Festival de Yulin: espejo del antropocentrismo

DAFNE ZENZANO Cuanto más trato de comprender a mi especie, la humana, más me complico. Me asusta la naturalidad de la frase “le patearon como a un perro” o “le mataron como a un perro”, que describe una agresión o una muerte desastrosa. No es “un decir”, es violencia simbólica...

OPINIÓN
OPINIÓN
DAFNE ZENZANO
Cuanto más trato de comprender a mi especie, la humana, más me complico. Me asusta la naturalidad de la frase “le patearon como a un perro” o “le mataron como a un perro”, que describe una agresión o una muerte desastrosa. No es “un decir”, es violencia simbólica del lenguaje cotidiano que naturaliza la crueldad contra los animales.

La semana pasada en plena plaza de armas de Cochabamba, el sector avicultor protestó por el incremento del precio de la soya, lanzando pollos vivos desde un camión sobre una muchedumbre que disputó a jalones cada ave, dañando sus patas y alas, sin compasión.

Recordemos también que los tres adolescentes que descuartizaron en vida a un gato y a una paloma y grabaron su crimen, fueron liberados. De nada sirvió que los profesionales psicólogos alerten en los medios de comunicación, que el biocidio agravado por abuso y crueldad, es un rasgo sádico del perfil psicópata del potencial asesino en serie. Los activistas se manifiestan pero la sociedad no reacciona. No conmueve el sufrimiento de los animales porque la educación antropocéntrica, aún se basa en la doctrina que reafirma la superioridad especista del individuo al que además llama “hombre” y le define como el centro de la creación y la “medida de todas las cosas”. Esto, obviamente induce a entender “humano” en su acepción más simple: sustantivo para nombrar al superior de todas las especies vivas.

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