Y nuestros niños ¿qué?

Gracias a la preocupación de Aldeas SOS —cuya autoridad moral ha ido creciendo a lo largo de los años— en este momento tenemos datos sumamente preocupantes respecto de casi un millón de niños que están en peligro de crecer sin sus familias, de pasar la infancia y adolescencia dedicados a...

OPINIÓN
OPINIÓN
Gracias a la preocupación de Aldeas SOS —cuya autoridad moral ha ido creciendo a lo largo de los años— en este momento tenemos datos sumamente preocupantes respecto de casi un millón de niños que están en peligro de crecer sin sus familias, de pasar la infancia y adolescencia dedicados a trabajar —en lugar de ir a la escuela— y de sufrir graves daños en su integridad y desarrollo personal.

Semejante dato nos hace pensar que nuestra sociedad boliviana ha entrado a un peligroso proceso de buscar el crecimiento económico a costa de perder el sentido de humanidad, de familia, y muy concretamente de preocupación por nuestra infancia. Son muchas las familias en las que padre y madre trabajan, y los niños y niñas quedan en manos de sus maestros (que con frecuencia no saben qué hacer con ellos) y son víctimas de la televisión, el celular y los videojuegos. Y los que se salvan de tales desgracias es porque ellos mismos tienen que trabajar, renunciando a la escuela que, pese a sus limitaciones, no deja de ser una etapa de socialización y maduración de niños y niñas.

Por lo visto el departamento más afectado es Cochabamba, con 224 mil menores en riesgo de perder a sus famiias, pero el problema es nacional. Por supuesto uno de los factores de tran triste situación es la pobreza que sigue afectando a cientos de miles de familias, y el dato de que ha disminuído la “pobreza extrema”, y por lo mismo ha aumentado la “pobreza moderada” es el típico dato estadístico que no significa nada, ya que la diferencia entre una y otra es ridícula. Pero no es sólo la pobreza económica objetiva la que genera esta preocupante situación de nuestra infancia, sino también un cambio de mentalidad, una pérdida de valores, el crecimiento de la llamada “sociedad de consumo” —con la creciente obsesión por poder consumir más— y la permanente pérdida de valores humanos. Se está volviendo más importante el “tener” que el “ser”, y en esa creciente competencia por “tener más” inevitablemente los que más salen perdiendo son los niños y las niñas.

Por todo eso tenemos que darle la bienvenida a la campaña “Me importan”, puesta en marcha por Aldeas SOS, que apunta a defender el derecho a la familia para toda la infancia del país. Pero esa campaña tiene que servir para que todos y todas reflexionemos sobre los derechos y necesidades de nuestra infancia, y a partir de ahí reforcemos dicha campaña.
El otro factor que sin duda influye en esta preocupante situación de nuestra infancia es la migración. El campo tiende a despoblarse, y las familias que se van de su comunidad campesina para asentarse en una ciudad lo hacen a costa principalmente de sus hijos e hijas, que se ecuentran de repente sin comunidad, apretados/as en casuchas improvisadas y aglomerados/as en barrios periféricos carentes de servicios.

Y aquí juegan un papel las políticas gubernamentales, ya que el despoblamiento permanente del campo tiene que ver con el carácter poco rentable de la producción agrícola, con la indiferencia estatal ante la proliferación de intermediarios que se benefician con la venta de productos agrícolas (sin haber producido nada), y por tanto con el hecho de que hoy en día ningún hijo de campesinos quiere ser campesino, y nuestras ciudades se llenan de candidatos a comerciantes y candidatos a transportistas (con los consiguientes problemas sociales que causan ambos gremios).

En contra de las promesas de nuestro actual gobierno, el país es cada vez menos productivo, la soberanía alimentaria disminuye cada año, y cada año nos encontramos importando de otros países más y más verduras, tubérculos y frutas. Y si bien los datos económicos y estadísticos nos hacen pensar que Bolivia está económicamente mucho mejor que antes, en realidad es porque el Estado recibe más ingresos que nunca en su historia gracias a la exportación de hidrocarburos y a la creciente recaudación de impuestos. Pero a la larga dichos datos son engañosos, porque los hidrocarburos un día se acaban, y el pago de impuestos tiene límites. Lo que necesitamos es un crecimiento productivo, tanto en el campo agropecuario como en el industrial, y eso es precisamente lo que no hay.
Ojalá la campaña de Aldeas SOS nos haga repensar las cosas.

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