La batalla por el Guadalquivir no ha terminado

La primera planta de tratamiento de la ciudad de Tarija a construirse en la zona de San Blas ya es una certeza. El Concejo Municipal ha decidido respaldar sin mayores espasmos los trámites burocráticos que realizó el Gobierno Municipal y, por el momento, no hay mayores trabas para que la...

OPINIÓN
OPINIÓN
La primera planta de tratamiento de la ciudad de Tarija a construirse en la zona de San Blas ya es una certeza. El Concejo Municipal ha decidido respaldar sin mayores espasmos los trámites burocráticos que realizó el Gobierno Municipal y, por el momento, no hay mayores trabas para que la planta inicie su construcción.

Las tan enrarecidas relaciones entre el Gobierno Municipal y el Concejo Municipal, donde se ha conformado una nueva mayoría que cuestiona la capacidad y la gestión del alcalde Rodrigo Paz, no han impedido que esta vez primen los intereses de la ciudad y se dé luz verde a un proyecto que llega con muchísimos años de retraso. La demanda de los vecinos, la campaña ciudadana impulsada con energía por PlusTLT y tal vez la adjudicación a una de las empresas más grandes de Tarija como Érika, amiga de unos y otros, ha contribuido a un consenso imprescindible.

La planta de tratamiento de la zona de San Blas, que atenderá a unos 30 barrios y unas 30.000 familias que habitan en la ribera derecha del río Guadalquivir, una zona que se desarrolló sin planificación y contra las mínimas lógicas ecológicas, que recomendaban llevar la ciudad hacia la zona erosionada y no hacia la zona todavía verde, llega evidentemente tarde. De haberla construido hace 10-15 años, cuando ya había recursos para ello, el Guadalquivir seguramente tendría otro futuro por delante.

Con todo, se espera no haber llegado demasiado tarde y sobre todo, que la planta principal no demore más de lo razonable. Y es que el grueso de la ciudad vive justamente al otro lado del río, por lo que se hace imprescindible construir la planta de San Luis que sustituya a las saturadas lagunas de oxidación, una infraestructura obsoleta, insalubre y que no da más de sí tras décadas amenazando la salud de los vecinos de la zona.

La planta de San Luis está en el tejado del Gobierno Nacional, quien luego de rechazar las propuestas e ideas realizadas desde Tarija, por ejemplo, la licitación llave en mano que recortaba los plazos y permitía acomodar el diseño además de cerrar el precio ante cualquier eventualidad, ha iniciado el largo proceso que requiere la inclusión del proyecto en una fuente de financiación multilateral, en este caso, el Banco Interamericano de Desarrollo.

En 2016, en plena campaña por el referéndum del 21 de febrero buscando la habilitación para la reelección, Morales llegó a hablar de 50 millones de dólares de inversión para una planta prioritaria. Por el momento, apenas se ha hecho la invitación a hacer manifestaciones de interés para de ahí, hacer la invitación directa a presentar propuestas de diseño, para con él, en algún momento de los próximos años, licitar internacionalmente.
La actitud para la planta de San Luis debe ser, en cualquier caso, la misma. La política no debe contaminar un proyecto de por sí demorado y de por sí, demasiado necesario para dignificar la ciudad, tantas veces vilipendiada y sacrificada al calor de intereses personales particulares.

Tarija merece recuperar su río Guadalquivir y para ello es necesario invertir en las infraestructuras precisas y cuanto antes, el resto es historia, de la que se lee para aprender y no volver a cometer los mismos errores.

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