Crónicas de cuarentena: Esperando a la rata
Es el quinto día de cuarentena en Tarija, sol intenso y “ganas” de seguir limpiando como en anteriores días, “aprovechando” que el marido no va a trabajar ¿quién no lo hace? Decido sacar los sillones al patio para lavarlos y secarlos rápido, ya tienen dos años desde que los...
Es el quinto día de cuarentena en Tarija, sol intenso y “ganas” de seguir limpiando como en anteriores días, “aprovechando” que el marido no va a trabajar ¿quién no lo hace?
Decido sacar los sillones al patio para lavarlos y secarlos rápido, ya tienen dos años desde que los compramos, sin embargo, entre las subidas con zapatos y algunos derrames de bebidas “accidentales” de los niños, ya no tienen el claro color beige como cuando llegó a casa.
Al principio creí que sería buena idea, ya en la noche me arrepentí… Después de lavarlos los dejamos en medio del patio para que se sequen, almorzamos, ayudé a mi hijo con sus tareas, después tocó la hora del trabajo y por fin pasada las diez de la noche me fui a dormir, antes de eso volvimos a ponerlos en su lugar.
Mientras duermo siento unos dedos que apretaban mis piernas, según yo estaba soñando, después de un rato escucho ¡levantá!, ¡amor levantá!, me siento y veo a mi marido sentado que me cuenta que mientras veía el celular en la sala había escuchado un ruido.
Lo acompaño y también lo escucho, algo así como un rasgueo, no era el sonido de la casa de al lado que pareciera que trabajan durante la noche, ni los tradicionales ruidos del tío que vive en el segundo piso, esto era diferente, esto ¡era una rata!
Resulta que al lado de donde vivimos hay un pequeño canal de agua, que como muchos en Tarija son un basurero más aparte de un nido de ratas, por ello tratamos de mantener puertas y ventanas cerradas, algo que nos había funcionado… hasta ahora.
Cuando metimos los sillones tuvo que meterse la rata, sí, ¡fue mala idea! me digo a mi misma.
Mi compañero trae un palo de escoba y me dice que le pegue cuando levante el mueble. Un tanto temerosa por la poca costumbre de ver a estos desagradables vecinos, pero me animo.
Levanta uno, vacío, recorre el otro y nada -toca el turno del tercero- lo levanta y una bola de pelo con cola corre delante de mis ojos para esconderse, yo tan rápida lo primero que hago es gritar y luego pegarle... adivinaste, no le pego y se me escapa
Decepcionada le digo que volvamos a buscarlo, esta vez me armo de valor y agarro el palo con más ganas, me subo a una silla y espero a que levante uno de los muebles donde creímos se había escondido, lo hace y no lo vemos, levanta el otro y nada… esperamos, buscamos y no lo encontramos.
Es el sexto día de cuarentena y sigo esperando a la rata…
¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]
Decido sacar los sillones al patio para lavarlos y secarlos rápido, ya tienen dos años desde que los compramos, sin embargo, entre las subidas con zapatos y algunos derrames de bebidas “accidentales” de los niños, ya no tienen el claro color beige como cuando llegó a casa.
Al principio creí que sería buena idea, ya en la noche me arrepentí… Después de lavarlos los dejamos en medio del patio para que se sequen, almorzamos, ayudé a mi hijo con sus tareas, después tocó la hora del trabajo y por fin pasada las diez de la noche me fui a dormir, antes de eso volvimos a ponerlos en su lugar.
Mientras duermo siento unos dedos que apretaban mis piernas, según yo estaba soñando, después de un rato escucho ¡levantá!, ¡amor levantá!, me siento y veo a mi marido sentado que me cuenta que mientras veía el celular en la sala había escuchado un ruido.
Lo acompaño y también lo escucho, algo así como un rasgueo, no era el sonido de la casa de al lado que pareciera que trabajan durante la noche, ni los tradicionales ruidos del tío que vive en el segundo piso, esto era diferente, esto ¡era una rata!
Resulta que al lado de donde vivimos hay un pequeño canal de agua, que como muchos en Tarija son un basurero más aparte de un nido de ratas, por ello tratamos de mantener puertas y ventanas cerradas, algo que nos había funcionado… hasta ahora.
Cuando metimos los sillones tuvo que meterse la rata, sí, ¡fue mala idea! me digo a mi misma.
Mi compañero trae un palo de escoba y me dice que le pegue cuando levante el mueble. Un tanto temerosa por la poca costumbre de ver a estos desagradables vecinos, pero me animo.
Levanta uno, vacío, recorre el otro y nada -toca el turno del tercero- lo levanta y una bola de pelo con cola corre delante de mis ojos para esconderse, yo tan rápida lo primero que hago es gritar y luego pegarle... adivinaste, no le pego y se me escapa
Decepcionada le digo que volvamos a buscarlo, esta vez me armo de valor y agarro el palo con más ganas, me subo a una silla y espero a que levante uno de los muebles donde creímos se había escondido, lo hace y no lo vemos, levanta el otro y nada… esperamos, buscamos y no lo encontramos.
Es el sexto día de cuarentena y sigo esperando a la rata…
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