Proteger al emprendedor

Se acerca el día D y con absoluta probabilidad, el Gobierno anunciará la cifra “prodigiosa” de crecimiento que activa de forma automática el doble aguinaldo en este 2018 tan electoral pero sobre todo, tan sinsabor. Si desde enero el gabinete de Evo Morales lleva anunciando que se...

OPINIÓN
OPINIÓN
Se acerca el día D y con absoluta probabilidad, el Gobierno anunciará la cifra “prodigiosa” de crecimiento que activa de forma automática el doble aguinaldo en este 2018 tan electoral pero sobre todo, tan sinsabor. Si desde enero el gabinete de Evo Morales lleva anunciando que se “concederá/alcanzará” la gracia mencionada, con más motivo lo hará ahora, que la derrota en La Haya ha gritado tan ensordecedoramente que el ciclo se acaba y que hace falta recambio.
Es difícil que algo tan nimio y desigual pueda siquiera acallar en algo el grito quedo. Más al contrario, acabará por frustrar aún más a la coral que intenta justificar antes de romper en llanto. Pero igual.
También es posible que pase lo contrario, que el gabinete de Evo Morales, en un alarde de sinceridad luego de años negando lo obvio, decida sincerar las cuentas del Producto Interno Bruto (PIB) y dejar de acumular rédito político, si es que a estas alturas acaba convenciendo a alguien.
El PIB como indicador de la solvencia económica ha empezado a cuestionarse con fuerza sobre todo en los países del sur, en los más desfavorecidos, puesto que no existe una correlación directa e incluye la riqueza generada por las empresas transnacionales en el país y que se va en forma de remesa o repatriación de utilidades.
Tarija es uno de los ejemplos más paradigmáticos, pues su economía se encuentra deprimida desde hace varios años y no ha habido una sombra de clemencia, y sin embargo se verá obligado a sacrificar la salida de la crisis para apuntalar una nueva decisión política.
Apoyar el empleo y apoyar la industria nacional eran propósitos en la agenda original del presidente Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo, pero a medida que el Gobierno se ha ido alejando de los postulados de la agenda de octubre, ha ido incluyendo medidas populistas destinadas esencialmente a alinear al emprendedor con el poder.
El doble aguinaldo apenas da votos, pues son muy pocos los asalariados en este país y menos los que ejercen en una empresa mínimamente saneada que pueda dedicar su ahorro de inversión a pagar una planilla extraordinaria. Sin embargo se usa recurrentemente ante la llegada de las elecciones. Una forma no muy noble de hacer política con plata ajena.
Lo que ha perjudicado el doble aguinaldo es la contratación. Ya no se contrata por si acaso, ni de forma extensiva, sino que se calcula exactamente hasta el último centavo para tomar la decisión. Al trabajador promedio le ha limitado las opciones y también rebajado los salarios, lo propio que los incrementos decretados en la última década. Hace dos lustros ningún profesional, ni recién egresado, hubiera aceptado trabajar por un mínimo nacional. Hoy no se ofrece otra cosa.
El Gobierno parece atrincherarse en las viejas consignas o juegos de efecto para tratar de superar el revés marítimo: atacar a Estados Unidos, mandar callar al disidente, culpar a la conspiración internacional, reinterpretar la orden de la CIJ y prometer cosas. El doble aguinaldo va en esas y el calendario lo exige. El tsunami de la derrota no parece haber servido para lavar las viejas y malas ideas.

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