La riqueza no depende de la productividad sino del poder
El economista británico, Laurie Macfarlane, advierte que la distribución de la riqueza tiene “poco que ver con las contribuciones a su creación o con la productividad, y todo que ver con la política y el poder”. Macfarlane, que es investigador asociado al Instituto por la...
El economista británico, Laurie Macfarlane, advierte que la distribución de la riqueza tiene “poco que ver con las contribuciones a su creación o con la productividad, y todo que ver con la política y el poder”.
Macfarlane, que es investigador asociado al Instituto por la Innovación y la Utilidad Pública de la University College de Londres, y execonomista principal de la Fundación New Economics, dice que para los economistas que piensan que su profesión es una ciencia libre de valoraciones, separada de la política, “este es un territorio incómodo”.
Pero si el objetivo es entender la economía tal cual realmente existe, entonces analizar el poder más allá del estrecho concepto de “poder de mercado” es algo esencial.
“Entre otras cosas, esto significa enfocarse en las dinámicas de poder que apuntalan la propiedad y las relaciones de propiedad, así como aquellas dinámicas que impulsan las desigualdades entre diferentes grupos sociales e identidades”, agrega.
Para sustentar sus afirmaciones, el experto usa el caso del Reino Unido, profundizando el análisis y haciendo comparaciones con otras naciones.
La riqueza
Según un reciente documento de trabajo de la Organización Económica de Cooperación y Desarrollo (OECD, que aglutina a países desarrollados), Gran Bretaña es uno de los países más ricos del mundo, con una riqueza neta estimada de alrededor de 500 mil dólares por hogar, más del doble de la figura equivalente de Alemania, y el triple de Holanda. Solo Luxemburgo y EEUU son más ricos, según dicho documento.
Si bien el Reino Unido es hace mucho considerado un país rico, Macfarlane resalta que en las últimas décadas el desempeño de la economía británica ha sido “pobre”. Y es que “décadas de mal manejo han dejado al Reino Unido por detrás de otras economías avanzadas. Los trabajadores británicos son actualmente 29% menos productivos que los de Francia, y 35% menos que en Alemania”.
¿Cómo se puede explicar esta discrepancia entre altos niveles de riqueza y bajos niveles de productividad? El economista británico sugiere que la respuesta, en su mayor parte, está en los regímenes de propiedad y en las relaciones de poder que hay en cada país o sociedad.
Riqueza y poder
La medición utilizada por la OECD es “el promedio neto de riqueza por hogar”, que es el valor de todos los activos en un país menos todos los pasivos. Los activos pueden ser físicos (edificios, maquinaria, infraestructura), financieros (acciones, bonos, dinero) o intangibles (por ejemplo, derechos de propiedad intelectual).
Sin embargo, estos elementos solo pueden ser considerados como activos una vez que se convierten en propiedad, o sea en algo que puede ser comprado y vendido, algo a lo que se le puede poner precio, que pueda ser enajenado o embargado.
Por otra parte, hoy en día la noción generalizada es que la riqueza se crea cuando los emprendedores combinan los factores de producción –tierra, trabajo y capital- para producir algo que es más valioso que estos insumos. Una parte de los excedentes se guarda, incrementando el stock de riqueza, y el resto se reinvierte en el proceso productivo para crear más riqueza.
Ahora bien, ¿cómo se deberían distribuir los “frutos” de la creación de riqueza, entre el capital, la tierra y el trabajo? Ese ha sido un tema de largo debate a lo largo de la historia.
El capital gana, el
trabajo pierde
Desde la economía ortodoxa se afirma que cada factor de producción (tierra, capital, trabajo) es recompensado acorde a su verdadera contribución a la producción. Sin embargo, otros economistas han encontrado que esta interpretación no dice nada sobre las reglas, normas y leyes que gobiernan el sistema de propiedad y el uso de los factores de producción, que son esencialmente variables políticas.
Retomando el ejemplo del Reino Unido, Macfarlane recuenta que en ese país se ha seguido una política para fomentar que la gente compre casas, ha bajado los impuestos a la propiedad e introducido subsidios para la compra de casas, lo que ha generado “un paraíso para los propietarios”, con rentas extremadamente elevadas y una burbuja inmobiliaria que no contribuye a la economía real.
En Alemania, en cambio, hay un sistema de control de alquileres, las rentas son más bajas y asequibles, y por tanto el mercado inmobiliario no es terreno de especulaciones y crecimientos artificiales. A su vez, el sector bancario favorece los créditos para la economía real por encima de los préstamos para la propiedad.
Por otra parte, en el Reino Unido y EEUU las empresas buscan maximizar el valor de las acciones. En Alemania, las empresas tienen un espectro más amplio de accionistas, que incluye a los trabajadores, y estos también forman parte de las directivas de las empresas. Esto ayuda a que los trabajadores reciban mejores salarios, en detrimento de la porción que va a los socios capitalistas.
“Nada de esto significa que Alemania es menos rico que el Reino Unido. Solamente refleja el hecho de que los capitalistas y terratenientes alemanes tienen menos poder de negociación que los británicos, mientras que los trabajadores e inquilinos tienen más. Mientras las mediciones de riqueza de la OECD registra menores retornos de las acciones y los precios de las casas, las mejores condiciones salariales y menores rentas no son tomadas en cuenta”, sentencia.
La riqueza se acumula entonces a favor de los que detentan el poder a través de la forma en que sus países definen la propiedad y cómo se distribuyen los beneficios asociados a ésta.