El mar y el nuevo ciclo sin victimismos

No es tiempo de victimismos, ni de conspiraciones, ni de paños calientes, ni de falsos patriotismos. Menos de excusas banales. Es tiempo de afrontar la realidad e imaginar el futuro con los pies en la tierra. La Corte Internacional de Justicia de La Haya ha negado la aspiración boliviana de...

EDITORIAL
EDITORIAL
No es tiempo de victimismos, ni de conspiraciones, ni de paños calientes, ni de falsos patriotismos. Menos de excusas banales. Es tiempo de afrontar la realidad e imaginar el futuro con los pies en la tierra.

La Corte Internacional de Justicia de La Haya ha negado la aspiración boliviana de acceder al mar con soberanía a través de una negociación de buena fe con Chile. La decisión cierra la vía jurídica, sobre la que se había trabajado formalmente durante cinco años, pero que en realidad es la apuesta de esta generación política liderada por Evo Morales Ayma y de la que también forman parte los opositores que han logrado sobrevivir a sus ímpetus electorales y que encontraron en la demanda marítima un espacio de paz y cohesión desde donde estabilizarse. Todos querían ser parte de la victoria y ahora todos son parte de la derrota.

El proceso, salvo algunos momentos de inoportuna rabieta, ha sido ejemplar en lo político. La idea de la demanda era creativa y sustentable - aunque a la Corte no le ha llegado a convencer aquello de que las promesas más o menos formales generen expectativas de éxito en este aspecto concreto – y recibió el respaldo de todos los actores políticos, convirtiéndose en la única causa de Estado para el MAS de los dos tercios. Morales logró la cohesión de esos actores dándoles tareas concretas y protagonismo, y los éxitos parecían acumularse. Hasta el final, con un Sebastián Piñera preparando a la opinión pública para la derrota, daba pie al optimismo.

Es verdad que la causa nunca acabó de prender en la ciudadanía corriente. Que ni los tuitazos, ni los banderazos, ni ninguna otra iniciativa logró el apoyo espontáneo que se le presuponía a una causa constitucionalizada. Es verdad que no se logró despejar el habitual pesimismo, el derrotismo coloquial, pero el empuje y la convicción de los protagonistas sembró la duda. ¿Será que sí?

Fue que no, y tal ha sido la expectativa creada, que la derrota ha cortocircuiteado a toda una generación política que invitó a soñar - tal vez con más marketing, tal vez con más legitimidad - y que ha acabado presa en su pesadilla.

Desde hoy, una nueva generación debe tomar el mando en la aspiración soberana del desarrollo del país. Recuperar proyectos olvidados o desdeñados como Ilo y Puerto Busch y convertirlos en palanca de desarrollo. Imaginar otras soluciones creativas, de soberanía del siglo XXI, para hacer avanzar al país sin renunciar a la Constitución. La debilidad diplomática, consecuencia de la propia debilidad institucional, ha acabado pasando factura.

En el contexto de la demanda, lo electoral no debía pasar de anecdótico, cuando sin embargo se abusa de lo contrario. Lo cierto es que quienes habían apostado todos sus cuartos a la victoria en La Haya, tienen ahora que imaginar una justificación exprés que les permita alargar su presencia en el candelero, eso sí, con un fin netamente transicional. Peor en el caso de Evo Morales, cuya aura de imbatibilidad ha quedado en entredicho, de nuevo, sumándose al 21F.

Los ciclos terminan cuando la ciudadanía quiere, y a menudo vienen marcados por hitos, como la derrota en La Haya. Los ciudadanos requieren nuevas narrativas hacia delante, compromisos de desarrollo, esta vez, ojalá, alejadas del victimismo que ya denunciaba Almaraz en los 60. “¿Es razonable e intelectualmente honesto afirmar como una ciega verdad que todo nuestro atraso se debe al desgraciado problema de 1879?”.
Es hora de ponerse a trabajar.

Más del autor
Antigua bendición Nahuatl
Antigua bendición Nahuatl
Tema del día
Tema del día