Experto: revolución de Evo fue parcial y está en proceso de declive
El economista y miembro del grupo de investigación sobre Estado del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Jorge Viaña, considera que en Bolivia se está viviendo una “revolución política parcial”, que “entró en un proceso de gradual declive desde 2010, debido a la...
El economista y miembro del grupo de investigación sobre Estado del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Jorge Viaña, considera que en Bolivia se está viviendo una “revolución política parcial”, que “entró en un proceso de gradual declive desde 2010, debido a la iniciación de una fase conservadora de construcción institucional del Estado”.
Para su análisis, Viaña incorpora elementos del influyente pensador boliviano René Zavaleta Mercado (político, filósofo, sociólogo), en especial la identificación de la “mentalidad de clase media”, que según Zavaleta emerge en 1952, y que “hoy reflotan y cobran nueva vida al compás de esta última fase abierta en 2010”.
¿Cómo se insertan los sectores campesinos, indígenas y populares en el Estado actual? Esa es una pregunta esencial a través de la cual Viaña intenta entender los límites y retrocesos del proceso político liderado por el presidente Evo Morales, especialmente desde el año 2010, cuando identifica un punto de inflexión.
Revolución política – revolución social
Los investigadores Daniel Rafuls Pineda y José René Valdés Díaz, ambos de la Universidad de La Habana, en un trabajo titulado “La Revolución Social y la Revolución Política. Una aproximación a los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador”, hacen una caracterización de lo que sería una revolución política y algunas diferencias esenciales con respecto a una revolución social, que además se encamine al Socialismo.
Según estos autores, una revolución social implica un proceso que “marca una nueva tendencia del desarrollo social y, consiguientemente, el tránsito de una formación económico social vieja a otra superior”. En tanto que una revolución política es un término que Pineda y Valdés usan para calificar el acto o proceso mediante el cual una clase social que ha tenido el control del Estado, es sustituida por otra.
Usando este enfoque, Viaña considera que en Bolivia lo que ha ocurrido es que, al menos en cierta medida, “una clase social que ha tenido el control del Estado, es sustituida por otra”.
[caption id="attachment_502160" align="alignnone" width="428"] Se dejó de priorizar las clases subalternas, se prefirió la “adulación” de las clases medias[/caption]
Sin embargo, el grado, profundidad y sostenibilidad de esta sustitución de las elites dominantes por sectores subalternos es discutible, por lo que el experto prefiere hablar de una “revolución política parcial”. Especialmente debido a que las clases medias “jugaron y juegan actualmente un papel de primer orden”, tanto en la conducción del gobierno como en ciertas políticas en favor de ese sector.
“Ahí es donde claramente podemos decir que, desde 2010 en adelante, la tendencia principal ya no es a seguir priorizando a las clases subalternas (campesinos, obreros, sectores urbanos populares), sino que, antes bien, se está profundizando la construcción estatal que hace rebrotar tendencias a priorizar la adulación a las clases medias, antiguas y nuevas”, advierte el experto.
Asimismo, el hecho de no haber ido más allá de la recuperación de “ciertos sectores estratégicos, incluso eso de forma parcial”, implica que “podemos hablar solo de una revolución política”, pero no así una revolución social, que “está cada vez más lejos”, ya que “la gran propiedad privada, nacional y transnacional, no solo no se encuentra en retroceso, sino que está en auge y acelerado proceso de crecimiento” en Bolivia.
La mentalidad de las clases medias
Según afirma Viaña, “es casi un sentido común generalizado entre los funcionarios del Estado hablar y pensar en función de ‘que más hacemos para agradar y adular’ a las clases medias (como sea que las definan: nuevas o viejas, decadentes o ascendentes) para que voten por el MAS o Evo Morales”, porque “según se desprende de su pragmatismo electoralista liberal, de eso depende que voten por el MAS”.
Sin embargo, éste pensar y actuar es un “grave error conservador que se ha incubado, en parte por el proceso histórico y los ciclos estatales y los momentos constitutivos de las luchas, y en parte por las decisiones políticas asumidas desde 2010 en adelante”, no sólo porque se deja de lado las transformaciones estructurales necesarias, sino también porque no es efectivo para lograr su objetivo de reproducirse en el poder.
Viaña advierte así que los sectores del gobierno “proclives al liberalismo electoralista” se concentran en ver cómo ganar elecciones, “aunque esto signifique torcer principios fundamentales del proceso de transformación”, y advierte que “este error de percepción, ligado también a ambiciones materiales de los propios funcionarios, coloca al proceso de cambio en una encrucijada de vida o muerte”.
El investigador llama a esta encrucijada un “callejón sin salida del proceso de cambio, que se va extraviando en su alineación gradual a una política de clase media que no se sabe si será posible revertir”.
A principios de la década de 1970, Zavaleta Mercado sentenciaba que la concepción de la clase media como dirigente “será el punto de partida de toda una mentalidad posterior. Cuando el poder dual se resuelva a favor de su lado pequeño burgués, los dirigentes de esta clase se sorprenderán de la actitud de insubordinación del proletariado. Es un modo de pensar con el que se contagió toda la militancia y la defensa del Estado nos parecía en aquel momento más importante que la defensa de los sindicatos”.
[caption id="attachment_502161" align="alignright" width="300"] Zavaleta Mercado urgía a analizar las clases sociales y su inserción en el Estado después de 1952[/caption]
Partiendo de este postulado, Viaña nota que en la actualidad también existe una base de clases populares a la que se está “descuidando y que es la que terminará definiendo su destino, más allá de las argucias legales y los atajos juridicistas de cualquier tipo”, que son en todo caso la forma “clásica” de resolver la gestión pública que tienen “las clases medias conservadoras y las burocracias estatales, que están tan lejos de lo revolucionario y que están llevando el proceso” al mencionado callejón sin salida.
Asimismo, el experto advierte que “este factor conservador” de la sociedad boliviana y del Estado, lejos de haber cambiado en estos casi 14 años de gobierno se ha profundizado, con sólo algunas escasas excepciones.
Lo que es peor, según Viaña, es que cuando estas “actitudes burocráticas” son asumidas “por sectores de avanzada e inscritos en el MAS, se genera una gran desmoralización y el malestar generalizado se convierte en un serio problema”.
La paradoja de la dependencia campesina del Estado
En un análisis sobre la forma en que se insertó el movimiento campesino en el Estado de 1952 -una “liberación vertical, casi paternalista, de arriba hacia abajo”- René Zavaleta Mercado nota una situación “paradojal”: “al liberar a los campesinos, los obreros estaban creando las condiciones para que la pequeña burguesía les arrebatara la hegemonía dentro del poder porque el campesinado creó una fijación… no con relación a la clase obrera, que lo había liberado desde el Estado, sino con relación al aparato del Estado como tal”.
En ese sentido, Zavaleta Mercado advierte que “los dirigentes campesinos se acostumbraron a tratar de continuo con el aparato del Estado, a no existir independiente de él y, por eso, cuando el imperialismo toma directamente dicho aparato –con Barrientos– el trato se continuará casi con las mismas características. El campesinado había hecho un hábito de su dependencia del Estado”.
[caption id="attachment_502162" align="alignleft" width="300"] Justa inclusión de campesinos y sectores populares, pero con peligro de mayor dependencia[/caption]
A decir de Jorge Viaña, esta tendencia sigue presente y se ha profundizado en la actualidad, debido a su “acumulación como clase” y “de forma arraigada desde el ciclo estatal que se inicia en 1952”. El experto señala que es “muy peligroso para una revolución política potenciar el hábito de su dependencia del Estado, aunque en la coyuntura aparezca como vital. Desde el punto de vista revolucionario, la dependencia del Estado es, a largo plazo, algo conservador y peligroso”.
Para el economista e investigador boliviano, es de “extrema importancia” que los movimientos sociales y las clases subalternas (en especial el campesinado) mantengan autonomía y fuerza societal en un ciclo estatal como el actual, aspecto que “se ha descuidado totalmente”, y que puede generar retrocesos en los avances políticos y también en lo electoral.
Viaña considera que el gobierno de Evo Morales debió haber planteado y desarrollado un “empoderamiento creciente” de las clases trabajadores. Es decir, “construir poder popular desde abajo, a partir de la movilización de masas y no solo de la gestión estatal, por muy efectiva y bien lograda económicamente que fuera”. Eso fue lo que hizo el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, más allá de sus dificultades y errores, entre 2007 y 2009.
Empoderamiento de las clases trabajadoras
En esos años, Hugo Chávez inició un proceso de construcción de “elementos de autogobierno social” (por ejemplo, las comunas, círculos bolivarianos) y de “creciente empoderamiento social”, que se mantuvieron fuertes y vitales hasta al menos el año 2013, cuando fallece el expresidente, pero que continúan incluso hasta la actualidad, aunque ciertamente con menos fuerza.
Según Viaña, esta estrategia, que no era puramente electoral, permitió que en 2009 Chávez gane la posibilidad de ir a la reelección en un nuevo referéndum, tras su derrota en otro similar en 2007.
“El líder bolivariano logra fusionar la necesidad política coyuntural (la reelección y permanencia en el poder) y el proceso estratégico de construcción de poder popular y formas de autogobierno social. Por eso no es casual que en 2009 gane el referéndum popular, eludiendo mecanismos legales”, explica.
Justamente lo contrario a lo que hizo Evo Morales y el MAS tras perder el referéndum de 2016: se prefirió utilizar una estrategia legal formal que elude el tema fundamental, que era el de aprovechar el resultado electoral adverso del 21F para posicionar el proceso dentro de las clases populares y para reforzar las alianzas clasistas en la sociedad y desde la sociedad, según este tipo de lectura.
Más allá del poder
En aquel momento, en 2016, Bolivia “tenía el mejor motivo para retomar la iniciativa política, siguiendo una estrategia de poder como la de Chávez. Es decir, se trataba de retomar la iniciativa dentro de la sociedad, de hacer agitación de las masas, empoderamiento creciente, de construir elementos de poder popular y auto-organización y, como parte de esta estrategia más grande, convocar a otro referéndum en 2017 o 2018 y ganarle en la cancha a los sectores conservadores, como lo hizo Chávez”, afirma Viaña, algo que tenía mejores condiciones de implementación que en Venezuela.
Sin embargo, el gobierno optó la vía de “mecanismos leguleyos, de abogados y típicas medidas clasemedieras, artilugios y movidas legales. Precisamente por eso el gobierno está teniendo un costo político tal alto, incluso en el nivel de intención de voto, por el alto grado de politización de sectores populares, de clases medias y medias-bajas, que al ver con sospecha estos manejos se desmoralizan”, agrega.
[caption id="attachment_502163" align="aligncenter" width="372"] Proponen mayor empoderamiento, autogobierno y poder popular para clases trabajadoras[/caption]
Para su análisis, Viaña incorpora elementos del influyente pensador boliviano René Zavaleta Mercado (político, filósofo, sociólogo), en especial la identificación de la “mentalidad de clase media”, que según Zavaleta emerge en 1952, y que “hoy reflotan y cobran nueva vida al compás de esta última fase abierta en 2010”.
¿Cómo se insertan los sectores campesinos, indígenas y populares en el Estado actual? Esa es una pregunta esencial a través de la cual Viaña intenta entender los límites y retrocesos del proceso político liderado por el presidente Evo Morales, especialmente desde el año 2010, cuando identifica un punto de inflexión.
Revolución política – revolución social
Los investigadores Daniel Rafuls Pineda y José René Valdés Díaz, ambos de la Universidad de La Habana, en un trabajo titulado “La Revolución Social y la Revolución Política. Una aproximación a los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador”, hacen una caracterización de lo que sería una revolución política y algunas diferencias esenciales con respecto a una revolución social, que además se encamine al Socialismo.
Según estos autores, una revolución social implica un proceso que “marca una nueva tendencia del desarrollo social y, consiguientemente, el tránsito de una formación económico social vieja a otra superior”. En tanto que una revolución política es un término que Pineda y Valdés usan para calificar el acto o proceso mediante el cual una clase social que ha tenido el control del Estado, es sustituida por otra.
Usando este enfoque, Viaña considera que en Bolivia lo que ha ocurrido es que, al menos en cierta medida, “una clase social que ha tenido el control del Estado, es sustituida por otra”.
[caption id="attachment_502160" align="alignnone" width="428"] Se dejó de priorizar las clases subalternas, se prefirió la “adulación” de las clases medias[/caption]
Sin embargo, el grado, profundidad y sostenibilidad de esta sustitución de las elites dominantes por sectores subalternos es discutible, por lo que el experto prefiere hablar de una “revolución política parcial”. Especialmente debido a que las clases medias “jugaron y juegan actualmente un papel de primer orden”, tanto en la conducción del gobierno como en ciertas políticas en favor de ese sector.
“Ahí es donde claramente podemos decir que, desde 2010 en adelante, la tendencia principal ya no es a seguir priorizando a las clases subalternas (campesinos, obreros, sectores urbanos populares), sino que, antes bien, se está profundizando la construcción estatal que hace rebrotar tendencias a priorizar la adulación a las clases medias, antiguas y nuevas”, advierte el experto.
Asimismo, el hecho de no haber ido más allá de la recuperación de “ciertos sectores estratégicos, incluso eso de forma parcial”, implica que “podemos hablar solo de una revolución política”, pero no así una revolución social, que “está cada vez más lejos”, ya que “la gran propiedad privada, nacional y transnacional, no solo no se encuentra en retroceso, sino que está en auge y acelerado proceso de crecimiento” en Bolivia.
La mentalidad de las clases medias
Según afirma Viaña, “es casi un sentido común generalizado entre los funcionarios del Estado hablar y pensar en función de ‘que más hacemos para agradar y adular’ a las clases medias (como sea que las definan: nuevas o viejas, decadentes o ascendentes) para que voten por el MAS o Evo Morales”, porque “según se desprende de su pragmatismo electoralista liberal, de eso depende que voten por el MAS”.
Sin embargo, éste pensar y actuar es un “grave error conservador que se ha incubado, en parte por el proceso histórico y los ciclos estatales y los momentos constitutivos de las luchas, y en parte por las decisiones políticas asumidas desde 2010 en adelante”, no sólo porque se deja de lado las transformaciones estructurales necesarias, sino también porque no es efectivo para lograr su objetivo de reproducirse en el poder.
Viaña advierte así que los sectores del gobierno “proclives al liberalismo electoralista” se concentran en ver cómo ganar elecciones, “aunque esto signifique torcer principios fundamentales del proceso de transformación”, y advierte que “este error de percepción, ligado también a ambiciones materiales de los propios funcionarios, coloca al proceso de cambio en una encrucijada de vida o muerte”.
El investigador llama a esta encrucijada un “callejón sin salida del proceso de cambio, que se va extraviando en su alineación gradual a una política de clase media que no se sabe si será posible revertir”.
A principios de la década de 1970, Zavaleta Mercado sentenciaba que la concepción de la clase media como dirigente “será el punto de partida de toda una mentalidad posterior. Cuando el poder dual se resuelva a favor de su lado pequeño burgués, los dirigentes de esta clase se sorprenderán de la actitud de insubordinación del proletariado. Es un modo de pensar con el que se contagió toda la militancia y la defensa del Estado nos parecía en aquel momento más importante que la defensa de los sindicatos”.
[caption id="attachment_502161" align="alignright" width="300"] Zavaleta Mercado urgía a analizar las clases sociales y su inserción en el Estado después de 1952[/caption]
Partiendo de este postulado, Viaña nota que en la actualidad también existe una base de clases populares a la que se está “descuidando y que es la que terminará definiendo su destino, más allá de las argucias legales y los atajos juridicistas de cualquier tipo”, que son en todo caso la forma “clásica” de resolver la gestión pública que tienen “las clases medias conservadoras y las burocracias estatales, que están tan lejos de lo revolucionario y que están llevando el proceso” al mencionado callejón sin salida.
Asimismo, el experto advierte que “este factor conservador” de la sociedad boliviana y del Estado, lejos de haber cambiado en estos casi 14 años de gobierno se ha profundizado, con sólo algunas escasas excepciones.
Lo que es peor, según Viaña, es que cuando estas “actitudes burocráticas” son asumidas “por sectores de avanzada e inscritos en el MAS, se genera una gran desmoralización y el malestar generalizado se convierte en un serio problema”.
La paradoja de la dependencia campesina del Estado
En un análisis sobre la forma en que se insertó el movimiento campesino en el Estado de 1952 -una “liberación vertical, casi paternalista, de arriba hacia abajo”- René Zavaleta Mercado nota una situación “paradojal”: “al liberar a los campesinos, los obreros estaban creando las condiciones para que la pequeña burguesía les arrebatara la hegemonía dentro del poder porque el campesinado creó una fijación… no con relación a la clase obrera, que lo había liberado desde el Estado, sino con relación al aparato del Estado como tal”.
En ese sentido, Zavaleta Mercado advierte que “los dirigentes campesinos se acostumbraron a tratar de continuo con el aparato del Estado, a no existir independiente de él y, por eso, cuando el imperialismo toma directamente dicho aparato –con Barrientos– el trato se continuará casi con las mismas características. El campesinado había hecho un hábito de su dependencia del Estado”.
[caption id="attachment_502162" align="alignleft" width="300"] Justa inclusión de campesinos y sectores populares, pero con peligro de mayor dependencia[/caption]
A decir de Jorge Viaña, esta tendencia sigue presente y se ha profundizado en la actualidad, debido a su “acumulación como clase” y “de forma arraigada desde el ciclo estatal que se inicia en 1952”. El experto señala que es “muy peligroso para una revolución política potenciar el hábito de su dependencia del Estado, aunque en la coyuntura aparezca como vital. Desde el punto de vista revolucionario, la dependencia del Estado es, a largo plazo, algo conservador y peligroso”.
Para el economista e investigador boliviano, es de “extrema importancia” que los movimientos sociales y las clases subalternas (en especial el campesinado) mantengan autonomía y fuerza societal en un ciclo estatal como el actual, aspecto que “se ha descuidado totalmente”, y que puede generar retrocesos en los avances políticos y también en lo electoral.
Viaña considera que el gobierno de Evo Morales debió haber planteado y desarrollado un “empoderamiento creciente” de las clases trabajadores. Es decir, “construir poder popular desde abajo, a partir de la movilización de masas y no solo de la gestión estatal, por muy efectiva y bien lograda económicamente que fuera”. Eso fue lo que hizo el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, más allá de sus dificultades y errores, entre 2007 y 2009.
Empoderamiento de las clases trabajadoras
En esos años, Hugo Chávez inició un proceso de construcción de “elementos de autogobierno social” (por ejemplo, las comunas, círculos bolivarianos) y de “creciente empoderamiento social”, que se mantuvieron fuertes y vitales hasta al menos el año 2013, cuando fallece el expresidente, pero que continúan incluso hasta la actualidad, aunque ciertamente con menos fuerza.
Según Viaña, esta estrategia, que no era puramente electoral, permitió que en 2009 Chávez gane la posibilidad de ir a la reelección en un nuevo referéndum, tras su derrota en otro similar en 2007.
“El líder bolivariano logra fusionar la necesidad política coyuntural (la reelección y permanencia en el poder) y el proceso estratégico de construcción de poder popular y formas de autogobierno social. Por eso no es casual que en 2009 gane el referéndum popular, eludiendo mecanismos legales”, explica.
Justamente lo contrario a lo que hizo Evo Morales y el MAS tras perder el referéndum de 2016: se prefirió utilizar una estrategia legal formal que elude el tema fundamental, que era el de aprovechar el resultado electoral adverso del 21F para posicionar el proceso dentro de las clases populares y para reforzar las alianzas clasistas en la sociedad y desde la sociedad, según este tipo de lectura.
Más allá del poder
En aquel momento, en 2016, Bolivia “tenía el mejor motivo para retomar la iniciativa política, siguiendo una estrategia de poder como la de Chávez. Es decir, se trataba de retomar la iniciativa dentro de la sociedad, de hacer agitación de las masas, empoderamiento creciente, de construir elementos de poder popular y auto-organización y, como parte de esta estrategia más grande, convocar a otro referéndum en 2017 o 2018 y ganarle en la cancha a los sectores conservadores, como lo hizo Chávez”, afirma Viaña, algo que tenía mejores condiciones de implementación que en Venezuela.
Sin embargo, el gobierno optó la vía de “mecanismos leguleyos, de abogados y típicas medidas clasemedieras, artilugios y movidas legales. Precisamente por eso el gobierno está teniendo un costo político tal alto, incluso en el nivel de intención de voto, por el alto grado de politización de sectores populares, de clases medias y medias-bajas, que al ver con sospecha estos manejos se desmoralizan”, agrega.
[caption id="attachment_502163" align="aligncenter" width="372"] Proponen mayor empoderamiento, autogobierno y poder popular para clases trabajadoras[/caption]