Lo que cabe en 0,57%
Hace una semana, ni el más pintado de los analistas se jugaba un peso porque Carlos Mesa entrara en la segunda vuelta. Estaba claro que el techo del MAS sería ese 46-48% siempre leal, pero nada hacía creer que Comunidad Ciudadana pudiera alcanzar el 37%. El techo del MAS lo había visto...
Hace una semana, ni el más pintado de los analistas se jugaba un peso porque Carlos Mesa entrara en la segunda vuelta. Estaba claro que el techo del MAS sería ese 46-48% siempre leal, pero nada hacía creer que Comunidad Ciudadana pudiera alcanzar el 37%.
El techo del MAS lo había visto claro el ministro Juan Ramón Quintana, que luego de la clamorosa derrota del referéndum del 21 de febrero de 2016 – en la que fue jefe de campaña – y todo el operativo posterior para desacreditar el resultado con aquello del cártel de la mentira que no acabó de cuajar, se retiró a la embajada de Cuba para analizar muy detenidamente todas las configuraciones del país. Todos los escenarios como buen militar que es.
Cuando recuperó el mando en plaza de Ministro de la Presidencia en enero de este año ocupó un discreto segundo plano para sus costumbres y se dedicó a accionar cada uno de los operativos diseñados minuciosamente.
Para entonces ya se habían dado grandes pasos en la consolidación del objetivo: la oposición y sus miserias, o vaya a saber qué, se había dividido ni más ni menos que en ocho partidos diferentes, cada uno con su binomio y un encuadre particular.
Se logró, por ejemplo, que el MNR se rifara la sigla en una aventura imposible con Virginio Lema – ex MIR – de cabeza de cartel haciendo un discurso “antipolítica” en el partido más importante de todos los tiempos en Bolivia.
Se logró meter un par de opciones para los socialdemócratas aburguesados. También un par de opciones Pro Vida radical. Se metió Félix Patzi, al que había que empujarlo poco.
Se logró lo más difícil: una candidatura muy camba y una muy paceña con todos los componentes para colisionar frontalmente, aun cuando en el camino se había quedado Samuel Doria Medina.
Cuando lo de Ortiz flojeaba, se metió en carrera otro candidato con potencial, Chi Hyun Chung, con todos los ingredientes para sacar un buen resultado: coreano, rico, presbiteriano, médico, homófobo, etc.
El incendio de la Chiquitanía no benefició a nadie, pero si el cabildo de Santa Cruz. O al menos la traducción que de él hizo el prófugo Branko Marinkovic, donde pidió el voto útil para Carlos Mesa, sin pedirlo. Nadie esperaba el derrumbe tan brutal de Ortiz, sobre todo en Santa Cruz, donde se pronosticaba un triple empate y acabó siendo una contundente victoria de Mesa (46,83%) frente al tercio del MAS (34,76%) y un pírrico 9,42% de Bolivia Dice No.
Con todo, el resultado final – mientras se ventilan las denuncias de fraude y se depuran actas manipuladas o mal sumadas, etc., - deja una distancia de 10,57%. Un 0,57% por encima de la segunda vuelta que en lenguaje castrense sería un “misión cumplida” luego de haber asumido muchísimos riesgos, haber liquidado numerosas tropas, y tal vez, haber dejado tocado el éxito en la campaña definitiva.
Un 0,57%, por ejemplo, es aun menos de lo que sumó Virginio Lema con el MNR: Un 0,69%, que son 42.334 votos para el candidato que dijo que el MAS iba a perder la sigla en esta elección.
Un 0,57% es incluso menos que el 0,65% de votos que sumó Pan Bol, un partido del que nunca nadie en esta redacción, ni preguntando a sus familias, conoció a un votante aunque sean 39.826 votos.
Un 0,57% de los votos válidos son algo menos de 35 mil votos. Una quinta parte – 8.349 votos – sumó Bolivia Dice No de Oscar Ortiz y Oscar Montes solo en Tarija.
Un 0,57% es un poco más de lo que sumó UCS de Víctor Hugo Cárdenas (0,41% y 25.283 votos) y el FPV del joven Israel Rodríguez (0,39% y 23.275 votos), pero no es más que lo que suman los dos juntos.
La resistencia durará lo que aguante la política, que es el arte – o era – de la seducción social. Probablemente quedan muchas etapas por quemar todavía. Pero las matemáticas, querido lector, son exactas.
El techo del MAS lo había visto claro el ministro Juan Ramón Quintana, que luego de la clamorosa derrota del referéndum del 21 de febrero de 2016 – en la que fue jefe de campaña – y todo el operativo posterior para desacreditar el resultado con aquello del cártel de la mentira que no acabó de cuajar, se retiró a la embajada de Cuba para analizar muy detenidamente todas las configuraciones del país. Todos los escenarios como buen militar que es.
Cuando recuperó el mando en plaza de Ministro de la Presidencia en enero de este año ocupó un discreto segundo plano para sus costumbres y se dedicó a accionar cada uno de los operativos diseñados minuciosamente.
Para entonces ya se habían dado grandes pasos en la consolidación del objetivo: la oposición y sus miserias, o vaya a saber qué, se había dividido ni más ni menos que en ocho partidos diferentes, cada uno con su binomio y un encuadre particular.
Se logró, por ejemplo, que el MNR se rifara la sigla en una aventura imposible con Virginio Lema – ex MIR – de cabeza de cartel haciendo un discurso “antipolítica” en el partido más importante de todos los tiempos en Bolivia.
Se logró meter un par de opciones para los socialdemócratas aburguesados. También un par de opciones Pro Vida radical. Se metió Félix Patzi, al que había que empujarlo poco.
Se logró lo más difícil: una candidatura muy camba y una muy paceña con todos los componentes para colisionar frontalmente, aun cuando en el camino se había quedado Samuel Doria Medina.
Cuando lo de Ortiz flojeaba, se metió en carrera otro candidato con potencial, Chi Hyun Chung, con todos los ingredientes para sacar un buen resultado: coreano, rico, presbiteriano, médico, homófobo, etc.
El incendio de la Chiquitanía no benefició a nadie, pero si el cabildo de Santa Cruz. O al menos la traducción que de él hizo el prófugo Branko Marinkovic, donde pidió el voto útil para Carlos Mesa, sin pedirlo. Nadie esperaba el derrumbe tan brutal de Ortiz, sobre todo en Santa Cruz, donde se pronosticaba un triple empate y acabó siendo una contundente victoria de Mesa (46,83%) frente al tercio del MAS (34,76%) y un pírrico 9,42% de Bolivia Dice No.
Con todo, el resultado final – mientras se ventilan las denuncias de fraude y se depuran actas manipuladas o mal sumadas, etc., - deja una distancia de 10,57%. Un 0,57% por encima de la segunda vuelta que en lenguaje castrense sería un “misión cumplida” luego de haber asumido muchísimos riesgos, haber liquidado numerosas tropas, y tal vez, haber dejado tocado el éxito en la campaña definitiva.
Un 0,57%, por ejemplo, es aun menos de lo que sumó Virginio Lema con el MNR: Un 0,69%, que son 42.334 votos para el candidato que dijo que el MAS iba a perder la sigla en esta elección.
Un 0,57% es incluso menos que el 0,65% de votos que sumó Pan Bol, un partido del que nunca nadie en esta redacción, ni preguntando a sus familias, conoció a un votante aunque sean 39.826 votos.
Un 0,57% de los votos válidos son algo menos de 35 mil votos. Una quinta parte – 8.349 votos – sumó Bolivia Dice No de Oscar Ortiz y Oscar Montes solo en Tarija.
Un 0,57% es un poco más de lo que sumó UCS de Víctor Hugo Cárdenas (0,41% y 25.283 votos) y el FPV del joven Israel Rodríguez (0,39% y 23.275 votos), pero no es más que lo que suman los dos juntos.
La resistencia durará lo que aguante la política, que es el arte – o era – de la seducción social. Probablemente quedan muchas etapas por quemar todavía. Pero las matemáticas, querido lector, son exactas.