La politización de la Fe

Si por algo se ha caracterizado el Movimiento Al Socialismo (MAS) en sus casi 13 años de Gobierno es por la politización cuasi absoluta de todas las parcelas de la vida, sin diferenciar entre lo público y lo privado. En ese sentido, la Fe no ha estado al margen de esta diatriba en la búsqueda...

EDITORIAL
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Si por algo se ha caracterizado el Movimiento Al Socialismo (MAS) en sus casi 13 años de Gobierno es por la politización cuasi absoluta de todas las parcelas de la vida, sin diferenciar entre lo público y lo privado. En ese sentido, la Fe no ha estado al margen de esta diatriba en la búsqueda del poder hegemónico.

En una Bolivia mayoritariamente Católica, el avance de la Iglesia Evangélica es imparable luego de un despliegue profundo en comunidades rurales y barrios alejados, donde han encontrado nuevos feligreses dispuestos a renovar su Fe en un nuevo rito con una mayor experiencia y sacrificio personal.

Tanto Católicos como Evangélicos juegan un rol político dentro del Estado Laico consagrado en la Constitución Política del Estado, aunque no se haya legislado prácticamente nada para solidificar los pilares en los que se asienta.

La Iglesia Católica sigue siendo la primera en feligreses aunque la segunda, la Evangélica, recorte ventajas aceleradamente sobre todo por el compromiso militante que se observa en sus seguidores.

Nunca fue tan evidente la presencia Evangélica en el mapa político boliviano hasta las elecciones subnacionales de 2015, donde el Frente Para la Victoria (FPV), inspirado por esa iglesia, se presentó en diferentes departamentos y municipios por su cuenta. En Tarija fue muy evidente que se trataba de una escisión del MAS, ya que algunos de sus líderes, como Aluida Vilte, tuvieron largo recorrido en ese partido.

Por su parte, el Instrumento Político para la Soberanía Popular (IPSP), el que engendró posteriormente el MAS, también estuvo nutrido por movimientos de la Iglesia de base, desde fundaciones vinculadas hasta, y sobre todo, los hombres y mujeres próximos al aparato de justicia social y caridad en las parroquias.

Flaco favor le está haciendo el Gobierno a la Iglesia con las cortesías y deferencias excesivas brindadas en atención al nuevo Cardenal Toribio Ticona, cuya misión es esencialmente pastoral y que nada tiene que ver con la administración de las estructuras de la Iglesia boliviana que se ordenan desde la Conferencia Episcopal Boliviana y que, ayer, volvieron a dar muestras de su poder dentro del Estado Plurinacional aconfesional.

Al Gobierno le gusta hacer rabiar a los jerarcas de la Iglesia con algunas declaraciones subidas de tono y con la permanente asimilación de sus miembros a las logias oligarcas del poder, sobre todo luego de que les canten algunas verdades como el respeto constitucional y la necesidad de atender a los de abajo.

Con todo, a la hora de la verdad, la Iglesia sigue administrando un aparato en lo educativo, sanitario y de atención social que el Estado no podría asumir por los costos que reportaría; y por otro lado, a la hora de la verdad, el Gobierno no está dispuesto a legislar en lo que tiene que ver con la igualdad de matrimonios entre personas del mismo sexo ni sobre el aborto, temas también rechazados en la agenda Evangélica, con lo cual, más allá de algunos gestos para la galería, la relación es sólida en el ganar – ganar.

Es posible que el MAS, en su desesperación tras la pérdida del horizonte, siga buscando votos en el ámbito de las Iglesias, pero no son los católicos ni los evangélicos quienes más crecen, sino esa generación nacida luego del 87, la que se hizo adulta viendo a Evo gobernar, esa que algunos llaman Millenials, y que no tienen su Fe especialmente definida ni ocupa un papel central, aunque bailen en el Gran Poder o en San Roque y que ya son 40% del Padrón. Casi nada.

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