Por una precampaña no violenta

Es posible que la escalada de tensión entre las “plataformas ciudadanas” y los afines al Gobierno tenga más que ver con un relato de confrontación interesado de algunos sectores políticos y que ha calado en algunos medios que con el verdadero pulso social en las calles, pero conviene...

EL FISIOTERAPEUTA BORIS CALIZAYA MUESTRA LOS BENEFICIOS DE LOS EQUIPOS
EL FISIOTERAPEUTA BORIS CALIZAYA MUESTRA LOS BENEFICIOS DE LOS EQUIPOS
Es posible que la escalada de tensión entre las “plataformas ciudadanas” y los afines al Gobierno tenga más que ver con un relato de confrontación interesado de algunos sectores políticos y que ha calado en algunos medios que con el verdadero pulso social en las calles, pero conviene marcar los límites ahora que todavía nos encontramos en los albores de la campaña electoral.

Los cachorros del Movimiento Al Socialismo (MAS) que el lunes marcharon en Santa Cruz con los rostros cubiertos en una clara escenificación del matonaje político han, aparentemente, recapacitado y, sorprendentemente, reconocido su error. Este tipo de manifestaciones son claramente un atentado a la estabilidad política a la que el MAS apela recurrentemente para justificar su intención de reelección infinita de Morales y alientan una confrontación violenta intolerable.

Que el “incidente” coincida con el aniversario del golpe de García Meza, el más cruento de la convulsa secuencia, puede deberse a la torpeza. Que se dé unos días después que el mismo presidente Evo Morales haga alegorías sobre los chutazos y los activistas del “21-F” no lo parece tanto.

El “incidente” se da también después de la tumultuosa celebración de la efeméride paceña, que se convirtió como hacía tiempo, en una manifestación política ciudadana de dimensión nacional. Muy pocas veces se había sentido tan molesto Presidente y Vicepresidente en lo que siguen considerando su terreno natural. Muy pocos de sus leales estuvieron cerca para arroparlos. El “Bolivia Dijo No” resonó por las calles durante horas evidenciando un fantasma que ni el relato sobre Gabriela Zapata y su niño, ni el del cártel de la mentira, ni el de la recuperación, ni el del doble aguinaldo, ni ninguno ha logrado borrar el resultado del referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016 y todo lo demás son anécdotas de los alrededores que no importan demasiado.

El clima de confrontación viene siendo agitado por unos y otros desde hace meses. El Vicepresidente Álvaro García Linera, que en primera instancia anunciaba a bombo y platillo que no sería candidato y ahora rehúye dar opinión ante la cascada de postulaciones que se sobrevienen, es quien más gasolina prende en sus discursos volviendo a polarizar entre pobres y ricos, blancos e indígenas, a pesar de que él mismo evidenció que el nuevo objetivo político era captar a la nueva clase media acomodada: pequeños propietarios, funcionarios de alto rango, etc, para su propia causa política.

Al otro lado, las llamadas plataformas, tratadas tan benignamente por algunos círculos pese a haber protagonizado escraches sonados, como el que sufrió el Defensor del Pueblo David Tezanos y su esposa, no pretenden convertirse en un movimiento hippie pacifista sino que también contemplan métodos de acción directa para hacerse oír, incluido el acoso a autoridades públicas o la permanente ruptura del protocolo, incluso en ambientes como el Vaticano.

La precampaña va a ser larga, muy larga contando que llevamos desde 2016 instalados en la fecha de la elección calculando candidatos y sucesores de Evo Morales. Va a ser difícil, desde hace quince años apenas había posibilidades de alternativa real y esta vez se atisba una pelea cuerpo a cuerpo más ajustada, pero es necesario que los términos belicosos no pasen de la literatura y la metáfora. Como se evidenció en escenarios donde se fabricaron conflictos, como Egipto, Siria, Venezuela o Nicaragua, la violencia nunca soluciona nada. Todo lo contrario.

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