El factor que dañó el buen clima de la chura Tarija
Tarija siempre tuvo hermosos paisajes como la campiña, los pequeños bosques de churquiales al borde del río y los campos de flores. Los recuerdos de antaño reflejan esta belleza singular. Más aún, los registros históricos también cuentan que entre la década del 30 y 40 hubo un quiebre y...
Tarija siempre tuvo hermosos paisajes como la campiña, los pequeños bosques de churquiales al borde del río y los campos de flores. Los recuerdos de antaño reflejan esta belleza singular. Más aún, los registros históricos también cuentan que entre la década del 30 y 40 hubo un quiebre y la deforestación comenzó a crecer. Lo triste fue que pese a algunas acciones de reforestación la burocracia triunfó y el problema hasta hoy persiste.
Esther Figueroa de 70 años cuenta que cuando recorría las orillas del río Guadalquivir podía apreciar hermosos y pequeños bosques donde anidaban codornices, también recuerda los álamos gigantes, cuya alfombra de hojas simulaba un campo de fantasía.
“Cuando yo recorría las orillas del río existían pequeños bosques de churquis, algarrabos, jarkas, molles y otras especies criollas o autóctonas, que contribuían a mantener un buen clima y a proteger los suelos conservando el fecundo humus de la tierra”, recuerda.
De la misma manera el escritor Agustín Morales en su libro Estampas de Tarija señala que uno de los más lindos recuerdos lo constituían las barrancas próximas al panteón, las márgenes de la quebrada el Monte, la extensa planicie del final del Prado Bolívar, colindantes con la quebrada del "Ojo de agua", las márgenes del río Guadalquivir y las elevaciones de la Loma de San Juan. Todos estos paisajes conservaban tupida vegetación arbórea.
Entre los recuerdos se apunta que por el río abundaban además de frutales, coposos molles, verdes sauces, álamos y otros árboles propios de la zona húmeda, lo mismo sucedía por El Tejar, la pista de San Gerónimo, San Luis, La banda y San Blas.
Esther recuerda que hacia Tablada y Tabladita se veían planicies de espesos montes de churquiales y algarrobos, donde los muchachos iban a a "pajariar" con honda o a -conejear" con “yúcuma", también sacaban las ricas vainillas de "taco" o simplemente iban a jugar.
Más aún, con el pasar de los años y al transcurrir la década del 30 al 40 todo aquel ambiente fue cambiando, así la tala descontrolada se instauró. Esto sucedió especialmente durante la Guerra del Chaco, pues bastaba que los militares manden sus camiones con unos cuantos hachadores, para que tengan leña próxima y barata.
Pero también los mismos campesinos y pobladores acostumbraban hacer leña cerca de la ciudad, lo que contribuyó a que la ecología de los contornos vaya cambiando ostensiblemente. Cambió el clima y la erosión de los suelos se precipitó dañinamente.
Cuenta Morales que frente a esto “algunos hombres ´previsores´ echaron el grito al cielo y comenzaron a preocuparse de tan grave problema. Mucho se habló de la necesidad de proceder a una bien dirigida reforestación”.
Según cuenta el escritor el problema que se hacía creciente sirvió para que nuestros representantes reclamen al Gobierno atención al surgimiento de la deforestación, incluso hubo la propuesta de convertir a las desérticas barrancas de la zona norte en un vergel de olivos.
La preocupación derivó en la necesidad de reforestar, así se consiguieron algunos recursos, “se hicieron planes maravillosos, tanto que hasta apareció un sabio: don Jorge Paz, que -como de todo entendía, sea sobre energía hidroeléctrica, molinos de granos y reforestación de especies nuevas- a él se le confió tan importante tarea”, escribe Morales en su libro.
Añade que dentro de este objetivo se creó un organismo fiscal ex profeso con el nombre de "Junta Agropecuaria" para que cumpliera la principal finalidad de plantar miles árboles, que serían regalados a cuanta gente campesina los pidiera.
Las barrancas, las orillas del río y las quebradas, además de las planicies de la pista, Tablada y zonas adyacentes, serían nuevamente convertidas en vergeles. Todo parecía un lindo sueño, hasta que el despertar fue otro.
Según el escritor nunca se pudieron alcanzar los recursos y lo único que proliferó fue la burocracia; pues al pasar los años sólo pervivió un pequeño bosquecillo en las barrancas y la arborización con eucaliptus de la orilla del río, al margen de la avenida Costanera.
Hoy incluso de esto hay muy poco y el clima ha variado notablemente en Tarija. A menudo se escucha a la gente mayor hablar de un clima hermoso que había años antes y quejarse del actual. Pues ahora se registran intensos calores, fuertes vientos, tormentas, con ello desborde de ríos y cambios bruscos de la atmósfera.
Esto según los expertos se debe a la terrible erosión de los suelos y la desastrosa desaparición de las huertas, tapiales y verdeantes praderas de los alrededores.
El problema persiste en la Tarija actual
Ya desde el origen del problema han pasado muchísimos años, empero la deforestación continúa, esto pese a diversas actividades que impulsaron la reforestación, incluso regalando pequeños árboles a la ciudadanía.
Según Ricardo Paita, coordinador del proyecto trinacional (Argentina, Bolivia y Paraguay) “Por Nuestro Chaco Sustentable” del Centro de Estudios Regionales para el Desarrollo de Tarija (Cerdet), el departamento perdió entre 2012 y 2017, 33.284 hectáreas (ha) de superficie boscosa, lo que equivale a tres veces la mancha urbana de Cercado. De esa cifra, solo 5.998 un 18 por ciento fue de manera legal, el 82 por ciento restante que llega a 27.286 se realizado de manera ilegítima.
Las cifras suponen un ritmo promedio de 5.547 hectáreas perdidas por año. En ese mismo periodo en la Reserva de Flora y Fauna Tariquía se deforestó 1.995 ha y en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Aguaragüe la superficie llegó a 554 ha.
Esther Figueroa de 70 años cuenta que cuando recorría las orillas del río Guadalquivir podía apreciar hermosos y pequeños bosques donde anidaban codornices, también recuerda los álamos gigantes, cuya alfombra de hojas simulaba un campo de fantasía.
“Cuando yo recorría las orillas del río existían pequeños bosques de churquis, algarrabos, jarkas, molles y otras especies criollas o autóctonas, que contribuían a mantener un buen clima y a proteger los suelos conservando el fecundo humus de la tierra”, recuerda.
De la misma manera el escritor Agustín Morales en su libro Estampas de Tarija señala que uno de los más lindos recuerdos lo constituían las barrancas próximas al panteón, las márgenes de la quebrada el Monte, la extensa planicie del final del Prado Bolívar, colindantes con la quebrada del "Ojo de agua", las márgenes del río Guadalquivir y las elevaciones de la Loma de San Juan. Todos estos paisajes conservaban tupida vegetación arbórea.
Entre los recuerdos se apunta que por el río abundaban además de frutales, coposos molles, verdes sauces, álamos y otros árboles propios de la zona húmeda, lo mismo sucedía por El Tejar, la pista de San Gerónimo, San Luis, La banda y San Blas.
Esther recuerda que hacia Tablada y Tabladita se veían planicies de espesos montes de churquiales y algarrobos, donde los muchachos iban a a "pajariar" con honda o a -conejear" con “yúcuma", también sacaban las ricas vainillas de "taco" o simplemente iban a jugar.
Más aún, con el pasar de los años y al transcurrir la década del 30 al 40 todo aquel ambiente fue cambiando, así la tala descontrolada se instauró. Esto sucedió especialmente durante la Guerra del Chaco, pues bastaba que los militares manden sus camiones con unos cuantos hachadores, para que tengan leña próxima y barata.
Pero también los mismos campesinos y pobladores acostumbraban hacer leña cerca de la ciudad, lo que contribuyó a que la ecología de los contornos vaya cambiando ostensiblemente. Cambió el clima y la erosión de los suelos se precipitó dañinamente.
Cuenta Morales que frente a esto “algunos hombres ´previsores´ echaron el grito al cielo y comenzaron a preocuparse de tan grave problema. Mucho se habló de la necesidad de proceder a una bien dirigida reforestación”.
Según cuenta el escritor el problema que se hacía creciente sirvió para que nuestros representantes reclamen al Gobierno atención al surgimiento de la deforestación, incluso hubo la propuesta de convertir a las desérticas barrancas de la zona norte en un vergel de olivos.
La preocupación derivó en la necesidad de reforestar, así se consiguieron algunos recursos, “se hicieron planes maravillosos, tanto que hasta apareció un sabio: don Jorge Paz, que -como de todo entendía, sea sobre energía hidroeléctrica, molinos de granos y reforestación de especies nuevas- a él se le confió tan importante tarea”, escribe Morales en su libro.
Añade que dentro de este objetivo se creó un organismo fiscal ex profeso con el nombre de "Junta Agropecuaria" para que cumpliera la principal finalidad de plantar miles árboles, que serían regalados a cuanta gente campesina los pidiera.
Las barrancas, las orillas del río y las quebradas, además de las planicies de la pista, Tablada y zonas adyacentes, serían nuevamente convertidas en vergeles. Todo parecía un lindo sueño, hasta que el despertar fue otro.
Según el escritor nunca se pudieron alcanzar los recursos y lo único que proliferó fue la burocracia; pues al pasar los años sólo pervivió un pequeño bosquecillo en las barrancas y la arborización con eucaliptus de la orilla del río, al margen de la avenida Costanera.
Hoy incluso de esto hay muy poco y el clima ha variado notablemente en Tarija. A menudo se escucha a la gente mayor hablar de un clima hermoso que había años antes y quejarse del actual. Pues ahora se registran intensos calores, fuertes vientos, tormentas, con ello desborde de ríos y cambios bruscos de la atmósfera.
Esto según los expertos se debe a la terrible erosión de los suelos y la desastrosa desaparición de las huertas, tapiales y verdeantes praderas de los alrededores.
El problema persiste en la Tarija actual
Ya desde el origen del problema han pasado muchísimos años, empero la deforestación continúa, esto pese a diversas actividades que impulsaron la reforestación, incluso regalando pequeños árboles a la ciudadanía.
Según Ricardo Paita, coordinador del proyecto trinacional (Argentina, Bolivia y Paraguay) “Por Nuestro Chaco Sustentable” del Centro de Estudios Regionales para el Desarrollo de Tarija (Cerdet), el departamento perdió entre 2012 y 2017, 33.284 hectáreas (ha) de superficie boscosa, lo que equivale a tres veces la mancha urbana de Cercado. De esa cifra, solo 5.998 un 18 por ciento fue de manera legal, el 82 por ciento restante que llega a 27.286 se realizado de manera ilegítima.
Las cifras suponen un ritmo promedio de 5.547 hectáreas perdidas por año. En ese mismo periodo en la Reserva de Flora y Fauna Tariquía se deforestó 1.995 ha y en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Aguaragüe la superficie llegó a 554 ha.