Refugio
La casa aguarda, en la vera del camino, al caminante Y le da la bienvenida con los brazos de los sauces. Tiene, de noche, una lámpara cuya lumbre va alargándose, a través de las tinieblas, como una mano, en su alcance. Vino, bebido con sed, y pan, comido con hambre; blando lecho...
La casa aguarda, en la vera
del camino, al caminante
Y le da la bienvenida
con los brazos de los sauces.
Tiene, de noche, una lámpara
cuya lumbre va alargándose,
a través de las tinieblas,
como una mano, en su alcance.
Vino, bebido con sed,
y pan, comido con hambre;
blando lecho para el sueño
que sueña en sus propios lares.
Y al amanecer, la venda
del agua fresca en la carne
gozosa del que se marcha,
con la venia de los sauces.
Eso fue ayer, en los tiempos
generosos de mi madre.
Después, la casa no quiso
saber ya nada de nadie
Ciega estaba sin su lámpara,
muda sin su voz de antes,
sorda desde que asaltaron
a balazos, los zaguanes.
Pero fieles, como perros,
se quedaron los umbrales,
esperando que unos hombres
viniesen con mi cadáver.
Mas, yo llegué con mis hijos
— ¡crecidas sabias, cantares!
y mi mujer: lumbre nueva
en el hogar y en mi carne.
Y la casa volvió a ser
-pasara lo que pasase
la orilla del camino,
refugio de caminantes.
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del camino, al caminante
Y le da la bienvenida
con los brazos de los sauces.
Tiene, de noche, una lámpara
cuya lumbre va alargándose,
a través de las tinieblas,
como una mano, en su alcance.
Vino, bebido con sed,
y pan, comido con hambre;
blando lecho para el sueño
que sueña en sus propios lares.
Y al amanecer, la venda
del agua fresca en la carne
gozosa del que se marcha,
con la venia de los sauces.
Eso fue ayer, en los tiempos
generosos de mi madre.
Después, la casa no quiso
saber ya nada de nadie
Ciega estaba sin su lámpara,
muda sin su voz de antes,
sorda desde que asaltaron
a balazos, los zaguanes.
Pero fieles, como perros,
se quedaron los umbrales,
esperando que unos hombres
viniesen con mi cadáver.
Mas, yo llegué con mis hijos
— ¡crecidas sabias, cantares!
y mi mujer: lumbre nueva
en el hogar y en mi carne.
Y la casa volvió a ser
-pasara lo que pasase
la orilla del camino,
refugio de caminantes.
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