Crónicas de cuarentena: Una tarde de encierro desesperado en Tarija
Día cuatro de encierro, nunca había estado tanto tiempo sin salir de casa. Prendo la radio y cruzo los dedos para no escuchar de más casos de coronavirus, aunque debo reconocer que me miento a mí misma. La verdad sí quiero enterarme. Miro por la ventana y la cara de preocupación de mi...
Día cuatro de encierro, nunca había estado tanto tiempo sin salir de casa. Prendo la radio y cruzo los dedos para no escuchar de más casos de coronavirus, aunque debo reconocer que me miento a mí misma. La verdad sí quiero enterarme.
Miro por la ventana y la cara de preocupación de mi vecina salta a la vista. Cuatro vacas, sombrero de chapaca y un palo torcido hacen su oficio diario, más aún ahora se queja de que no puede vender la leche en el Campesino, pues “dos pacos le han reñido” por salir al caer la tarde.
“Si tendría que votar por alguien en las elecciones lo haría por mis vacas, ellas nomas me dan de comer”, dice, pero de inmediato agrega “ahora ni eso me dejan, esta cosa nos quiere matar, de hambre o de lo que sea”.
Más allá la doña de la tienda mira asustada por sus rejillas y me pregunta si la sirena que se escucha en todo el barrio Petrolero es por el control. Le digo que sí y se asusta aún más, pero de inmediato le aclaro que siempre se pasan recto y no entran a revisar las tiendas, entonces suspira y aliviada susurra que lo que más se vende es la cerveza. “Será para hacer más llevadero el encierro” afirma y se ríe.
Le pido una lata para el antojo y vuelvo a casa mirando desconfiada hasta donde piso. Mientras camino, dudo en si será bueno sacarme las chanclas antes de entrar a la casa o entrar nomas sin miedo.
“No exageres” me dice mi esposo, con quien hemos descubierto la fórmula "exacta" de “soportarnos” todo el día.
Es hora de prender la compu, aquel objeto que ya es una cosa sagrada en la casa, pues ahora todo nuestro trabajo depende de ella. Ruego que el Internet sirva, pero no pilla wifi y de tanto apretar botones lo logro.
Comienzo a escribir y gracias a Dios al menos la inspiración no está en cuarentena. Al fondo mi bebé llora en brazos de su padre, y mi niña de cuatro años se pasea con mi madre por el patio, ayuda fundamental en tiempos en los que la pandemia ha obligado a cerrar las escuelas.
De pronto escucho a lo lejos “Mamá Linda qué hago para que no te mueras”, la pregunta me asusta y de inmediato dejo la compu, salgo al patio y la tranquilizo. “No, mamá no se va a morir” le digo y mi hija me responde “es que dos chinos se comieron muuuuchos murciélagos, mandaron un virus y ahora todos vamos a morir”.
Me cuenta que eso le dijeron unos tíos y entonces me pregunto ¿Hasta dónde llega la desinformación?
Para muchos será hasta un chiste que la hija de una periodista tenga semejante confusión en la cabeza, así que me preocupo y en la medida que su tamaño lo permite le aclaro un poco el lío y me meto corriendo a casa a seguir trabajando, pues el plan de contingencia también se aplica en el periódico y ya va siendo tarde para cerrar la edición.
Esta semana iniciamos las crónicas de cuarentena en Tarija ¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]
Miro por la ventana y la cara de preocupación de mi vecina salta a la vista. Cuatro vacas, sombrero de chapaca y un palo torcido hacen su oficio diario, más aún ahora se queja de que no puede vender la leche en el Campesino, pues “dos pacos le han reñido” por salir al caer la tarde.
“Si tendría que votar por alguien en las elecciones lo haría por mis vacas, ellas nomas me dan de comer”, dice, pero de inmediato agrega “ahora ni eso me dejan, esta cosa nos quiere matar, de hambre o de lo que sea”.
Más allá la doña de la tienda mira asustada por sus rejillas y me pregunta si la sirena que se escucha en todo el barrio Petrolero es por el control. Le digo que sí y se asusta aún más, pero de inmediato le aclaro que siempre se pasan recto y no entran a revisar las tiendas, entonces suspira y aliviada susurra que lo que más se vende es la cerveza. “Será para hacer más llevadero el encierro” afirma y se ríe.
Le pido una lata para el antojo y vuelvo a casa mirando desconfiada hasta donde piso. Mientras camino, dudo en si será bueno sacarme las chanclas antes de entrar a la casa o entrar nomas sin miedo.
“No exageres” me dice mi esposo, con quien hemos descubierto la fórmula "exacta" de “soportarnos” todo el día.
Es hora de prender la compu, aquel objeto que ya es una cosa sagrada en la casa, pues ahora todo nuestro trabajo depende de ella. Ruego que el Internet sirva, pero no pilla wifi y de tanto apretar botones lo logro.
Comienzo a escribir y gracias a Dios al menos la inspiración no está en cuarentena. Al fondo mi bebé llora en brazos de su padre, y mi niña de cuatro años se pasea con mi madre por el patio, ayuda fundamental en tiempos en los que la pandemia ha obligado a cerrar las escuelas.
De pronto escucho a lo lejos “Mamá Linda qué hago para que no te mueras”, la pregunta me asusta y de inmediato dejo la compu, salgo al patio y la tranquilizo. “No, mamá no se va a morir” le digo y mi hija me responde “es que dos chinos se comieron muuuuchos murciélagos, mandaron un virus y ahora todos vamos a morir”.
Me cuenta que eso le dijeron unos tíos y entonces me pregunto ¿Hasta dónde llega la desinformación?
Para muchos será hasta un chiste que la hija de una periodista tenga semejante confusión en la cabeza, así que me preocupo y en la medida que su tamaño lo permite le aclaro un poco el lío y me meto corriendo a casa a seguir trabajando, pues el plan de contingencia también se aplica en el periódico y ya va siendo tarde para cerrar la edición.
Esta semana iniciamos las crónicas de cuarentena en Tarija ¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]