable belleza. Ambiente de paz se respiraba. Ningún vientecillo importunaba y parecía que la luz se hubiera detenido dando brillantez a las hojas, flores y frutos. Gorjeos y cantos colmaban el lugar, “tapizado de flores y hierbas de todos colores y repleta de gente alegre que bebía continuamente el apetitoso cangüi del chiriguano. El vio allí a su mujer e hija, ricamente adornadas, resplandecientes como la luna y las rogó para que volvieran en su compañía, mas estas no lo consintieron”.

Quedaron en Tumparenta gozando de felicidad eterna.

El chiriguano tornó a sus pagos, apesadumbrado, lloroso, y para que no se borrara de sus ojos el panorama maravilloso que había visto, se quemó los ojos con brazas candentes y ciego, esperó a la muerte, con la esperanza de ir a reunirse con sus seres amados.

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