Belleza paisajística y destrucción en el valle central de Tarija

En el lado oeste del Valle Central de Tarija se encuentran los paisajes más bellos de la región. Ahí en esos sitios siempre verdes, surcados de riachuelos y llenos de pozas (piscinas naturales) es donde las añejas familias tarijeñas construyeron sus casas de campo a principios del anterior...

OPINIÓN
OPINIÓN
En el lado oeste del Valle Central de Tarija se encuentran los paisajes más bellos de la región. Ahí en esos sitios siempre verdes, surcados de riachuelos y llenos de pozas (piscinas naturales) es donde las añejas familias tarijeñas construyeron sus casas de campo a principios del anterior siglo. Y esa campiña que se va extendiendo lentamente hacia el sur, es parte central de lo que podría denominarse la Cultura Chapaca.

La razón de tanta belleza es simple; se trata de la zona que recibe en primera instancia las aguas que desde la cordillera de Sama llegan al Valle. Es el agua que después alimenta en gran parte el consumo de ciudades como San Lorenzo, Concepción y sobre todo Tarija, y también el agua que hace fértil la zona vitivinícola ubicada al sur del Valle, donde se asienta la más importante industria que Tarija ha generado al margen del fenómeno del gas.

El problema es que en la Tarija del “Post – Boom” del gas, esa belleza paisajística, merced al desorden normativo que existe en materia de construcciones en el área rural, se está convirtiendo en el principal factor de destrucción de los acuíferos tarijeños.

La ciudad ha crecido y los caminos han mejorado. Si hace veinte años se necesitaba una hora para llegar de la ciudad a La Victoria, hoy el recorrido puede hacerse fácilmente en veinte minutos, lo mismo ocurre con los caminos hacia Turumayo, Pinos, San Andrés, Sola y otras comunidades. Los precios por metro cuadrado se han disparado y han comenzado a proliferar las casas, asentamientos y condominios.

Evidentemente se trata de una salida para quienes desde los estratos sociales más necesitados aspiran a conseguir la primera vivienda, o también un negocio lucrativo para los que planifican urbanizaciones o condominios a gran escala; en amplias zonas de una enorme belleza se puede construir prácticamente sin ningún control ni norma, pero al hacerlo se destruye y obstaculiza los cursos de agua superficiales y subterráneos que son como las incontables venitas y arterias que nutren el aparato circulatorio de la cuenca del Valle Central.

Por otra parte, los pozos sépticos que utilizan esas construcciones contaminan el agua subterránea de pozos más profundos, precisamente la que nosotros estamos consumiendo a partir de los emprendimientos desarrollados por la Alcaldía de Cercado en los pasados años.

Lo que esta ocurriendo en este momento en Tarija no es nada nuevo. Ya ocurrió en Cochabamba hace varias décadas, cuando el crecimiento urbano de esta ciudad comenzó a amenazar el Parque Tunari. En gran medida las crisis del agua cochabambina están originadas en ese periodo de dejadez. En Tarija si actuamos a tiempo hoy, podemos en gran medida evitar la desertificación de nuestro valle, que por sus características es mucho mas vulnerable que el de Cochabamba.

La destrucción de acuíferos en la campiña tarijeña se complementa con la contaminación del rio Guadalquivir, producto de la ausencia de las plantas de tratamiento y el desorden en las canalizaciones y desvíos en el área rural. De manera ordenada y cumplida los tarijeños estamos haciendo todos los esfuerzos para que nuestro valle se desertifique, y dudo mucho que a futuro haya los recursos e inclusive un lugar apropiado, tipo Misicuni que salve nuestras ciudades e industrias.

¿Qué se puede hacer de manera urgente para parar este fenómeno?: Elaborar una normativa que basada en criterios eminentemente técnicos ordene y regule este proceso. Si es que no realizamos este trabajo los mismos que hoy en el corto plazo se pueden beneficiar de las construcciones (asentados, usuarios de urbanizaciones), se verán perjudicados por la falta de agua y la inestabilidad. Paralelamente debe realizarse un plan para que las actuales construcciones en curso se adecuen a la norma, de tal manera que sin causar más prejuicios a la maltrecha economía se consiga que los daños causados se minimicen y sobre todo que se sigan produciendo a futuro.

Lo que es inexplicable es el desinterés de la autoridad pública en este tema. Por supuesto que compete a San Lorenzo en cuya jurisdicción están zonas como La Victoria, Coimata y Erquis, pero también a Cercado donde se encuentra Tolomosa, y a Concepción, que utiliza esta agua para regar sus viñedos. Compete también al Gobierno Departamental (Asamblea y Ejecutivo), ya que es un problema regional. Y al SERNAP porque es de su competencia la gestión de la Reserva de Sama, de la cual dependemos para proveernos de agua para todos los usos.

En este como en otros casos, solo la acción de la sociedad civil podrá provocar que se empiecen a asumir medidas, pero seria interesante que nuestras autoridades muestren una voluntad que trascienda la pelea política y los intereses inmediatos.

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