El triciclo que le cambió la vida a Oswaldo Moreno
Oswaldo Moreno Cortés vio la luz en la comunidad de Taraya, Chuquisaca, un 5 de agosto de 1970, aprendió a caminar a los 11 años a causa de una dolencia congénita y la vida le deparó la aventura de aprender a manejar un triciclo, un logro que le permitió tener un medio de transporte...
Oswaldo Moreno Cortés vio la luz en la comunidad de Taraya, Chuquisaca, un 5 de agosto de 1970, aprendió a caminar a los 11 años a causa de una dolencia congénita y la vida le deparó la aventura de aprender a manejar un triciclo, un logro que le permitió tener un medio de transporte independiente a sus fuentes laborales.
El sexto de 10 hermanos, nació en un parto complicado por el hecho de que en el campo no había atención médica, ni una partera. Por lo tanto su madre tardó 48 horas en dar a luz, nació con parálisis cerebral infantil, lo que le impedía realizar movimientos referidos a la coordinación muscular y el habla.
Principios
“Me crié con los patrones de mis papás, luego hice el pre kínder y la escuela casi a los 10 años de edad, siempre me llevaban cargado en la espalda, luego superándome, hice el primer curso básico en la escuela 25 de Mayo de Villa Abecia”, cuenta a tiempo de resaltar que nunca sufrió discriminación por su discapacidad.
Recuerda que quienes lo criaron en principio fueron los patrones de sus padres, lo llevaron a Salta para hacerle operar de un quiste con el que había nacido, le hicieron un tratamiento de rehabilitación física y lo trataron con una terapia propia del campo, a plan de hierbas y arena caliente. El objetivo era que pueda desarrollar los músculos y al fin pueda desenvolverse.
“Yo nací completamente quieto, no me podía mover, estaba totalmente estático, pero esa rehabilitación medicinal fue desenvolviendo mis músculos para poder tratar de ser independiente”, dice y con cierto brillo en los ojos agrega: “A los nueve años de edad empecé a caminar de puntitas, a los 11 di mis primeros pasos”.
Cuenta que al colegio ya iba caminando con la ayuda de un bastón, pero siempre se caía, hasta que tenía 25 años. Sin embargo, señala que todo cambió cuando empezó a manejar la bicicleta, “Empecé a ser totalmente independiente y desenvolverme por completo”, afirma.
Un día, a finales de los años 90’, tenía 29 años y un ciudadano belga casado con una chapaca, cuyo nombre no recuerda, observaba el sacrificio que hacía por trasladarse de su casa en la avenida Circunvalación-frente al sindicato 4 de Julio- hacia el hogar de ancianos Teresa de Jornet, donde trabajaba como portero.
Cuenta que ganaba el salario mínimo que era 170 bolivianos y gastaba tres pesos al día, 90 al mes, para ir por la tarde y mañana en trufi. El extranjero le preguntó: ¿No viste algún medio de transporte donde vos puedas ir de manera independiente? Oswaldo instantáneamente pensó en un triciclo.
Pasado un tiempo, la esposa del ciudadano belga se le acercó y le contó que su pareja quería ayudarlo y comprarle una bicicleta. “Anduve todo Tarija, en esa época había mucho bicicletero, pero lamentablemente no tenían ni idea de lo que yo buscaba, una bici con tres ruedas, un triciclo para adultos”, explica.
Totalmente desanimado, le contó a un amigo suyo, Willy Villegas –que andaba en silla de ruedas- , sobre sus infortunios, y éste le sugirió comprar una bicicleta Caloi. De esta manera, fueron a cotizar y consiguieron una en 800 bolivianos, además de otros materiales y se fueron donde un mecánico soldador.
Le indicaron lo que tenía que hacer y un tiempo después le entregó el triciclo, pero tenía un fallo, las dos ruedas traseras estaban fijas, por lo que no giraban, luego de analizar con su amigo llegaron a la conclusión de que una de ellas debía ser movible y le dieron solución.
Sin embargo, eso no era todo, ahora empezaba el trabajo de Oswaldo. Tenía que aprender a manejar la bici. Sus pies y piernas, que eran curvas, no coordinaban con los pedales y se caía del triciclo mientras éste se quedaba parado.
De esta manera, tuvieron que amarrarle los pies a los pedales para que no pueda desprenderse de ellos, poco a poco empezó a avanzar, empezó a manejar a “medio pedal”, poco a poco recorría grandes distancias y así, sucesivamente, aprendió a dominar el artilugio. “Ya tenía un hijo con mi esposa”, agrega.
“Con la bendición de Dios ya tuve un medio de transporte con el cual ya me movía de manera independiente. Ese primer triciclo me lo robaron de mi casa, volví a que me construyan otro aunque no salió como el primero”, dice nostálgico.
El que actualmente maneja ya es una original. Un día, hace unos tres años, un taxista con el que frecuentemente se topaba se paró frente a él y lo detuvo y le dijo: “Yo tengo una bici como la tuya” y tiempo después lo llevó a su casa para mostrársela, le contó que su hijo le había mandado un automóvil desde Suecia en un container y dentro también un triciclo para adultos y una silla de ruedas.
“A primera vista me gustó –dijo-, inmediatamente quise comprarla, me costó tres mil bolivianos y lo pagué en cuotas. Es muy buena, tiene caja de cambios y al mismo tiempo compré la silla de ruedas para mi esposa que sufre las secuelas de una poliomielitis y le dura hasta el día de hoy”, detalla.
Actualmente Moreno trabaja como técnico de apoyo en el Centro de Atención Integral para la Persona con Discapacidad (CAID), su labor es registrar los formularios para la carnetización de esta población. Él y su familia viven en el barrio La Florida y utiliza de manera diaria su triciclo.
La médico salubrista de la institución, María Eugenia Viera, que trabaja con Oswaldo hace tres años dice que él es una persona que siempre está predispuesta a dar un consejo, a charlar y que siempre tiene “buena onda”, que nunca se siente que tuviera una discapacidad porque se desenvuelve con naturalidad en todas las tareas que cualquier persona puede hacer.
“Ahora hace un trabajo sobre todo con la computadoras, ingresa datos al sistema, la información del carnet de discapacidad. Siempre fue cumplido, nuca tuvo faltas, a veces un retraso como cualquiera, pero por lo general llega más temprano que la mayoría de los funcionarios”, sostiene.
A su vez, la auxiliar de gabinete Ximena Michel afirma que Moreno es una excelente persona, que conoce mucho de su trabajo, mismo que le obliga a estar en la computadora y atender a los pacientes que vienen.
“Cuando compartimos es una excelente persona –señaló-, tiene el carácter medio renegoncito, pero como todos, en algún momento todos renegamos a veces, Es alegre cuando comparte, es manos abiertas, mano suelta, es divertido. Invita todo”, cuenta.
ACTIVIDADES EN LA VIDA DE OSWALDO MORENO
Arquero
Después de aprender a caminar a los 11 años, a los 12 llegó a ser arquero del Club Obrero Infantil de Villa Abecia, donde cursó la primaria. Oswaldo Moreno contó que siempre le gustó practicar algún deporte como el futbol y el básquet.
Matrimonio
Moreno contrajo matrimonio con Julia Flores Colque que sufrió las secuelas de la poliomielitis por lo que debe movilizarse en silla de ruedas. Ambos tuvieron un hijo que actualmente tiene 22 años y estudia Ingeniería Industrial en la UPDS.
Reconocimiento
En abril de 2002 recibió un reconocimiento por haber organizado en Tarija el IX Campeonato Nacional de Básquet en silla de ruedas. Fue miembro de la Confederación Boliviana de Personas con Discapacidad y presidente fundador de la Asociación Departamental de Deporte Integrado.
[gallery ids="36095,36098,36099,36109,36102"]
El sexto de 10 hermanos, nació en un parto complicado por el hecho de que en el campo no había atención médica, ni una partera. Por lo tanto su madre tardó 48 horas en dar a luz, nació con parálisis cerebral infantil, lo que le impedía realizar movimientos referidos a la coordinación muscular y el habla.
Principios
“Me crié con los patrones de mis papás, luego hice el pre kínder y la escuela casi a los 10 años de edad, siempre me llevaban cargado en la espalda, luego superándome, hice el primer curso básico en la escuela 25 de Mayo de Villa Abecia”, cuenta a tiempo de resaltar que nunca sufrió discriminación por su discapacidad.
Recuerda que quienes lo criaron en principio fueron los patrones de sus padres, lo llevaron a Salta para hacerle operar de un quiste con el que había nacido, le hicieron un tratamiento de rehabilitación física y lo trataron con una terapia propia del campo, a plan de hierbas y arena caliente. El objetivo era que pueda desarrollar los músculos y al fin pueda desenvolverse.
“Yo nací completamente quieto, no me podía mover, estaba totalmente estático, pero esa rehabilitación medicinal fue desenvolviendo mis músculos para poder tratar de ser independiente”, dice y con cierto brillo en los ojos agrega: “A los nueve años de edad empecé a caminar de puntitas, a los 11 di mis primeros pasos”.
Cuenta que al colegio ya iba caminando con la ayuda de un bastón, pero siempre se caía, hasta que tenía 25 años. Sin embargo, señala que todo cambió cuando empezó a manejar la bicicleta, “Empecé a ser totalmente independiente y desenvolverme por completo”, afirma.
Un día, a finales de los años 90’, tenía 29 años y un ciudadano belga casado con una chapaca, cuyo nombre no recuerda, observaba el sacrificio que hacía por trasladarse de su casa en la avenida Circunvalación-frente al sindicato 4 de Julio- hacia el hogar de ancianos Teresa de Jornet, donde trabajaba como portero.
Cuenta que ganaba el salario mínimo que era 170 bolivianos y gastaba tres pesos al día, 90 al mes, para ir por la tarde y mañana en trufi. El extranjero le preguntó: ¿No viste algún medio de transporte donde vos puedas ir de manera independiente? Oswaldo instantáneamente pensó en un triciclo.
Pasado un tiempo, la esposa del ciudadano belga se le acercó y le contó que su pareja quería ayudarlo y comprarle una bicicleta. “Anduve todo Tarija, en esa época había mucho bicicletero, pero lamentablemente no tenían ni idea de lo que yo buscaba, una bici con tres ruedas, un triciclo para adultos”, explica.
Totalmente desanimado, le contó a un amigo suyo, Willy Villegas –que andaba en silla de ruedas- , sobre sus infortunios, y éste le sugirió comprar una bicicleta Caloi. De esta manera, fueron a cotizar y consiguieron una en 800 bolivianos, además de otros materiales y se fueron donde un mecánico soldador.
Le indicaron lo que tenía que hacer y un tiempo después le entregó el triciclo, pero tenía un fallo, las dos ruedas traseras estaban fijas, por lo que no giraban, luego de analizar con su amigo llegaron a la conclusión de que una de ellas debía ser movible y le dieron solución.
Sin embargo, eso no era todo, ahora empezaba el trabajo de Oswaldo. Tenía que aprender a manejar la bici. Sus pies y piernas, que eran curvas, no coordinaban con los pedales y se caía del triciclo mientras éste se quedaba parado.
De esta manera, tuvieron que amarrarle los pies a los pedales para que no pueda desprenderse de ellos, poco a poco empezó a avanzar, empezó a manejar a “medio pedal”, poco a poco recorría grandes distancias y así, sucesivamente, aprendió a dominar el artilugio. “Ya tenía un hijo con mi esposa”, agrega.
“Con la bendición de Dios ya tuve un medio de transporte con el cual ya me movía de manera independiente. Ese primer triciclo me lo robaron de mi casa, volví a que me construyan otro aunque no salió como el primero”, dice nostálgico.
El que actualmente maneja ya es una original. Un día, hace unos tres años, un taxista con el que frecuentemente se topaba se paró frente a él y lo detuvo y le dijo: “Yo tengo una bici como la tuya” y tiempo después lo llevó a su casa para mostrársela, le contó que su hijo le había mandado un automóvil desde Suecia en un container y dentro también un triciclo para adultos y una silla de ruedas.
“A primera vista me gustó –dijo-, inmediatamente quise comprarla, me costó tres mil bolivianos y lo pagué en cuotas. Es muy buena, tiene caja de cambios y al mismo tiempo compré la silla de ruedas para mi esposa que sufre las secuelas de una poliomielitis y le dura hasta el día de hoy”, detalla.
Actualmente Moreno trabaja como técnico de apoyo en el Centro de Atención Integral para la Persona con Discapacidad (CAID), su labor es registrar los formularios para la carnetización de esta población. Él y su familia viven en el barrio La Florida y utiliza de manera diaria su triciclo.
La médico salubrista de la institución, María Eugenia Viera, que trabaja con Oswaldo hace tres años dice que él es una persona que siempre está predispuesta a dar un consejo, a charlar y que siempre tiene “buena onda”, que nunca se siente que tuviera una discapacidad porque se desenvuelve con naturalidad en todas las tareas que cualquier persona puede hacer.
“Ahora hace un trabajo sobre todo con la computadoras, ingresa datos al sistema, la información del carnet de discapacidad. Siempre fue cumplido, nuca tuvo faltas, a veces un retraso como cualquiera, pero por lo general llega más temprano que la mayoría de los funcionarios”, sostiene.
A su vez, la auxiliar de gabinete Ximena Michel afirma que Moreno es una excelente persona, que conoce mucho de su trabajo, mismo que le obliga a estar en la computadora y atender a los pacientes que vienen.
“Cuando compartimos es una excelente persona –señaló-, tiene el carácter medio renegoncito, pero como todos, en algún momento todos renegamos a veces, Es alegre cuando comparte, es manos abiertas, mano suelta, es divertido. Invita todo”, cuenta.
ACTIVIDADES EN LA VIDA DE OSWALDO MORENO
Arquero
Después de aprender a caminar a los 11 años, a los 12 llegó a ser arquero del Club Obrero Infantil de Villa Abecia, donde cursó la primaria. Oswaldo Moreno contó que siempre le gustó practicar algún deporte como el futbol y el básquet.
Matrimonio
Moreno contrajo matrimonio con Julia Flores Colque que sufrió las secuelas de la poliomielitis por lo que debe movilizarse en silla de ruedas. Ambos tuvieron un hijo que actualmente tiene 22 años y estudia Ingeniería Industrial en la UPDS.
Reconocimiento
En abril de 2002 recibió un reconocimiento por haber organizado en Tarija el IX Campeonato Nacional de Básquet en silla de ruedas. Fue miembro de la Confederación Boliviana de Personas con Discapacidad y presidente fundador de la Asociación Departamental de Deporte Integrado.
[gallery ids="36095,36098,36099,36109,36102"]