Doble aguinaldo, adiós al crecimiento

Pasan los meses y cada vez parece más evidente que el presidente Evo Morales está dispuesto a “morir con las botas puestas”, sin reconocer un error, sin dar un paso atrás, sin corregir unas poses y unas actitudes que lejos de granjearle simpatías lo separan cada vez más de sus...

EDITORIAL
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Pasan los meses y cada vez parece más evidente que el presidente Evo Morales está dispuesto a “morir con las botas puestas”, sin reconocer un error, sin dar un paso atrás, sin corregir unas poses y unas actitudes que lejos de granjearle simpatías lo separan cada vez más de sus simpatizantes. Lo hace con los flirteos a los conversos, lo hace cuando chicanea recursos a aquellos que no se doblegan, y lo hace con medidas aparentemente populares que acaban resultando un castigo en sí mismo; el doble aguinaldo es el máximo exponente de estas decisiones cada vez más suicidas.

Los asesores del presidente le volvieron a aconsejar las viejas recetas caducas para enfrentar días malos, como se preveía fuera el 10 de octubre, conmemoración de la recuperación de la democracia en Bolivia y muy “de moda” desde que al Gobierno se le ocurrió desconocer la voluntad popular expresada en las ánforas el 21 de febrero de 2016 y mantener a Morales como candidato para 2019. La primera receta vieja fue movilizar a sus bases, colapsar las ciudades con marchas pacíficas, que obviamente lograron dado el poderío territorial del único partido de verdad nacional. La segunda, lanzar una “bombita noticiosa” que copara la atención mediática.

Como no andan muy lúcidos los gestores de la cosa pública, no quedó más que recurrir al decreto de doble aguinaldo para oficializar una cifra de crecimiento que, por cierto, no coincide con lo que exige el decreto que lo instauró, ya que en él se habla del crecimiento comunicado en octubre de doce meses anteriores a septiembre, pero el presidente Evo Morales habló de julio y ABI de junio.

La noticia ha sido tan poco sorpresiva y se acumula tal experiencia, que en realidad ha debido rascar pocos votos y más bien se ha incidido en la imagen del presidente Morales, solo, haciendo promesas con plata ajena, sin importarle demasiado la verdadera salud de la economía nacional.

La calidad del empleo es peor en este 2018 que hace una década; la incertidumbre y la contaminación política de las relaciones esenciales entre obrero y patronal han convertido aspectos fundamentales del desarrollo nacional, como que los jóvenes formen familias y construyan sus casas – sin decir obviamente que esto sea obligatorio – en eventos poco probables. La incertidumbre no ayuda a la planificación familiar, pero mucho menos incentiva a los bancos a dar hipotecas, inaccesibles por los niveles de ingresos e inestabilidad a la que los jóvenes se ven sometidos.

No sería difícil, si de lo que se trata es de elevar el nivel de ingresos de la pequeña masa laboral dependiente y formal del país, minúscula al lado de cualquier otro sector, que en una mesa tripartita se acordara, como recomienda la Organización Internacional del Trabajo, disponer 14 pagas al año como hacen la mayoría de los países de la región, donde por cierto los sindicatos piden el prorrateo de los aguinaldos. El objetivo, entonces sí, es garantizar un flujo económico hacia el mercado interno sin picos que impulsen la inflación y permitiendo una planificación en el sector productivo. El resultado, por otro lado, es similar al de Bolivia: la contratación se limita al máximo y los salarios que se ofrecen se acercan al mínimo, incluso para los profesionales más cualificados.

Después de un lustro con el famoso y temido beneficio, no es difícil advertir las consecuencias: trabajadores inestables, planillas reducidas drásticamente, empresas temerosas de contratar e invertir, ahorro dilapidado en beneficios que acaban comprando contrabando e inflación disparada. Lo macroeconómico no explica lo que pasa en cada hogar, pero tal vez el MAS ha sumado un puñado de votos de los amigos de la Central Obrera.

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